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El sol ya ha salido para cuando me despierto. Lo observo por la ventana y me quedo un rato allí, mirando su brillo indirectamente sobre el horizonte que se aprecia por sobre las casas. Las nubes que atraviesan el cielo soy muy pequeñas, como pequeñas motas de algodón de azúcar. 

Hay ruidos en la casa y sé que ya el resto se ha despertado. Tal vez incluso ya han comido y esperan por mí. Creo que debería bajar ahora, antes de que se preocupen y piensen que he muerto.

Cuando me acerco a la puerta y coloco la mano en la perilla, alguien del otro lado da dos golpecitos en la madera.

—¿Estás bien? —Es Tysen. Su voz sigue un poco ronca por la inactividad durante la noche.

Abro la puerta y allí está. Hoy lleva una ropa diferente. Lo miro de arriba hacia abajo y al final coloco la mirada en sus ojos mientras levanto las cejas.

—Luces bien. —Le digo y sonrío, aunque es una sonrisa forzada.

La camiseta azul hace juego con su cabello blanco y con el pantalón negro. Además que le queda un poco grande, pero le queda bien.

—¿Quieres comer ahora o...?

Asiento antes de que termine de hablar.

Juntos bajamos y miro al grupo en la sala principal. Están preparando bolsos y la mayoría está vestido diferente, excepto el papá de Marcos.

—¿Qué pasa? —Inquiero a lo bajo, como para que sólo Tysen me escuche.

—Partimos hoy al medio día. Dean tiene pensando llevar toda la comida que tenemos. Asegura conocer al jefe de La Colonia, Eros. Yo lo conozco bien, también.

—¿Cuándo eligieron la salida?

Me mira, luego al grupo, luego a mí otra vez.

—Dean fue el primero en despertar hoy, cuando nosotros bajamos, nos lo dijo. Creo que lo estuvo pensando durante un rato anoche, antes de dormir.

—De todas maneras estoy lista. ¿Tú lo estás?

Asiente y bajo del último escalón, directo a Dean.

Me he hecho con un pequeño bolso, pero, en realidad, no sé qué meter en él.

La ropa vieja que tengo y la nueva que me han encontrado. Según Tysen, supo que era perfecta para mí recién la vio. Es sólo una camiseta color marrón oscuro, un poco holgada y con el dibujo de un auto blanco. No entiendo bien la camiseta, pero me la puse porque realmente necesitaba deshacerme de la anterior. Y bueno, mi pantalón y mis zapatos, todo lo viejo, porque lo nuevo lo llevo puesto.

También meto el libro que Tysen leía y ya lo terminó. Y eso es todo. No tengo nada más.

—Bien, andando. —La voz de Dean retumba en la sala y todos nos echamos nuestras mochilas al hombro.

Cuando se abre la puerta, entra una ráfaga de viento y algunas hojas muertas se esparcen por el piso. Echo la mirada por sobre mi hombro antes de salir. Por alguna razón, siento una conexión; es algo extraño, para ser sincera.

Vuelvo la mirada al frente y observo la puerta. En la parte que hay debajo del pomo, escrito muy pequeño sobre la madera, está una letra E.

Automáticamente pienso en Ezequiel.

Entonces siento un calor recorrer mi cuerpo y, por movimientos involuntarios, vuelvo a adentrarme en la casa a toda prisa, subo las escaleras de dos en dos, corro por el pasillo, entro en la habitación y tomo nuevamente el diario. No puedo dejarlo. No podría hacerlo.

El Último Respiro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora