Estoy tirada sobre una colchoneta que Dean me apartó junto a la ventana. La noche es fría y las nubes son grises, prometedoras de una tormenta de nieve. Todos en este barracón estamos bajo un par de mantas, una más gruesa que la otra. En mi caso, el frío aún sigue calándome los huesos.
A mi lado está la mochila que preparé a la hora en que salimos de la casa, entonces recuerdo el diario que hay dentro de él. Me vuelvo hacia la izquierda y me pongo de espalda contra la pared, subiendo las rodillas hasta que quedan a la altura de mi pecho. Ahora noto que cuando respiro, sale una pequeña nube de humo blanco de mi boca. Es sólo un estallido blanco sobre el lienzo negro que presenta la noche. La iluminación depende del brillo plata de la luna a través del cristal sucio.
Tomo la mochila y me la pongo en las piernas. La cremallera se desliza suavemente y sin hacer ruido. Meto la mano dentro y la punta de mis dedos chocan con el cuero frío de la cubierta del diario.
Tiro el bolso a un lado y me concentro en el encuadernado. Sigo impresionada por el diseño. Pero más impresionada aún por los dibujos que hay dentro.
Por alguna razón, no estoy interesada en los escritos que están plasmados en las hojas, sino en el contorno del rostro del chico. Hay una página en especial, tal vez la número ocho, donde el chico está totalmente de frente, con los ojos húmedos y una media sonrisa en el rostro. Su cabello está suavemente ondulado hacia la derecha y es tan espeso y oscuro como una tormenta nocturna.
Siento como que lo he visto antes. Siento como si fuese una persona que yo conozco, y ahora soy tan conocedora de él y de la chica que puedo escribir un libro o incluso grabar una película a detalles exactos. Me siento segura dentro de las líneas.
Vuelvo mi atención a sus ojos. Esos ojos tan consoladores y a vez tan delatadores que siento la impresión de que miran a través de mí, directamente a mi alma. Y la forma de su rostro.
Cuando paso mis dedos por sobre el papel, caigo en cuenta.
Sí, lo he visto. ¿Cómo no me he dado cuenta antes?
Es él.
Es Jeffrey.
***
Me he quedado dormida en cualquier momento anoche. De modo que cuando me despierto, lo hago un poco sobresaltada. Nunca me ha gustado el quedarme dormida sin mi total autorización. Es como si yo misma me traicionara.
Aún todos en la barraca siguen dormidos. A mi lado, pero más allá de unas tres colchas, cerca de la pared, Tysen respira pesadamente, como si estuviese teniendo una pesadilla. Su cabello blanco brilla a los primeros rayos del sol detrás de las nubes densas.
Aparto la colcha de mi cuerpo y me pongo de pie. No entiendo cómo es que el diario llegó a un lado de la colchoneta, con la esquina de la hoja donde quedé doblada, y tampoco el hecho de estar totalmente acostada y cubierta. Tal vez lo he hecho por mí misma durante la noche. Ya sabes a lo que me refiero, instintos involuntarios.
Me acerca a la ventana cuando termino de restregar mis ojos. La visión me queda completamente nublada y respiro hondo, esperando.
Todo está totalmente cubierto por una fina capa de nieve. En algún momento ha empezado a nevar, así que el horizonte tiene el mismo aspecto del papel, con pequeñas pinceladas en verdes gracias al bosque. La punta de los pinos altos están blancas, y el sueño de gravilla está escarchado.
Desde que era pequeña, siempre había querido ser partícipe de una nevada. En la parte sur de la ciudad nunca estuvimos cerca de una, así que todas las mañanas me asomaba en la ventana y miraba al cielo, esperanzada. Resultó ser que nunca ocurriría, que cuando mamá me decía que llegaba el invierno, no hablaba de una nevada como lo veía en las películas, sino de una llovizna que duraba días y días.
ESTÁS LEYENDO
El Último Respiro.
Science FictionEn un mundo devastado, hasta la esperanza parece haber abandonado sus cuerpos. Kim tiene una gran elección entre la vida y la muerte. Y ella dará su última jugada por proteger aquello que le pertenece. Con el aura de peligro, más vale no romperse...