Después de todo, estar aquí no es tan malo. Es decir, no es casa, ni Metrópolis, pero no está mal.
Han pasado varios días, no sé cuántos, pero son varios, y en ese tiempo la he pasado en una habitación de hospital, recibiendo las visitas de Isabela, tomando las tres comidas del día y la revisión médica del Dr. Nehil. La peor parte de todo, es cuando me encuentro con Isaac. Les daré un pequeño resumen de quién es él. Diecinueve años, un chico alto de piel morena y ojos oscuros al igual que su cabello. Digamos que su trabajo es sacarme las palabras a fuerza de golpes. Los dos últimos días no lo he visto, y empiezo a creer que lo extraño.
Noten el sarcasmo.
Así que bien. El día se hace eterno cuando estás completamente solo. Y no hay nada que hacer para mejorar eso. Apenas me levanto de la camilla, camino un poco, me siento en el piso y me pongo de pie cuando estoy cansado de estar sentado y vuelvo a acostarme. Hacer ejercicios está mal, porque aún me duelen los músculos y muchas partes del cuerpo, y apenas comienzo, empieza el dolor en el pecho, como si me estuviesen matando, y tengo que detenerme porque me da miedo morir. Bueno, no es el miedo a morir, sino el miedo a morir sin ver una última vez a Kim. La última vez fue algo muy crudo, y no estoy acostumbrado a que las cosas se lleven así.
No sé por qué, en las noches, cuando cierro los ojos para dormir y logro conciliar el sueño, pienso en que ella viene por mí. Sé que suena a locura, porque venir por mí debe ser, tal vez, una de las cosas más difíciles del mundo, pero me gusta pensar en ello de vez en cuando.
Otra de las cosas de las que debo hablar son los sueños. Ya casi no sueño con nada. Y cuando lo hago, son cosas poco claras que olvido cuando despierto. Las cosas que recuerdo son pasillos, voces y cosas insignificantes. Mamá me decía que la mente de los chicos es un poco más inmadura que la de las chicas, y ahora me doy cuenta que ella tenía razón en eso. Mi mente es ficción.
También pienso en Dean, en Arthur, en Fire y Zelda. En éstas dos últimas mucho más que en los dos primeros. Me pregunto dónde estarán, y si estarán vivas, o si siguen juntas. Ya sabes, la clase de cosas en las que uno debe pensar a veces de las personas que ya no están cerca. Y en papá. Pensar en él me es más difícil. Me gusta pensar que ha avanzado, y que no quiero que se debilite. Pero sobre todo, quiero que todos ellos, Dean, Kim, Arthur, Fire, Zelda y papá, no me den por muerto.
Cuando estoy a punto de volver a cerrar los ojos, porque estoy lo suficientemente cansado, escucho la puerta abrirse. Me hago el dormido, porque solo puede ser una persona, Isabela, y no estoy de ánimos para establecer una conversación ahora.
Escucho que, con sus pasos lentos, se acerca a la camilla y luego no hay otro sonido. Me mira, pero yo no puedo mirarla por la posición en que estoy. Deja algo sobre el colchón, muy cerca de mis pies y luego habla.
No es Isabela.
—Estás despierto, Coulter.
Es la voz de un chico. Me vuelvo y lo miro a los ojos.
Debe tener unos dieciocho o diecinueve años, y no es tan distinto a mí. Tiene la piel clara, es unos centímetros más bajo que yo. Su cabello es de un castaño claro, los cuales hacen juego con sus ojos cafés. También lleva una barba creciente desaliñada que cubre pequeñas partes de sus mejillas y sobre su labio superior.
Cuando lo miro, sonríe.
Tiene algo que me es familiar, pero no sé lo que es.
—Te traje la comida. Come.
Su voz es autoritaria, pero también es amable. Él no parece a ésta gente. No es como ellos.
—Gracias. —Es lo primero que pienso en decir.
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El Último Respiro.
Science FictionEn un mundo devastado, hasta la esperanza parece haber abandonado sus cuerpos. Kim tiene una gran elección entre la vida y la muerte. Y ella dará su última jugada por proteger aquello que le pertenece. Con el aura de peligro, más vale no romperse...