Una semana había pasado y Sergio no podía parar de pensar en aquella preciosa chica que casi mata. Nunca había imaginado que pudiera pasar algo así, no me creía en el amor a primera vista, y desde hacía poco tampoco creía en el amor.
P.V. Sergio.
Hace tiempo que estoy con una preciosa chica, se llama Esther. Es divertida, cariñosa y una gran persona, es maravillosa. Me encanta con sus defectos, y sus virtudes, la adoro, mire por donde la mire no veo nada de ella que no me guste. Hoy es nuestro aniversario; llevamos 4 años juntos. Tenía pensado comprarle flores, 4 para ser exactos, cada una por cada año que ha pasado a mi lado. Se merece lo mejor, y eso no me parece suficiente, asi que creo que le haré algo más, ¿pero qué? Le haré una fiesta sorpresa. La llevaré a aquella playa donde nos besamos la primera vez, que también fue donde la conocí aquel verano. La llevaré y una vez allí haremos un picnic, bajo la luna y las estrellas, siendo testigos de todo nuestro amor, y después le pediré que se case conmigo. Sí, es un plan tan perfecto como ella. Espero hacerla feliz, y que le guste todo lo que hago expresamente para ella.
Lo preparé todo con ayuda de mi gran amiga Elena. Una amiga desde la infancia, que aun que nunca le gustó Esther para mi, siempre me ayudó solo para complacerme y que yo fuera feliz. Ya salí de mi casa, la verdad, iba informal; unos jeans que me había comprando Esther, bastante ajustados para mi gusto, unos nike, y un polo que usaba pocas veces. Mi pelo rubio estaba algo revuelto, pero quedaba bien, asique decidí dejarlo así, y después de llevarme las rosas, una tarjeta y el anillo en mi bolsillo, fui directo a casa de Esther.
Cuando llegué no toqué, quería darle una grata sorpresa, y abrí con las llaves que ella misma me había dado, por suerte o por desgracia, la encontré besandose muy apasionadamente con ese francés que trabajaba con ella. Toda mi felicidad se fue de golpe, y unas lágrimas salieron de mis ojos. Intenté reprimirlas, pero no pude, lo único que hice fue pegarle a ese... ese aprovechado, y salir de ahí para no volver más.
Desde entonces ha pasado un año, y he de reconocer que no lo he superado del todo. A veces la echo de menos, pero cuando pienso en todo lo que me hizo, la rabia se apodera de mi y la odio más. Nunca más supe de ella, tampoco quería; le dejé claro que no quería saber nada más de ella, que no me buscara, que no me mirara, que nunca más se acercara a mi, y así lo hizo.
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- ¡Gracias por traerme a este lugar tan bonito, David! - dijo feliz.
- No me des las gracias Hari. Quería compartir este maravilloso de sitio con alguien con el que me sintiera agusto, con el que pudiera disfrutar del momento. - se fue acercando más a ella - Alguien como tú. Hari, yo...
- ¿Qué pasa?
- Yo te quiero...
- ¡Y yo David, y sabes que mucho! - lo abrazó.
- Pero no de la misma manera de la que tú me quieres a mi Haridian, yo te quiero como más que una amiga. Eres preciosa, tan alegre y extrovertida. Cuando estoy contigo me haces olvidar todos los problemas, no puedo parar de reir por una cosa o otra, pero sé que eres tú a quien quiero, porque eres especial Hari, y quiero estar contigo. - la chica se quedó muda, no sabía que decir. Estaba claro que ella no veía de esa manera a su amigo, a su mejor amigo, el que tantas veces lo apoyó y con el que pasó largos momentos de su vida. - ¿Qué me dices Hari, quieres tú también intentarlo?
- Yo... - tartamudeaba - Lo siento David, pero eres mi mejor amigo, sólo eso. Te quiero muchísimo, pero no de esa forma. Siempre te he visto como un hermano, y no creo que puedo hacer nunca de otra manera.
- Lo siento.
- Eh, ¡no! Está todo bien por mi parte, sabes que voy a seguir igual que siempre Davi, no soportaría perderte por algo como esto. - lo volvió a abrazar y él le correspondió. Pasaron el resto del día riendo y observando nubes imaginando que podían ser perros, lagartos, personas, toda clase de cosas.
Haridian estaba feliz de que su amigo no se haya distanciado de ella por ese pequeño percance y de que todo siguiera como hasta ahora. Decidió contarte que un loco casi la mata y que si hubiera sido por ella lo hubiera matado allí mismo. La verdad es que esa chica pensaba más en aquel hombre de lo que quería. Se acordaba de sus ojos castaños, grandes y bonitos. ¿Cuantos años tendría? ¿Veinticinco? Tal vez... Le gustaría volver a verlo, verlo de verdad, por unos minutos, y sin estar gritando como desquiciados. Después de estar unos minutos imaginandolo de nuevo con una sonrisa estúpida en la cara, David la interrumpió.
- Hey, bella durmiente, ¡despierta! - y aplaudió en su cara.
- ¿Qué pasa? - dijo algo asustada.
- Te quedaste sin decir nada y con una sonrisa en la cara, pensaba que te habían abducido. ¿En qué pensabas?
- Oh... en nada importante. Tonterías. - y rió algo nerviosa.
- ¿Tonterias? No creo... ¿Qué pasa Hari, ya no me tienes confianza?
- ¡Si te tengo confianza tonto! Lo que pasa es que... ¡nada, olvídalo, tonterías!
- Bueno, ya me lo contarás, por las buenas o por las malas, pero lo harás. - le sonrió maliciosamente y se levantó - Vamonos ya pequeña, es hora de volver a casa y descansar.
- Está bien, volvamos. - y se levantó de un salto.
David llevó a Hari a su casa y según llegó a su cuarto se quedó profundamente dormida. Había sido un día algo agotador y estaba cansada. Al día siguiente tendría instituto y no sabía lo que le esperaba.
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Afortunada Coincidencia
Storie d'amoreY jamás nadie pudo reemplazar todo lo que aquel hombre sintió por esa chica, bueno, mejor dicho, aquella mujer, porque sin duda, aquel año cambió completamente; dejó de ser una joven adolescente alocada, para convertirse en toda una mujer.