A pesar de haberse dormido bastante tarde, Marcela se levantó a las 9 para cumplir con su labor de hacer el desayuno.
Quiso hacer las panquecas que Esther le había pedido, no sabía si su preferencia por aquel plato era real o solo formaba parte de la broma inicial, pero le faltaban las fresas, así que tuvo que cambiar el menú. Consiguió huevos, queso, jamón y pan, por lo que se decidió hacer omelet relleno de queso y jamón con tostadas. No era nada del otro mundo, pero suficiente para darle algo decente de comer a Esther.
La madrugada había sido bastante fría y nublada, así que el frío había sido de muerte. Mientras vio tv había aguantado todo lo que pudo, pero a las dos de la mañana el cuerpo le tiritaba, así que no le quedó más remedio que irse a la cama y enrollarse en las cobijas, que gracias a dios, eran lo suficientemente gruesas para subirle la temperatura y no congelarse mientras dormía. Allí estaba la razón por la que había dejado de ir a la Colonia Tovar, odiaba el frío y por eso al salir de Caracas, buscaba ir a lugares cálidos como su casa en Higuerote. Casa a la que debía llevar a Esther en algún momento, pensó. Al menos como retribución por este viaje inesperado.
¿Le aceptaría la invitación? Esperaba que sí, pero ya llegaría el momento de invitarla y salir de dudas.
Mientras Marcela terminaba de poner la mesa, Esther bajó del ático y la consiguió muy concentrada en sus pensamientos, tanto que no la sintió caminar sino cuando ya casi había llegado a la cocina.
- Buenos días _ La recibió risueña - Espero no haberte despertado.
- Buenos días _ Sonrió también - No lo hiciste. Te tomaste en serio lo del desayuno ¿no?
- Tú hiciste la cena, así que lo justo era que yo hiciera el desayuno.
- Cierto _ Asintió sin protestar, pues en realidad, el desayuno era lo que menos le gustaba hacer cuando iba para allá.
Su cuerpo se adaptaba bien al cambio de horario de descanso, pero eso no significaba que se levantara al 100%. Se acercó a la cafetera para hacer café, pero Marcela la paró.
- ¿Qué haces?
- Pensaba hacer café
- Ya está hecho _ Señaló la hornilla de la cocina donde estaba la greca (utensilio para hacer café)
- ¡OH! Nunca la he usado _ Reconoció - Me la regaló una vecina, pero confieso que no la sé usar.
- ¿En serio? _ Preguntó sorprendida.
- Me gusta lo práctico, así que mientras tenga una cafetera eléctrica, soy feliz.
- Bueno _ Dijo luego de sonreír - Soy igual en otras cosas, pero con lo del café, prefiero hacerlo a la antigua si no te molesta.
- No, no; por mí no hay problema _ Negó con la cabeza.
- Entonces siéntate y te sirvo.
Esther no dijo nada, sólo se sonrió, pero en el fondo le hizo gracia recibir esa "orden" de Marcela y más aún, acatarla como perro manso. Solía ser ella la que daba indicaciones y la que llevaba el control de todo, sin embargo, debía admitir que desde que bajó las escaleras de su cuarto y le pegó el olor de los omelet, se había sentido a gusto, así que esa faceta pocas veces experimentada en la que dejaba que alguien más tomara el control, no le desagradaba.
Por su parte, a Marcela se le subieron los colores al rostro cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Claro que era con buena intención, pero debía tener más cuidado. Esther le había abierto las puertas de su casa y no podía abusar.
- Lo siento _ Se disculpó al entregarle la taza de café - No quise sonar mandona _ Explicó cuando Esther la vio sin entender el porqué de la disculpa.
- Jajajaja no pasa nada.
Mientras Esther colocaba dos cucharadas de azúcar, Marcela la miraba expectante. Era una tontería, pero el poder ofrecerle ese pequeño gusto de tomarse un buen café, le agradaba. Esther tomó el primer sorbo y se quedó en silencio unos instantes viendo el líquido en su taza. Luego subió la mirada hacia Marcela y sonrió ligeramente.
- ¿Y? _ Marcela no aguantó sin preguntar.
- Está delicioso.
- Sabía que te gustaría _ Dijo luego de sonreír completamente satisfecha.
- Sí, debo admitir que es delicioso _ Asintió - Pero ni sueñes que aprenderé a usar esa cosa - Señaló la greca con la mirada.
- Al menos mientras estemos aquí, no tendrás que hacerlo _ Le guiñó el ojo.
- Me parece bien ¿Qué tal dormiste?
- Bien _ Respondió pero de manera no muy convincente.
- ¿Segura? _ Levantó una ceja.
- Sí, sí... Bueno, el frío me pegó bastante al principio, pero después logré dormir tranquila.
- Si necesitas más cobertores, los hay en el closet. No dudes en usarlos.
- Está bien, lo tomaré en cuenta.
En ese momento Esther se percató de la piel erizada de Marcela y de la franelilla que tenía puesta. Había olvidado que debía prestarle ropa abrigada.
- Ya vengo _ Dijo parándose de la mesa con la taza de café.
Marcela se quedó extrañada, pero no dijo nada. No sabía si servir la comida o esperar a que Esther regresara. Optó por lo segundo. Tuvo un escalofrío y comenzó a frotarse los brazos para calentarse un poco. Sabía que no estaba tan frío el ambiente, pero ella era poco tolerante al frío, así que inevitablemente su cuerpo reaccionaba de esa manera.
- Me pelaré del frío _ Pensó en voz alta.
Cuando sintió que Esther regresaba, continúo tomando su café como si nada tratando de disimular, pero cuando vio lo que Esther traía en los brazos, no pudo evitar poner cara de alivio y Esther se rió con ello.
- Ayer me olvidé de ésto _ Le entregó un suéter y una chaqueta. Ambos bien acolchados.
- ¡Graciaaassss! - Respondió tomándolos sin dudar y colocándose el suerte de inmediato.
- De nada, más bien disculpa que no te los di anoche.
- No importa, hoy están perfectos _ Dijo refugiándose en el suéter y sonriendo _ ¿Comemos?
- Sí _ Le devolvió la sonrisa y se dispuso a terminar de poner la mesa para desayunar.
Luego de comer, se vistieron y salieron. Marcela imaginó que harían el paseo que se suele hacer por el pueblo, pero no fue así, Esther tomó una vía que no conocía sin decir una palabra sobre el destino. Intentó adivinar hacia dónde se dirigían, pero al cabo de un rato, desistió. No tenía ni idea.
- ¿A dónde vamos? _ Su curiosidad pudo más.
- A pasear _ Fue la respuesta breve y tranquila de Esther.
- No me dirás ¿cierto? _ Insistió luego de unos segundos esperando una respuesta más completa.
- Nop _ Sonrió.
- Ya lo suponía _ Dijo resignada volviendo la vista al paisaje.
A los pocos minutos comenzó a ver parapentes fundirse con el paisaje. Al principio pensó que eran sólo un par de personas practicando este deporte, pero de inmediato se dio cuenta que era algo más, puesto que ya no eran un par, sino muchos más. Tenía cierta idea de que en la Colonia se podía practicar esta modalidad, pero jamás había averiguado para hacerlo, así que fue una verdadera sorpresa poder presenciarlo. Todo indicaba que irían allí, pero prefirió callar y esperar a confirmar su destino. De todos modos no le fue difícil perderse en las diversas figuras volando fundidas con el cielo y las montañas. Estaba fascinada.
Efectivamente Esther se estacionó en el parqueadero del lugar. Salieron del carro y caminaron hasta la baranda desde la que se podía ver el terreno desde donde despegaban los usuarios con los parapentes. En ese preciso momento estaban preparándose un par de personas. Uno ascendería con el instructor, mientras que el otro lo haría solo, sin embargo, estaban los preparadores revisando el equipo de manera exhaustiva.
- ¿Qué te parece? _ Preguntó Esther sonriendo.
- Había escuchado de esto antes, pero nunca había venido.
- ¿Y...?
Al escuchar la pregunta Marcela volteó a verla y pudo observar la expresión emocionada de Esther.
- ¡Noooo¡ jajajajaja no sería capaz _ Respondió con risa nerviosa.
- ¿En serio? _ Esther realmente pensó que Marcela podría ser atraída por ese tipo de actividad.
- Eeeesss... Un poco extremo para mí.
- ¿Extremo? _ Preguntó incrédula.
- Soy más convencional _ Respondió al tiempo que se metía las manos dentro del bolsillo de su jean desgastado con un poco de pena.
Esther se le quedó mirando unos instantes con una medio sonrisa en los labios.
- ¿Qué? _ Dijo Marcela al cabo de unos segundos.
- Quien lo diría... Te parece extremo volar en parapente, más no estar con diversas chicas en la semana... Para mí eso indudablemente es extremo. Nunca sabes con quien te encontrarás y qué problemas te traerá _ Ambas se rieron después de eso.
- Sí, es cierto _ Asintió regresando la vista al festival de parapentes en el aire _ Supongo que es un deporte que he aprendido a dominar.
- Eso es seguro, sin embargo... Podrías aprender otros menos peligrosos e igual de excitantes.
-¿Menos peligroso? _ Preguntó abriendo los ojos como platos. Esther se volteó y le colocó la mano sobre el hombro izquierdo de Marcela.
- Aunque no lo creas, ésto es menos peligroso que andar de chica en chica cada noche _ Le guiñó un ojo y caminó hasta la maleta del carro.
Marcela se quedó viendo el paisaje unos instantes más antes de ir con Esther. Estaba sacando un morral que no había visto, un par de sillas y un bloc que parecía de dibujo.
- Saca el bolso de la comida _ Le indicó.
Como cualquier paseo en la Colonia, era infaltable llevar alimentos varios para pasar el día. En este caso, Esther había alistado unas viandas con pan en rodajas, queso amarillo picado, crema de berenjena, ensalada agria y salchichas polacas. Un menú nada extravagante, pero suficiente para engañar al estómago mientras llegaba la hora de la comida fuerte. A parte, estaba la pequeña cava con los jugos en lata.
Todo aquello distaba mucho de lo que consumía en el bar, pero en apenas un día, se había dado cuenta que Esther cuidaba lo que consumía y que a pesar de tener a disposición cajas y cajas de licor, no era del tipo "beber a toda hora". No es que le sorprendiera necesariamente, de hecho, era bastante obvio que cuidaba cada detalle de lo que la rodeaba y nunca, nunca la había visto fuera de control con el alcohol, pero pensó que estando en días libres y descanso, tal vez ese control era menor. Total y completamente equivocada.
- Cuando vengo aquí, lo hago por dos razones... Una porque quiero disfrutar del paisaje y la experiencia de los que vuelan; dos, porque quiero ser parte de los que vuelan y liberan la adrenalina en el aire _ Habló a medida que caminaban hacia un área plana donde estaban varias personas sentadas o paradas disfrutando de todo desde la seguridad de la tierra - A veces, hago ambas cosas _ Concluyó al llegar al sitio donde se instalarían.
- ¿Y hoy los ánimos te llevan a...? _ Dejó la pregunta en el aire.
- A ambas _ Sonrió ampliamente.
- ¡Madre mía! _ La miró con cierto terror en la mirada.
- Jajajajaja no te preocupes, si me pasa algo, estás aquí para garantizar que no me dejen tirada en el olvido _ Bromeó mientras descargaba las cosas que llevaba.
- No me parece gracioso _ Dijo entredientes.
Cuando todo estaba en su sitio, Esther se puso frente a Marcela y la agarró por los hombros.
- Tengo certificado de instructora Marce, no te preocupes ¿si? Estos chicos me enseñaron todo lo necesario para hacer un vuelo seguro y sin riesgos, y aunque siempre es posible los imprevistos, yo tomo todas las medidas de seguridad posibles _ Le sonrió y asintió antes de soltarla y dirigirse hacia su mochila.
- ¿Lo harás ya? _ Preguntó ansiosa.
- ¡Claro! ¿Para qué esperar?
Sin darle tiempo a responder o decir algo más,
Esther caminó rumbo a una edificación en la que suponía debía registrarse.
Marcela tenía los nervios de punta, a pesar de observar todo lo que ocurría antes del despegue, no podía evitar sentir aprensión ante aquello e imaginar que algo pudiera salir mal justo ese día, era una idea que no la ayudaba en nada a calmar sus nervios.
Sin embargo, cuando vio a Esther salir de la edificación y saludarse amistosamente con todos los encargados presentes, su nerviosismo bajó un poco. Quizás porque esa camaradería que demostraban le hizo saber que se tenían confianza, así que quién era ella para poner en duda aquello.
Abrió una de las sillas plegables, la ubicó al lado de la cava y el bolso de la comida, sacó una lata de jugo y se sentó a disfrutar del espectáculo.
No perdió detalle en lo cuidadosa que Esther fue al sacar su equipo. Revisó cada extremo del mismo, las uniones, las correas, los dispositivos de seguridad, todo lo que Marcela fue capaz de identificar y lo que no. Era muy meticulosa, de eso no había dudas, cosa que la calmó aún más. De alguna manera le recordó a como era ella cuando salía a navegar con su lancha. Mil cosas podían salir mal, pero ella intentaba dejar lo menos posible al azar, y así era Esther por lo que podía ver, así que apartó su miedo y desde ese momento, realmente comenzó a ver la belleza de volar de aquella manera.
Pudo detallar las diversas expresiones de las personas antes y después de volar. Iban desde el temor, expectación, emoción, necesidad, hasta alegría, gozo, liberación. Esta última le llamó tanto la atención.
- ¿Primera vez que vienes? _ La pregunta vino de una chica morena con cabello corto pero con rasgos delicados.
Era delgada, sin muchas curvas, pero definitivamente atlética, con cara de niña y una hermosa sonrisa. En un primer momento, su instinto conquistador se activó, pero rápidamente lo apartó y se recordó que ese viaje era para sí misma y nada más.
- Sí _ Le sonrió _ ¿Es muy evidente?
- Un poco _ Le respondió la sonrisa - Tienes esa expresión maravillada y de asombro que todos ponemos cuando venimos por primera vez.
- Imposible no tenerla _ Dijo mientras observaba cómo despegaba un instructor con uno de los usuarios - Es un poco atemorizante, pero hermoso.
- Cierto _ Ambas se quedaron en silencio un instante mirando como agarraba vuelo y altura - Soy Rebecca _ Se presentó.
- Marcela _ Se estrecharon las manos.
- ¿Viniste sola?
- No. Vine con una amiga... Que está justo allá _ La señaló. No era difícil identificarla pues estaba colocándose el equipo en ese momento.
- ¿Esther? _ Preguntó sorprendida.
- Sí _ Respondió de igual manera - ¿Son amigas?
- Sí. Desde algunos años _ Le explicó - Woooww... Esto sí que es una sorpresa.
- ¿Qué cosa?
- Es primera vez que viene acompañada. Debe ser algo serio.
- ¡Oh no! No es lo que piensas _ Trató de aclarar rápidamente - Somos amigas nada más.
- Ajá _ Respondió con una medio sonrisa incrédula.
- No, en serio. Somos solo amigas.
Rebecca la miró con los ojos entrecerrados por un instante antes de encogerse de hombros aceptando sus palabras, aunque claro, eso no significaba que lo creyera del todo.
- ¿Lo intentarás? _ Le preguntó refiriéndose al vuelo.
- ¿Yo? Nooooo, no lo creo _ Negó de manera fehaciente - Eso de volar no es lo mío.
- ¿Y qué lo es? _ Ladeó la cabeza un poco
- Navegar... Eso es lo que me gusta.
- Otra manera de ser libre... Aunque te aseguro que nada se iguala a la experiencia de volar. Deberías probarlo. Una vez no te hará mal.
- No no no no no _ Volvió a negar descartando la idea.
- Yo decía lo mismo y ahora... Soy adicta a ello.
- ¿Y por qué no estás allí?
- No puedo. Fui operada hace poco y aún no puedo volar. Tengo que esperar dos semanas todavía _ Habló con pesar.
- Oh.
- Seeee. Pero en dos semanas estaré lista para la acción otra vez _ Sonrió satisfecha.
- Que bueno, me alegro por ti.
- Yo también.
- ¡Becca! _ La llamó una chica que estaba unos metros más allá.
- ¡Voy! _ Le contestó sonriente - Estarás aquí ¿cierto? _ Preguntó al volverse hacia Marcela.
- Sí, aquí estaré. Al menos hasta que Esther quiera.
- Jajajajaja te queda una larga tarde por delante entonces _ Dijo antes de alejarse y encontrarse con la otra chica.
No fue difícil saber que eran pareja, el lenguaje corporal de protección y "marcado de territorio" al ponerle la mano en la base de la espalda, era más que suficiente, pero a Marcela poco le importó, pues de inmediato regresó su mirada al frente justo a tiempo para ver como Esther tomaba distancia y se posicionada para ascender.
Todo fue tan rápido y a la vez tan lento, que Marcela se quedó hipnotizada con toda la sincronía que tuvo para hacerlo. No podía negarlo, fue realmente hermoso verlo. Y por un instante, pensó "¡Quiero hacerlo!", pero al momento de ver como Esther desaparecía en el precipicio, su estómago se hizo un nudo y se levantó como resorte de la silla buscando algún indicio de alarma en los presentes, pero al parecer, sólo ella había notado su caída. Cuando pretendía gritar por ayuda, vio como Esther aparecía con gracia en el horizonte, con quietud y dominio en sus movimientos, así que respiró con alivio y se volvió a sentar.
Que espectáculo tan maravilloso fue verla volar. Subir, bajar, girar. Fundirse con el paisaje y formar parte de él. No supo en qué momento pasó, pero cuando se dio cuenta, tenía en sus manos el bloc de dibujo y un par de lápices. Había comenzado a dibujar la silueta de Esther en el aire. Como era de esperarse, se sorprendió, pero su mano no descansó hasta terminar la imagen.
Sin pensarlo, pasó a otra hoja en blanco y continuó dibujando, sólo que esta vez, incluyó no solo la figura de Esther, sino la de las otras siluetas que se lograban ver, transformándolos a todos, en un mismo dibujo.
Estaba tan concentrada que no se había fijado que Rebecca se había sentado un poco más atrás de ella en el piso sobre una manta. Así como Marcela estaba abstraída dibujando, Rebecca estaba maravillada viéndola dibujar, así que había procurado no molestarla mientras lo hacía. Sin embargo, no pudo evitar retener un estornudo, con lo cual delató su presencia.
- Hey, no sabía que estabas allí _ Le dijo sorprendida.
- Lo sé. Cuando te vi tan inmersa en tu dibujo no quise molestar.
- Son sólo garabatos _ Dijo apenada.
- Ojalá yo hiciera esos mismos garabatos _ Dijo al tiempo que se levantaba para sentarse más a la par de Marcela.
- Aquí hay otra silla _ Le ofreció.
- Gracias.
Dobló la manta en la que se había sentado y se sentó en la silla junto a Marcela.
- ¿Hace mucho que dibujas?
- Aprendí de adolescente, pero tenía muchos años sin hacerlo. No sé ni cómo he hecho ésto _ Señaló los dibujos.
- Pues no has perdido el talento. Está intacto.
Marcela no pudo evitar sonrojarse y sentir un poco de nostalgia, ya que aquello le recordó lo mucho que su abuelo alababa sus dibujos. Rebecca logró ver ese pequeño ensombrecimiento en la mirada de Marcela, así que supo era un tema sensible y que debía cambiarlo.
- ¿Y qué hay entre tú y Esther? _ Marcela sacudió la tristeza mentalmente antes de responder.
- Nada. Sólo amigas como te dije antes.
- ¿Seguro? _ Insistió levantando ligeramente una de las cejas. Marcela sonrió divertida.
- Totalmente. Te aseguro que no soy el tipo de Esther.
- ¿Por qué?
- Soy del tipo cero compromiso. Nada de involucrarse o dar pie para conocerse. Solo una noche y ya.
- Eso suena exactamente igual a lo que Esther frecuenta.
- Lo frecuenta, pero no quiere decir que sea su tipo.
- Perdón, pero no te entiendo _ Dijo Rebecca.
- Estoy segura que en un principio todo eso era exactamente lo que buscaba, pero ahora, ya no es así.
- No estoy tan segura ¿sabes? Ha tenido oportunidades de conocer mujeres que pueden ofrecerle algo más que lo que obtiene ahora y las ha descartado así sin más.
- ¿Cómo las conoció?
- ¿A qué te refieres?
- ¿Las conoció por si sola o fueron citas acordadas?
- ¿Eso importa? _ Preguntó un poco confundida.
- Mucho. Esther necesita que llamen su atención, que despierten su necesidad de conocer, de buscar, de conquistar. Las citas arregladas matan esa iniciativa, así que ya desde un inicio, pierde interés.
- Sabes mucho sobre ella ¿no? _ Dijo luego de unos instantes observándola en silencio.
- Realmente no. Ha sido un gran misterio por años saber quién es ella más allá del ambiente en el que coincidimos, pero con lo poco que me ha dejado ver, es una mujer excepcional. Y lo que dije antes, digamos que es una corazonada.
Rebecca no dijo nada, pero su expresión facial decía que no estaba muy convencida con aquel argumento.
- Mira, evidentemente tú la conoces mucho mejor que yo y no pretendo contradecirte, pero hay ciertas cosas que tenemos en común Esther y yo y es precisamente eso, lo que me hace decir lo que dije antes. Tal vez me equivoque, tal vez solo estoy diciendo sandeces, pero hasta ahora, es lo que he podido ver.
Rebecca bajó la mirada pensando en ello y al final, asintió.
- Tal vez tengas razón _ Le sonrió.
Luego de esa pequeña conversación, el interés se centró en Rebecca explicándole a Marcela, todo lo necesario para poder iniciarse en el volar. Logró ver un atisbo de interés en Marcela, así que se dedicó a despertar la curiosidad en ella para intentar propiciar el que no se fuera ese día sin vivir la experiencia.
Cuando Esther se les unió, sorpresa agradable que se llevó al verlas conversar animosamente, alimentó también la idea de que probara la experiencia. Incluso se ofreció a ser ella quien la guiara, con lo cual, las últimas dudas que tenía Marcela, se hicieron a un lado aceptando la propuesta. Nervios a millón y con el sustico calado en los huesos, pero aceptó, solo esperaron a que Eva, la pareja de Becca regresara, para no dejarla sola. Luego de las presentaciones respectivas y el intercambio de información sobre las corrientes de aire para el momento, Esther tomó a Marcela de la mano y de la llevó camino a la recepción para cumplir con los requisitos necesarios antes del despegue.
Tratando de disimular su miedo, Marcela optó por un silencio sepulcral durante toda la preparación. Lo único que fue capaz de procesar fue el "Confía en mí, te traeré a tierra sana y salva" que le dijo Esther cuando la dejó totalmente atada al equipo. Minutos pasaron o simples segundos, Marcela no lo supo, sólo tuvo consciencia de que pasaría cuando emprendieron la corrida de impulso y cuando sus pies y el vacío se adueñaron de su cuerpo.
Primeros segundos que la dejaron totalmente paralizada, pero que con el transcurrir de los minutos, la sensación de estar flotando en medio de la nada y con todo aquel paisaje delante de ella, la hicieron entregarse a la libertad de ese instante.
Sin saber de dónde o por qué, unas ganas incontrolables de llorar y gritar se adueñaron de ella y sin más, las dejó libre. Un llanto profundo y sentido salió sin reparo y con él, algunos gritos liberadores que le permitieron sacar toda la rabia y frustración por el abandono de su familia, por lo mucho que extrañaba a su abuelo y por lo sola que se sentía cada maldito día de su vida.
Esa era la verdad de su existencia. Estaba sola. Se sentía sola y estaba cansada de sentirse así. Sus amigas, quienes eran sus hermanas, llenaban un espacio importante en su vida, pero no podía evitar sentirse vacía y sin raíces. Sin nada a que aferrarse. Sin nada por qué luchar.
Lloró mucho. Lloró como nunca, pero al mismo tiempo, lo sintió liberador. Tal vez el tener ese pequeño momento para ella sola, era lo que tanto había necesitado. Allí, en medio de todo y a la vez, en medio de nada.
Esther notó de inmediato lo que sucedía, así que optó por solo fijar el rumbo y dejarla soltar todo aquello que necesitara soltar. Dios sabía cuántas veces había hecho lo mismo para mantenerse cuerda en su vida estéril, así que sabía bien lo mucho que Marcela necesitaba de ello. A través de su dispositivo de comunicación, avisó que se tomaría unos minutos de más antes de aterrizar. Era una de las ventajas que tenía el ser amiga de los instructores a cargo.
Cuando vio que Marcela abrió sus brazos de par en par, supo que era momento de volver.
Muchísimas gracias por la receptividad que han tenido con este nuevo relato. He leído cada uno de sus comentarios y aunque no los haya respondido a manera individual, les aseguro que los leí y agradecí profundamente.
En una oportunidad les pregunté, qué personajes les gustaría que profundizara en un nuevo relato y fueron muchas las opciones que me dieron, sin embargo, en uno de esos momentos en los que revisé mis historias y me reencontré con el personaje de Esther, sentí que de todos aquellos personajes fugaces que han aparecido en mis letras, ella era una de las más misteriosas y de quién siempre, quise ahondar en su vida y conocerla mucho más.
Por otro lado, Marcela, un personaje tan carismático y leal, viviendo una vida muy divertida y relajada mientras su entorno así se lo permitía, quise saber qué pasaría en el momento de hacerse las temidas preguntas de: "¿Y ahora qué?", "¿Qué más hay después de aquí?".
Dos personajes simples a primera vista, pero que guardan una enorme complejidad en su interior en el que quise hurgar e ir descubriendo poco a poco. Espero les emocione tanto como a mí el hacerlo.
Besos y abrazos para todos. Feliz fin de semana :-D
Hasta el viernes próximo.
Kam
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Nunca Te Esperé
RomancePodemos huir del amor todo el tiempo que queramos, pero siempre nos alcanzará. De una u otra manera. A veces no se trata de que no estemos hechos para el amor, sino que no estamos preparados para él y la vida misma lo sabe, y no es sino hasta que nu...