Pasaron sólo 15 minutos, antes de que el timbre sonará nuevamente y Marcela cerrara los ojos por unos segundos para calmar los nervios. La visita de Esther la habían aliviado bastante, pero era inevitable que el nudo en su estómago se prensara al escuchar la puerta anunciando la inminente llegada.
Dio una última vista al apartamento para cerciorarse de que todo estaba en orden y luego caminó hasta la puerta, vio por la mirilla y tragó grueso al ver la imagen de su madre. Respiró hondo una vez más y abrió la puerta.
Ambas se quedaron en silencio simplemente mirándose. Marcela pudo ver que a pesar de los años, su madre seguía siendo una mujer muy bella y elegante. Su estilo formal, con un taller de falda y chaqueta azul claro, blusa sin botones beige, sus accesorios a juego con el color de la ropa, sus medias pantys impecables y sus zapatos negros de tacón medio. Su cabello en un moño perfectamente creado y su maquillaje ligero y sobrio. La perfecta dama de sociedad. Su rostro mostraba evidentes signos de los años transcurridos, pero sin opacar sus rasgos refinados y hermosos.
Recordaba esos ojos color miel pero con una expresión acusadora, sin embargo, ya no era así. La expresión era más cálida y... ¿Tierna? De seguro estaba alucinando, así que sacudió la cabeza mentalmente para no crearse historias fantásticas.
- Marcela _ La saludó.
- Madre _ Respondió.
No hubo acercamientos, sólo ese frío saludo de parte de ambas. Su madre porque sabía que Marcela estaría a la defensiva y Marcela, porque esa mujer ante su puerta, era una total desconocida. O al menos, en los últimos 13 años.
- ¿Puedo pasar? _ Preguntó al no recibir invitación para hacerlo.
Marcela no respondió con palabras, simplemente se hizo a un lado y la invitó a entrar con un gesto de su mano.
Al entrar, su madre caminó hasta el medio de la sala y recorrió todo el espacio con su mirada, pero a diferencia de lo que Marcela esperaba, no lo hizo de manera acusadora o despectiva, sino todo lo contrario. Con una media sonrisa, expresó su agrado por el espacio que observaba. Cuando visualizó en un rincón, el caballete con los lienzos para dibujar y el rostro de una mujer muy bella sonriendo, supuso que era alguien especial para su hija. Lo supo no sólo por el hecho de que tuviera el privilegio de ser dibujada por su hija, sino por el cuidado en los detalles.
Se acercó al lienzo y pudo detallar a aquella mujer. El brillo en sus ojos, las pequeñas líneas de expresión que delataban el no ser tan joven, su cabello cayendo a un lado de su rostro, sus labios al reír... Sospechaba que era una copia fiel de la modelo en cuestión.
- Eres muy talentosa _ Dijo rozando el lienzo con la punta de sus dedos.
Marcela permanecía estática cerca de la puerta con las manos metidas dentro de los bolsillos del jean negro que cargaba. No sabía que decir o qué hacer, así que sólo la dejó estar hasta que llegara el momento de descubrir el motivo de aquella visita.
- Tu padre siempre supo que tenías un extraordinario talento. De hecho, le temía a eso _ Dijo con tristeza.
- ¿Qué? _ Fue lo que atinó a decir luego de escuchar lo último.
- Le temía a tu talento _ Repitió, antes de echar un último vistazo y darse vuelta para poder mirar a Marcela. Ante su mirada confusa, continuo - Cuando tu padre vio tus primeros dibujos, supo de inmediato que tenías un talento innato para ello, así que intentó por todos los medios de desacreditar tu gusto por el arte, para que no te inclinaras a ello y estudiaras una carrera seria, como pensaba él.
- Tú también lo hiciste _ La increpó.
- Sí, es cierto. Pocas veces contradecía a tu padre. No así tu abuelo, que le peleó eso hasta su último aliento _ Hizo una pequeña pausa - Lamento no haberte apoyado _ Le dijo con arrepentimiento - Debí hacerlo. Debí haber sido tu voz y no lo hice.
ESTÁS LEYENDO
Nunca Te Esperé
RomancePodemos huir del amor todo el tiempo que queramos, pero siempre nos alcanzará. De una u otra manera. A veces no se trata de que no estemos hechos para el amor, sino que no estamos preparados para él y la vida misma lo sabe, y no es sino hasta que nu...