7. Insospechado

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Marcela se encontraba arreglando las cosas de limpieza y mantenimiento de la piscina de la casa en la playa mientras esperaba que Esther, Nicole y Daniela llegaran.

Finalmente habían logrado planificar el viaje de fin de semana y estaba bastante nerviosa. Aún y cuando se habían visto todas en el bar un par de veces, no habían podido compartir mucho debido a que Esther estaba en sus ocupaciones. Esther, le dio apertura para que se sentara dentro de la barra y medianamente hablaran, pero las clientes y la música, habían imposibilitado una mayor interacción, así que para no entorpecer su trabajo, Marcela optó por permanecer como cualquier otra cliente asistente.

Había disfrutado al ir, pero en ambas ocasiones, se sintió decepcionada por no poder compartir en ese ambiente con ella. Parecía tonto y se había reprochado por ello, pero no podía negarlo, el mayor atractivo para ir al bar era ver a Esther. Hablaban casi que todos los días por whatsapp o por llamadas, pero el contacto directo, era un poco complicado por el horario de cada una. Marcela había querido proponerle verse una que otra tarde, pero se había frenado para no importunarla, así que esa era la primera vez que se veían desde el viaje a la Colonia Tovar y aunque no entendía el por qué, sentía nervios por volverla a ver. Quizás era, porque ese viaje confirmaba que la amistad surgida entre ellas, era real. O al menos, esa era la explicación que había encontrado cuando los nervios en la boca del estómago desde hacía dos días, la estaban volviendo loca.

Sonó el timbre del intercomunicador y corrió hasta él. Era Esther, así que abrió y se apresuró a echarle un vistazo al apartamento para cerciorarse de que estaba ordenado y con sólo lo del viaje afuera. Por lo general, no le importaba mucho ese aspecto, pero dado que había visto lo ordenada y pulcra que era Esther en su casa, no quería parecer un desastre andante, así que había arreglado todo lo mejor posible.

- Hola _ Saludó una sonriente Marcela.
- Hola _ Contestó de igual manera Esther.
- Adelante _ Se apartó de la puerta para dejarla entrar - Estás en tu casa.
- Gracias _ Contestó mientras caminaba hacia el sofá donde recostó su morral.
- Hasta que por fin te veo, casi se me olvida tu cara _ Dijo de manera exagerada.
- Me viste hace dos semanas en el bar _ Respondió levantando una ceja, pero divertida por aquello.
- Bueno sí, pero es que casi ni te vi por lo concurrido de la noche y como tampoco pones fotos en tu whatsapp, ni siquiera por allí se te puede ver _ Habló en manera de broma, pero en el fondo era verdad.
- No hay mucho que ver, así que para qué perder el tiempo.
- Tú que sabes... Capaz y tienes admiradoras secretas.
- Jajajajajaja sí claro, no sé de ninguna.
- Por eso se llaman "admiradoras secretas" _ Se rió.
- Bueno pero ya estoy aquí y me tendrás para ti todo el fin de semana, así que tranquila.
- ¿Yo? _ Dijo con desconcierto - ¿Por qué yo?
- Porque entre mis contactos, no hay nadie que pueda ser mi admiradora secreta excepto tú.

Marcela se quedó boquiabierta por un segundo, antes de reaccionar y disimular su enrojecimiento.

- Eso es algo que tú no sabes, pero, en fin, Nicole y Daniela aún no llegan para variar, pero vienen en camino.
- Está bien, no tengo problema con eso _ Dijo Esther sin dejar de sonreír.
- ¿Quieres jugo o té? _ Ofreció haciéndose de la vista gorda con la sonrisa de Esther.
- Jugo, gracias.
- Ya te lo traigo.
- ¡Marcela! _ La llamó cuando empezaba su camino a la cocina.
- ¿Sí? _ Se volvió.
- Te ves adorable toda sonrojada.

De manera inevitable, los colores se pusieron más intensos en el rostro de Marcela y esta sólo pudo seguir su camino hacia la cocina para tratar de volver a su estado natural. Esther por su parte, sonrió muy complacida, ya que sabía que por lo general, Marcela solía ser quien sonrojaba a las chicas con las que salía, así que era refrescante verla fuera de su elemento. Era mucho más atractiva así, que con su pose de conquistadora. O por lo menos, para ella era así.

A los pocos minutos, Marcela salió de la cocina con un vaso de jugo y se lo entregó, no le hizo falta probarlo para saber que era mora y se sorprendió por ese detalle. En el viaje a la Colonia Tovar, le había comentado que el jugo de esa fruta le encantaba y era todo un detalle que le ofreciera justamente ese jugo.

- ¿Mora? _ Preguntó igual.
- Sí, compré para llevar al viaje también. Ahora no falta en mis compras.
- ¿Por qué? Antes no lo tomabas _ Ladeó ligeramente la cabeza y sin dejar de sonreír.
- No creas que es por ti, no te creas tan importante _ Dijo levantando el mentón de manera altanera fingiendo indignación.
- No, no, de ninguna manera pensé que era por mí _ Respondió siguiéndole la corriente - Pero me pregunto, si mi admiradora secreta seguirá consintiéndome así todo el viaje.
- Depende _ A pesar de la pena que sentía, decidió que le haría frente a sus bromas.
- ¿Depende de qué?
- De cómo me compensarás
- ¿Y no se supone que las admiradoras secretas actúan sin esperar nada a cambio?
- Sólo cuando son secretas, pero como te empeñaste en dejarme al descubierto, entonces ya no aplica.

Esther se carcajeó al escuchar aquella respuesta, pues no se la esperaba, pero le agradó que Marcela le siguiera el juego hasta dejarla sin más argumento. Tomó un sorbo de jugo sin dejar de mirar la sonrisa sobrada de Marcela al saber que aquel intercambio, lo había ganado.

- Atrás quedaron los actos desinteresados ¿no?
- Todo acto persigue una reacción _ Aseguró Marcela, a lo que Esther respondió levantando una ceja.
- ¿Y qué reacción persigues tú? _ Preguntó sonreída otra vez.

Marcela se reprendió mentalmente al darse cuenta que le había puesto en bandeja de plata la oportunidad para sonrojarla nuevamente.

- Cuando la obtenga, te lo diré _ Fue lo que atinó a responder dentro de su desconcierto, pues a la final, se preguntó qué perseguía realmente.
- Pero si no me dices ¿cómo saber qué darte? _ Trató de disuadirla para que le dijera qué quería.
- Lo dejo a tu criterio _ Sonrió con picardía y le guiñó un ojo de manera juguetona, al tiempo que Esther le devolvía la sonrisa también.

Se quedaron mirándose unos segundos sin tregua, ambas tratando de descifrar de dónde salía aquel coqueteo tan natural. Tenían demasiado tiempo haciendo del coqueteo su forma de vida, de allí que, el primer impulso, fue pensar que no tenía mayor importancia, sin embargo, con lo que no contaban era con la "pequeña" emoción que sintieron mientras lo hacían, detalle que las hizo sacudirse mentalmente y dejar a un lado aquel inesperado momento.

El timbre de la casa rompió con ese momento de instrospección que tenían, haciendo que se sonrieran mutuamente como si nada.

Marcela abrió la puerta y entraron Nicole y Daniela un tanto azoradas por el retraso, sabían que Marcela se ponía necia cuando no eran puntuales y lo menos que querían era buscarle la lengua.

- Lo sentimos chicas, pero un cliente quiso cambios de último momento y nos retrasó la salida _ Se excusó Nicole.

Daniela miró a Marcela con expresión de "no nos regañes por favor", pero Marcela sólo sonrió sin alterarse en lo más mínimo.

- Tranquilas, no hay problema.

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