3. Vulnerable

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Luego del magnífico vuelo, aterrizaron sin problema. Marcela con la sensación de haber liberado una pesada carga y Esther, con la satisfacción de haberle proporcionado ese instante tan íntimo y tan importante para una persona. No se imaginó que sería de esa forma, pero mentiría si no reconocía que se sentía hasta cierto punto, honrada de haber sido parte de ese momento.

Cuando ella lo vivió, había estado sola y sin testigos de nada y aunque le había parecido lo mejor para no tener que dar explicaciones a nadie, al llegar a casa, la soledad le había recordado que todo seguía y seguiría igual.

Gracias a los lentes de sol, nadie notó el enrojecimiento de los ojos de Marcela, así que pasó desapercibido. Sin embargo, Esther sabía que las emociones las debía tener a flor de piel, por ende, desvió la invitación que les habían hecho Eva y Rebecca a cenar, para hacerla la noche siguiente en casa.

La conversación se mantuvo ligera y banal durante el camino a la cabaña. No era el lugar apropiado para hacerla hablar y terminar de botar aquello que la perturbaba, así que la mantendría así hasta que viera el momento más propicio para abrir esa puerta.

Luego de que ambas se bañaron y cenaron, se sentaron frente a la chimenea a tomar un poco de vino tinto y a conversar.

- ¿Me mostrarás lo que dibujaste?
- ¿Qué? _ Preguntó sorprendida. Ella había guardado todo mucho antes de que Esther llegara hasta donde había estado sentada, así que no se esperaba esa pregunta.
- Lo que dibujaste. Me encantaría verlo.
- Pero... ¿Cómo supiste? _ Esther sonrió ligeramente y tomó un poco de su vino antes de contestar.
- Te vi desde el aire.
- Mentira _ Dijo entrecerrando los ojos - ¿Rebecca?
- Ya te dije, te vi _ Reiteró pero sin poder disimular lo divertida que estaba con aquello.
- ¿Pero en qué momento te lo dijo? _ Había estado allí en todo momento y no había captado de ninguna manera, el momento en que se lo había dicho.
- ¡Baaahhh¡ Olvídate de eso y muéstrame.

Podía negarse, claro que podía, especialmente porque le daba pena que ambos dibujos la tenían a ella como protagonista, pero a la final, le parecía una grosería no mostrarlo cuando ya sabía de su existencia. Fue hasta su habitación, buscó su bloc y con las mejillas encendidas, salió hasta la sala y se lo entregó a Esther.

Esther dejó a un lado su copa y se dispuso a ver lo que Marcela había creado. Se quedó sin habla. El dibujo era tan perfecto, pero a la vez tan sencillo, que ahí radicaba su hermosura. Las líneas, los degradados, la manera de fusionar cada detalle del paisaje y de ella en él. Realmente le gustaba. En sus visitas, era ella quien dibujaba a los demás, pero era primera vez que la dibujaban a ella y no podía negar que la emocionaba saberse perpetuada en ese dibujo. Ambos dibujos le fascinaron y tuvo el impulso de pedirle que se los regalara, pero sabía lo importante que podían ser esos dibujos para Marcela, así que los admiró unos minutos más, antes de devolvérselo con una gran sonrisa en sus labios.

- Son estupendos.
- ¿Si? _ Preguntó dudosa.
- Totalmente.

Eso no ayudó a disminuir el enrojecimiento de sus mejillas, pero ahora era una mezcla entre satisfacción y orgullo. Ya eran dos las personas que apreciaban su obra y eso, por insignificante que pareciera, le brindaba un poco de ese calor que sólo su abuelo le había ofrecido años atrás.

Como lo extrañaba. Cada día que pasaba lo hacía y aunque sabía que siempre estaba junto a ella cuidándola, necesitaba a horrores sentir sus abrazos. ¿Qué carajos le pasaba? ¿Por qué estaba tan sensible? Sus ojos se inundaron de lágrimas nuevamente sin poderlas contener o controlar, y antes de que pudiera pensar en alguna excusa para irse a su cuarto a recomponerse, sintió como un par de brazos la rodearon fuerte y firme ofreciéndole ese cobijo que pedía a gritos.

Le importó muy poco que no fuera quien realmente quería, a la final, ese abrazo lo sintió tan cálido y tan sentido que se entregó a ellos al igual que esa tarde, se había entregado a la libertad de la inmensidad.

Esther la cubrió por completo y la llevó a que Marcela se acurrucara en sus brazos como una niña. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que Marcela había podido llorar así? Lloraba con dolor, con rabia, con nostalgia. ¿Cuál era su historia? Jamás en toda su vida, la habría imaginado así de frágil y vulnerable y el instinto de protección se hizo más fuerte. La acobijó con todo su ser. No solo físico, sino emocional al decirle palabras de aliento y tranquilizadoras para que sintiera que no estaba sola. Y no lo estaba. En ese momento, con esa versión de Marcela tan indefensa, supo que no la dejaría sola. Que a partir de ese instante, sería su apoyo, su amiga, su ángel protector por llamarlo de manera cursi, pero no la dejaría sola. Aunque Marcela misma se negara por orgullo, lo haría.

Pasó el tiempo sin tomarlo en cuenta, lo único relevante fue que Marcela quedó sin lágrimas que derramar. El grifo que se había abierto sin control, parecía haber encontrado la manera de cerrarse, pues sólo quedaba el cansancio, pero a la vez, el alivio de haber sacado todo el dolor que tenía años reprimiendo. Los ojos le pesaban, el cuerpo lo sentía cansado, pero sentía que debía explicarle a Esther la razón de aquella explosión emocional. Algo le decía que sería incapaz de preguntar, pero estaba allí, dándole un cobijo que no tenía por qué darle, así que le debía una explicación.

- Debes pensar que estoy loca _ Dijo con voz ronca y congestionada por el llanto.
- No, no lo hago. Sólo me pregunto desde hace cuánto tenías todo eso retenido _ Contestó sin aflojar el abrazo y las caricias de alivio.
- Años _ Dijo Marcela luego de unos instantes. Por un momento se debatió entre sentarse correctamente o permitir ese cálido consuelo por un tiempo más, especialmente tomando en cuenta el tema que tocaría - Es primera vez que lo dejo salir. Nunca antes me di permiso de hacerlo.
- ¿Por qué?
- No ganaba nada haciéndolo. Llorar no cambiaría lo sucedido.
- Ahora tampoco lo cambia me supongo, pero estoy segura de que te sientes con un poco menos de peso al dejarlo salir ¿o me equivoco?
- Sí, es cierto. Aunque igual no cambia lo sucedido.
- ¿Y qué es lo sucedido?

Hubo una larga pausa en la que Esther pensó no obtendría respuesta, pero al final, Marcela respiró hondo antes de comenzar a hablar.

- Mi familia me rechazó por ser gay. Me botó de la casa, me desheredaron, me quitaron todo lo que tenía. Me execraron totalmente de sus vidas... Al punto de fingir mi muerte para justificar mi desaparición. Sólo su círculo muy cercano de amistades sabe que es mentira, pero para el resto, yo no existo... Fue un golpe tremendo para mí, nunca pensé que mi padre, que era los ojos de mi vida, reaccionaría así. Mis hermanos... Ellos me miraban con desprecio, con asco... Y mi madre _ Sonrió con dolor - Me ignoró desde el primer momento que me escuchó, así que a partir de ese instante, quedé sola y por mi cuenta. Sólo mi abuelo se negó a todo eso y aún pasando por encima de todos, nunca me abandonó. Nos vimos muy pocas veces porque a los dos años cayó en cama, pero me ayudó a continuar, a conseguir una habitación, a pagar los cursos de peluquería para poder dedicarme a algo... Me dio todo el apoyo que pudo y al final, incluso luego de su muerte, se encargó de no dejarme desamparada, me dejó la casa de playa que habían comprado para disfrute de todos. Para sorpresa de mis padres, siempre había estado a mi nombre y se encargó de incluir una cláusula que les impidió impugnar sus deseos y hoy es lo único que me vincula a ellos. También me dejó dinero. Mucho dinero, pero lo uso solo para mantener la casa que fue tan importante para él. La mantengo en su honor. Mi abuelo era el único que tomaba en serio mi gusto por el dibujo. Para mi papá la única carrera seria era la medicina así que lo veía como un capricho, pero mi abuelo... Le encantaba mis dibujos. Esa es la razón de esta explosión emocional. El que tú y Rebecca alabaran mis dibujos me... _ La voz le tembló, pero se aclaró la garganta y continuó - Me hizo recordarlo y caer en cuenta de lo mucho que lo extraño. Del gran vacío que me dejó y... de lo sola que estoy.

Fue inevitable que los ojos se le humedecieran nuevamente.

- ¡Que patética soy! _ Dijo al tiempo que rompió el abrazo y se sentó apoyando sus codos en sus piernas y mirando a la nada - Llorando y lamentándome por una familia que me abandonó y me dejó a mi suerte sin dudarlo _ Dijo con rabia en su voz.
- No digas eso _ Le dijo imitándola en su postura, pero centrando su mirada en ella.
- Claro que sí... Si esto no es ser patética, entonces no sé lo que es.
- No te lamentas por tu familia, te lamentas por tu abuelo. Es diferente.
- ¿Y por qué me siento tan vacía y sin raíces? ¿Por qué me importa tanto la ausencia de ellos en mi vida cuando ni siquiera les interesa si estoy bien o no? _ Volvió la mirada con evidente dolor en ella.
- Porque eres humana, porque sientes, porque al igual que todos, necesitas de ese amor primario e incondicional.
- Pero no está y ya es hora de aceptarlo. Aceptar que no merezco eso.
- Aceptar que no está, sí, pero jamás vuelvas a decir que no lo mereces ¿me oíste? Nunca más digas eso _ Dijo ésto último tomándola del mentón para evitar que bajara la mirada - Mereces eso y mucho más. Lo diferente... Es que no lo obtienes de quienes deberían darlo, pero uno también escoge una familia Marcela, uno escoge a esas personas que nos llenan, que nos aceptan, que nos aman... Y tú tienes personas a tu alrededor que te aman. No las menosprecies porque no sean tu sangre.

Marcela cerró los ojos dejando salir un par de lágrimas que se escaparon, pero que no llegaron al final, pues Esther las limpió con sus dedos.

- Que llorona salí ¿no? _ Trató de bromear luego de que Esther la soltará y la dejará bajar la cabeza para recomponerse.
- Sólo lo necesario _ Cuando Marcela la miró, le guiñó el ojo haciendo que riera finalmente.
- Gracias _ Dijo luego de unos segundos.
- De nada. Siempre que necesites, sólo pega un grito y ahí estaré.
- ¿Te quedaron ganas de volver a ver este drama? _ Fue su turno de bromear.
- Me quedaron ganas de ofrecerle a una amiga mi mano _ Respondió en serio, con lo cual, Marcela entendió, que sin esperarlo, Esther le estaba dando el apoyo que durante tanto tiempo necesitó y nunca se atrevió a pedir, así que por primera vez, aceptó la ayuda sin desconfiar y sin desestimarla, pues por fin sentía que había soltado ese gran peso de tenía encima - Espero que después de hoy, el próximo vuelo puedas disfrutarlo mucho más _ Supo que era momento de cambiar el tema.
- ¿El próxima vuelo? _ Abrió los ojos como plato.
- Sí, el próximo vuelo ¿O es que pensabas que te dejaría ir así, sin intentarlo una vez más?
- Realmente sí _ Dijo sorprendida.
- Pues no, te equivocas totalmente. Debes intentarlo una vez más, pero así sin esa carga emocional encima. Te prometo que lo amarás después de eso.
- ¡Dios me agarre confesada! _ Exclamó de manera exagerada, con lo cual ambas rieron dejando atrás la intensidad de minutos atrás.

El día siguiente se les pasó entre levantarse tarde, desayunar e ir a comprar lo necesario para la cena. Esther solía ser práctica en sus comidas, sin embargo, Eva y Rebecca solían esmerarse cada vez que la habían invitado a comer, así que era momento de devolverles la atención con un buen menú. Lo difícil había sido decidir el menú, sin embargo, con la ayuda de Marcela, lograron decidirse por un menú sencillo, pero a la vez, sustancioso.

Como primer plato, hicieron una sopa de cebolla, el plato fuerte era medallones de lomito, con puré de papas y repollo agrio. Y de postre, compraron helado, fresas y melocotones en almíbar.

A pesar de quedar encantadas con la comida, Eva y Rebecca quedaron impactadas con la dinámica entre Marcela y Esther. Era cierto que no había nada romántico entre ellas, pero la fluidez en la interacción era algo que las hacía ver tan compenetradas, que fácilmente podían pasar como pareja de años. Sabían que Esther al estar tan acostumbrada a estar sola, controlaba cada detalle de las reuniones que se hacían en su casa, sin embargo, esa noche, era como si confiara plenamente en Marcela todo lo hicieron en conjunto sin incomodidades, y eso era, sin duda alguna, toda una novedad.

Se sentaron junto a la chimenea para apaciguar el frío que hacía y en uno de los momentos en los que Marcela y Eva fueron a la cocina, Rebecca aprovechó para sondear la opinión de Esther sobre Marcela.

- Buena chica ¿no? Cae muy bien _ Comentó fingiendo ser un comentario casual.
- Sí, lo es _ Sonrió.
- Toda una sorpresa verte traer a alguien a tu guarida.
- Ella necesitaba alejarse de todo... Yo sólo le ofrecí una opción.
- Y ha resultado muy bien. Creo que les ha servido a ambas porque te veo más relajada que otras veces.
- Estoy igual que siempre _ Refutó dado que no sentía que hubiese nada diferente.
- Sí claro, no digo que no _ Rectificó antes de que Esther subiera sus defensas por sus comentarios - Sólo digo que te veo más tranquila. Creo que te ha hecho bien tener una amiga aquí _ Tuvo cuidado de no insinuar nada. Esther respiró profundo como pensando sobre ello antes de responder.
- Sí... Puede que tengas razón _ Admitió. Rebecca y Eva eran, si se puede decir, sus amigas más cercanas, así que sintió que podía admitirlo - Ha sido refrescante tener a alguien con quien hablar y compartir aquí. Me gusta mi soledad y sabes que es así, pero no puedo negar que... Ha sido diferente y agradable.
- Nos cae muy bien la verdad. Ojalá puedas contagiarle el gusto por volar y se una a la tropa.
- Eso lo veo difícil - Sonrió con escepticismo _ Pero todo es posible.
- Tú misma lo has dicho, todo es posible _ Le sonrió con picardía y le guiñó un ojo.

En ese momento, Eva y Marcela regresaron a la sala, por lo cual Esther no pudo decir más, pero ese gesto le dijo que Becca planeaba algo. Las chicas regresaron con una botella de vino nueva y algunas cositas para comer y continuar con la charla, así que Becca no esperó mucho tiempo antes de lanzar el anzuelo que deseaba.

- Entonces Marcela ¿Qué tal la has pasado?
- Estupendo, de verdad que sí. Lo de ayer fue algo único.
- Te dije que volar era excepcional _ Dijo sabiendo que tenía razón.
- Con Becca nunca se gana _ Agregó Eva poniendo los ojos en blanco.
- Menos mal que ya tú lo sabes de sobra _ La miró con una ceja levantada.
- !Oh sí! Por supuesto que lo sé.

Con el tono en que lo dijo, todas rieron.

- Lo admito... Nunca pensé que se sentiría así y sí, es algo excepcional.
- ¿Tanto como para repetir? _ Probó Becca. Marcela lo pensó unos segundos antes de contestar.
- Sí. Definitivamente debo intentarlo otra vez.
- ¡YEEESSSS! Podremos volar las 4 entonces.
- ¿Las cuatro? _ Preguntó Marcela con los ojos como platos.
- Bueno, no ahora claro está, pero cuando ya le agarres confianza y quieras volar tu sola.
- ¿QUÉÉÉÉ?
- Ay no pongas esa cara de susto, te aseguro que llegará ese día. Además, volar bajo la protección de Esther es maravilloso, ella tiene esa energía de protección que te hace entregarte a la experiencia sin reticencia, pero volar sola... No tiene igual.
- Bueno, yo pensaba en volar sólo una vez más y ya _ Aclaró Marcela, pero en el fondo, no estaba tan convencida de ello. De hecho, ese pensamiento de querer hacerlo más de una vez la había sorprendido, la cosa era, que sola no se atrevería y pensar en contar con Esther para ello, le parecía un abuso.
- No seas aburrida Marce, sabes que te gustó volar ¿o no?
- Bueno sí pero...
- Así que no decidas nada todavía. Vuela una vez más y allí lo decides. Si terminas por querer hacerlo más veces, no dudes que aquí estaremos para volar contigo _ Le dijo con entusiasmo _ Incluso puedes quedarte con nosotras y así no soportar a esta hermitaña _ Señaló a Esther - A veces es como insoportable _ Dijo en voz baja como en secreto, pero donde evidentemente todas escucharon.
- ¿Anda pero eres mi amiga o qué? _ Saltó Esther.
- Lo soy y porque lo soy, es que lo digo. Ahora volviendo al tema _ Continuó omitiendo las protestas de Esther - Ya sabes que estamos a la orden también.
- Gracias _ Contestó tratando de contener la risa por la cara de desconcierto de Esther - Lo tendré en cuenta.
- ¿Entonces a mí que me parta un rayo? _ Insistió Esther.
- ¿La has invitado a que venga otra vez? _ La retó Becca.
- No pero...
- ¿Ves? A eso me refiero.
- A penas hemos llegado Becca, ni siquiera ha tenido chance de saber si quisiera venir otra vez.
- Por mí encantada _ Dijo de inmediato Marcela y al momento de hacerlo se arrepintió, pues todas se volvieron a verla y se hizo un silencio que lo sintió eterno al tiempo que se sonrojaba por completo.
- Bueno... Parece que esta vez has sacado tu mejor cara Esther, no has espantado a la amiga _ Agregó Eva burlándose de Esther.
- Yo no espanto a la gente _ Se defendió.
- No, es cierto. Sólo les montas la carota y sacas tu lado más antipático posible. Sólo ese detalle.
- Yo no... _ Iba a refutarlas, pero al mirar sus expresiones, supo de inmediato que la harían pasar pena, así que se rindió - Está bien _ Levantó las manos - No diré más, sólo agregaré que eres bienvenida cada vez que quieras Marcela _ Le dijo sinceramente.
- Gracias _ Tragó grueso para aliviar el nudo que sentía por la aceptación que le daban. No es que eso no le hubiese ocurrido nunca, pero en ese momento en el que se sentía tan fuera de todo, esa aceptación de parte de ellas, significaba mucho más - De verdad... Gracias a todas _ Buscó las palabras para continuar - Estoy en un momento bastante complicado en mi vida y recibir esta apertura de parte de ustedes, es... _ No conseguía las palabras adecuadas.
- Tranquila Marce, todas aquí hemos pasado por algo parecido, así que digamos que somos como... ¿Un grupo de apoyo? _ Dijo Eva - Así que no hace falta que digas más _ Luego de esto, Marcela asintió sin decir nada más y continuaron con la charla ligera y entretenida que tenían.

Por momentos se sintió entre amigas, igual a como se sentía con Nicole, Tatiana y Sandra, sólo que sin saber porqué, la sensación era de que podía ser ella misma sin esa faceta de conquistadora. Mentiría si dijera que alguna de ellas la presionaban a hacer lo que hacía, siempre había sido su decisión, pero después de tanto tiempo, era como su carta de presentación y no sabía cómo cambiarla. No sabía cómo actuar de otra manera diferente a lo que esperaban de ella. Quizás Nicole, que siempre fue tan conservadora en ello la entendería, pero ¿Sandra y Tatiana? No lo sabía, pues creían fehacientemente que Marcela no estaba hecha para las relaciones y que cualquier intento, sería cambiar su esencia.

No lo decían por mal, pero eran palabras que le retumbaban la cabeza ¿Y si eran ciertas? ¿Si en verdad su destino era estar sola y vivir la vida siendo la diversión de otras? ¿Si esto de tener instantes solo para ella, eran eso, instantes? Momentos. Días. No más.

Esther no pasó desapercibido el silencio de Marcela. Sabía que se había perdido en sus pensamientos y que tal vez, era hora de terminar con la visita. Le hizo señas a Eva con la mirada para que observara a Marcela y a su vez, ella a Becca, así que sin mucho esfuerzo, todas entendieron que debían irse.

Con un bostezo sonoro, Eva dio el primer paso para excusarse y proponer irse, detalle en el que Marcela no se percató por su ensimismamiento. No obstante, cuando empezó el movimiento para recoger las cosas, regresó al ahora.

- ¿Ya se van? _ Preguntó un tanto sorprendida.
- Sí, ya es tarde y está comenzando a pegar la pereza digestiva. Es mejor irnos de una vez que los sentidos están alerta aún, la neblina está espesa y sortearla con sueño no es bueno _ Respondió razonablemente Eva.
- ¿Pero seguro están bien? _ Le preocupó lo de la neblina.
- Sí Marce, no te preocupes. No es la primera vez que nos toca salir así. Además no es lejos _ Agregó Becca.

Esther pudo traducir en el rostro de Marcela, el impulso de ofrecerles quedarse para evitar el riesgo y eso, inevitablemente la hizo sonreír mentalmente, pues la hacía apreciarla mucho más dado que dejaba en evidencia lo extraordinaria persona que era. No es que no lo supiese ya, era sólo que con cada hora que pasaba, confirmaba que no se había equivocado en darle esa oportunidad de estar allí, lejos de todo y compartiendo su mundo y su espacio.

- Pueden quedarse chicas _ Ofreció aunque sabía que no se quedarían, pues Eva se conocía la vía como la palma de su mano, pero aún así, lo hizo para aliviar a Marcela.
- Lo sabemos amiga, pero sabes que no hace falta. Ya conoces a Becca y su ritual para dormir.
- ¿Mi ritual? _ Preguntó sorprendida - ¿Ahora resulta que yo soy la del ritual?
- Claro mi amor ¿quién más?

Todas rieron con la expresión de "sí claro, en la casa hablamos" y la respectiva cara de arrepentimiento de Eva.

- Avisen cuando lleguen por favor _ Insistió Marcela aún no muy convencida de la partida.
- Por supuesto. En cuanto estemos en casa llamamos.

Entre abrazos y besos se despidieron y partieron. Marcela no se movió de la puerta hasta que las luces del carro de ellas se perdieron en la noche y la mano de Esther la tomara por el codo instándola a entrar. Había salido con solo la franela puesta y estaba temblando del frío y no se había dado cuenta.

- Vamos, te enfermarás si no te calientas.

Marcela solo asintió pues los dientes le tiritaban. Al entrar, se sentaron nuevamente frente a la chimenea y Esther le ofreció la frazada que siempre usaba cuando se sentaba allí. Era su accesorio permanente en el sofá y que por sus colores neutros, no desentonaba con el resto de la sala, así que de inmediato se la puso sobre los hombros.

- Te ayudará a entrar en calor rápido.
- ¿Y tú?
- Estoy bien _ Le señalé el suéter que tenía puesto.

Esther logró ver el dejo de preocupación en la mirada de Marcela, así que trató de calmarla.

- Llegarán bien _ Afirmó.
- La neblina está muy espesa _ Acotó.
- Pero Eva se conoce estas vías mejor que nadie _ Marcela asintió pero sin mucha convicción - ¿Crees que las hubiese dejado ir si no fuese así?

Con esta pregunta Marcela no tuvo como rebartirla, así que la aceptó más tranquila.

- Hablando de ellas... _ Agregó Marcela - Quiero que sepas que no aceptaré la invitación a venir a menos que tú estés de acuerdo con eso.
- ¿Por qué dices eso? _ Preguntó extrañada Esther.
- Porque ellas son tus amigas Esther y forman parte de tu vida personal, así que no quiero invadir tu espacios. Ya es suficiente el estar aquí ahora.

Esther se quedó en silencio unos segundos procesando las palabras de Marcela. Tenía razón, ellas formaban parte de su vida privada, esa que no compartía con nadie más y la que en un principio pensaba no volvería a compartir, pero por alguna razón, no sentía que Marcela fuese una intrusa. La había invitado y dado apertura a ese pequeño espacio de su vida y en honor a la verdad, lo sentía bien, así que era ridículo hacerla sentir que no era bienvenida.

- Marcela, ellas son mis amigas, pero no son de mi propiedad.
- Lo sé, pero no quiero traspasar límites. Una cosa es que me hayas abierto las puertas de tu refugio y otra muy distinta que yo me crea parte de él.
- Pero no lo has hecho. No has asumido nada, ellas te han invitado que es muy distinto.
- Lo sé Esther pero _ Dejó de hablar cuando vio que Esther levantó la mano en señal de que no continuará.
- Escucha... olvídate de eso ¿sí? Eres bienvenida aquí en todo momento. Vengas conmigo o vengas porque ellas te inviten.
- ¿Segura? _ Preguntó con cautela.
- Segura. Es más, estoy segura que no me dejarán en paz ni por un segundo si sospechan que no les aceptarías una invitación porque son mis amigas _ Habló con cierto espanto por la idea. Ante esto, ambas rieron - Les caíste muy bien, es por eso que no dudaron en abrir la invitación. Ellas son como yo, hacen eso sólo cuando sienten empatía con alguien y no es algo que suceda con frecuencia.
- ¿Entonces sientes empatía por mí? _ Preguntó Marcela con un dejo de diversión.
- No, realmente no, pero qué le puedo hacer, me agarraste suave de corazón _ Respondió seria, pero de inmediato se rió de su propia broma contagiando a Marcela.
- Ya te lo dije antes pero _ Hizo una pequeña pausa - De verdad gracias por esto. Por todo realmente... Me he sentido tan bien que ya casi ni recuerdo que me preocupaba.
- Que bueno. Me alegra mucho eso _ Esther dudó por unos segundos antes de continuar hablando - También ha sido bueno para mí. Ha sido un cambio muy refrescante esto de no estar sola y compartir así que... Gracias a ti también.
- Y hablando de compartir... ¿Recuerdas lo de mi casa en la playa?
- Sí _ Asintió.
- Sé que no es que te sobre mucho tiempo pero, me encantaría que pudiéramos ir en algún momento.
- Sí claro, encantada de ir.
- ¿En serio? _ Preguntó sorprendida abriendo mucho los ojos.
- Claro _ Sonrió divertida por esa reacción - ¿Por qué no?
- Lo siento es que... Olvídalo _ Sonrió también.
- ¿Qué? Dime _ Insistió.
- No estaba segura si era prudente o no invitarte.
- ¿Por qué? _ Ladeó un poco la cabeza.
- Porque no sabía si querrías pasar más tiempo conmigo fuera de estos días _ Respondió con un poco de pena. Esther respiró hondo antes de contestar.
- A ver, dejemos algo claro... Soy muy celosa con mi vida privada y no es algo que me guste compartir con todo el mundo, pero desde el mismo instante que te ofrecí venir aquí, te di apertura a ello, así que ya no estás en el mismo nivel que las chicas del bar. No puedo decir que somos las mejores amigas porque eso es algo que se construye con el tiempo, pero definitivamente ya no somos meras conocidas, así que sí, me encantaría poder conocer tu casa en la playa, especialmente porque sé lo que significa para ti esa casa.

Con las últimas palabras, Marcela se quedó sin habla, pues aparte de Nicole, Esther era la segunda persona que tomaba en cuenta el valor sentimental de la casa y no sólo lo que ofrecía como esparcimiento y eso, era mucho más de lo que esperaba al invitarla.

- Entonces _ Se aclaró la garganta para aliviar el nudo que sentía en ella - Ya sabes cuál es el destino para la próxima escapada.
- ¡Perfecto! _ Sonrió ampliamente - Aunque no respondo por el espectáculo patético de verme en traje de baño _ Advirtió.
- Jajaja jajaja estoy segura que no tienes NADA de qué avergonzarte _ Dijo sin dudar.
- ¿Cómo lo sabes? _ Levantó una ceja.
- ¿Eh? Yo... Es que... _ Tartamudeó al darse cuenta de lo que sus palabras implicaban. No era secreto para nadie que Esther era una mujer que se conservaba muy bien, nadie sabía su edad exacta pero era más que obvio que pasaba de los 40, sin embargo, por encima de su ropa, se notaba que se cuidaba y eso saltaba a la vista. Esther sonrió al ver como los colores se le subieron a la cara.
- Tranquila, sólo bromeo.
- Perdón, no quise...
- Jaja jaja tranquila, no me incomoda. Sólo que no pensé que tú formaras parte del grupo de chicas que me desnudan con la mirada _ Continuó jugando.
- ¿Qué? _ Abrió los ojos como plato y la quijada casi llega al piso - No, yo no hago eso _ Se apresuró a decir.
- ¿Entonces no soy digna de eso?
- Nooo, no es eso... ¡Rayos!

La carcajada que Esther soltó la hizo caer en cuenta de la broma que le jugaba así que aún con la cara roja de la pena, soltó el aire que retenía y bajó la mirada negando con la cabeza.

- Me la pagarás _ Dijo entre dientes
- Y de paso me amenazas en mi propia casa _ Dijo con sorpresa fingida.
- Ya lo verás _ Mantuvo lo dicho viéndola con ojos amenazantes, a lo cual, Esther sólo rió más fuerte contagiándola a ella también.

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