9. Adictiva

5.1K 284 51
                                    

No hubo palabras. No hubo excusas. Simplemente dos mujeres presas de un sentimiento que las envolvía cada vez más en una burbuja sólo para dos.

Después del momento intenso en la piscina, salieron tomadas de la mano y subieron en silencio hasta la habitación de Marcela. Sin peros. Sin dudas. Sólo con la certeza de que lo que iba a suceder entre ellas, superaría por mucho, cualquier vivencia anterior.

Al llegar allí, Esther cerró la puerta y se quedó apoyada en ella mientras veía como Marcela caminaba hasta el medio de la habitación y se volteaba para verla. Se quedaron así unos segundos, sólo mirándose, contemplándose y con la anticipación a millón.

¿Quién lo diría? Dos mujeres que solían ser las más desenvueltas en el arte de seducir y dar placer, ahora estaban allí, con el corazón en la boca y con los nervios a flor de piel.

Sabían que hacer y cómo hacerlo, el detalle era, que esta vez, esperaban mucho más que un simple orgasmo y en el fondo, temían no poder dar, lo que tanto deseaban recibir.

Sin embargo, una Esther decidida a dar rienda suelta a lo que sus entrañas gritaban a viva voz, caminó hacia Marcela con la mirada fija en sus ojos, la tomó de la mano y la llevó hasta el baño. Una vez allí, abrió la puerta de la ducha, abrió el agua caliente y la fría para atemperarla y cuando finalmente estaba en la temperatura que deseaba, la dejó correr mientras se volvió hacia Marcela y se quitó su traje de baño lentamente. Siguió atenta la mirada de Marcela, como observaba detenidamente los movimientos de su cuerpo al quitar las dos prendas de su bañador.

No pudo evitar sonreír al ver la expresión de Marcela; boca entreabierta y sus ojos totalmente perdidos recorriendo su cuerpo. Su respiración agitada evidenciada por el subir y bajar de su pecho y el tragar grueso, cuando finalmente pudo subir la mirada hasta el rostro de Esther.

- ¿Vienes? _ Le guiñó el ojo y sin esperar la respuesta, entró a la ducha.

Marcela sacudió la cabeza para recuperar un poco el control, puesto que el ver el cuerpo desnudo de Esther, la había dejado completamente sin habla. Madre de dios, no sabía que era lo que le había pasado exactamente, no sabía si era la sensualidad con que se había despojado de la ropa, ese cuerpo que le atraía a rabiar o si sencillamente era toda esa mujer la que le estaba volando la tapa de los sesos de la manera más inesperada, lo único que sabía era, que moría de ganas por tocarlo y besarlo.

Sin perder un segundo más, se desnudó y entró a la ducha también y verla allí, con los ojos cerrados, las manos en su cabello y recibiendo el agua que caía directamente sobre ella, la dejó con la boca seca otra vez.

Esther abrió los ojos en cuanto terminó de mojar su cabello y se quedó parada de manera tal que el agua le continuara cayendo sobre el cuerpo, al tiempo que recorrió el cuerpo de Marcela sin ningún recato. Delineó cada línea, cada curva y cada pedacito de piel que tenía a la vista y en un acto reflejo, se mordió el labio inferior cuando ratificó lo mucho que le gustaba. No era lo exuberante del cuerpo, sino lo sencillo y delicado que era. Delgado, sin músculos definidos, pero con las proporciones adecuadas para su contextura natural.

Senos pequeños pero con pezones formaditos y en ese momento, ligeramente duros por la situación. Extremidades delgadas y delicadas, aunque sus brazos y hombros si estaban un poco más tonificados que el resto. Y su centro... Un triángulo perfecto con labios apretaditos y depilados. La gloria hecha mujer.

Le extendió la mano para invitarla a que se uniera a ella y Marcela aceptó de inmediato. Estaba sonrojada, pero no dudó en unirse a ella bajo el agua.

Sentir el agua tibia y el cuerpo de Esther pegarse al suyo fue como una explosión de sensaciones. Esos senos con pezones café claros al tocar su piel, la hicieron estremecer, esas manos delicadas pero, seguras al acariciar su espalda, la hicieron cerrar los ojos y entregarse a las sensaciones, y sentir su vientre juntarse al de ella, la hizo respirar hondo y gemir ligeramente.

Nunca Te Esperé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora