Rehabilitación

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Regina había dejado la habitación del hospital una media hora más tarde, pretextando que tenía una reunión importante en el ayuntamiento. A la rubia le costaba muchísimo dejarla marchar y siempre encontraba un tema de conversación importante para abordar. Estaba claro que las conversaciones elegidas eran terriblemente falsas y que ni la una ni la otra deseaba realmente estar en esa extraña posición. Sin embargo, ellas se acomodaron y continuaron fingiendo hasta la marcha de la alcaldesa.

Emma soltó un gran suspiro cuando la puerta de su habitación se cerró, consciente de volver a una soledad que odiaba. Pero, paradójicamente, detestaba también la muchedumbre y la idea de saber que Mary Margaret deseaba hacerle una visita esa tarde le daba nauseas.

La realidad era que estaba enfadada con el mundo entero...Y aún más con ella misma. Se aferraba, costara lo que costara, al brazo de Regina que no parecía receptiva, que parecía querer huir y quedarse al mismo tiempo. ¿Serían lo suficientemente fuertes para soportar todas las pruebas que les esperaban aún? ¿Tenía ella el derecho de pedirle que se quedara? ¿De encerrarla con ella en esa nueva prisión? ¿De privarla, a ella también, de su libertad?

¿O, por una vez en su vida, tenía derecho de ser egoísta? ¿De dejar hablar a su corazón y no ponerle ningún filtro? ¿De decir en voz alta lo que pensaba realmente? ¿De suplicarle a Regina, cada día si fuera necesario, que se quedara a su lado?

Tres breves golpes sonaron en la puerta de la habitación, dejando aparecer a una pequeña mujer morena de cabellos cortos que se quedó quieta al instante en que su mirada se cruzó con la de Emma.

-¡Dios mío, Emma...!- no pudo evitar pronunciar Mary Margaret que volvía a ver a su amiga por primera vez desde hacía años, en carne y hueso. Viva.

-Hola- se contentó en responder, incomoda ante la situación

Tras las revelaciones que David le había hecho, Emma había reflexionado durante toda la noche sobre su pasado y algunos recuerdos parecían volverle a la mente. Y finalmente, al ver a su amiga plantada delante de ella, tuvo la impresión de que Mary Margaret jamás la había abandonado.

Porque Emma recordaba numerosos momentos que habían vivido, numerosas noches en las que la morena bajita le había dejado su sofá, o el sólido hombro que era ella cuando la rubia dudaba, la amiga sincera que había sabido reconfortarla tras la muerte de Neal y la increíble madrina que había sido para su hijo.

-¿Cómo te sientes?

-Bien- respondió ella con naturalidad sin saber ni ella misma si era una mentira o no.

-Estoy tan, tan, tan feliz de volver a verte...

Emma suspiró. Sabía que la bomba que se agazapaba en ella podría causar más destrozos si explotaba más tarde. Así que, sin medias tintas y sin ningún filtro, respondió sencillamente con voz anormalmente calmada.

-Quizás podrías haberme visto unos meses antes, pero sentías demasiada vergüenza por ocultarme la existencia de mi hijo.

-Emma, yo...

-Déjalo estar, Mary. Os guardaré rencor toda mi vida, a ti y a David, por hacerme esto- los ojos de la morena bajaron, traicionando la culpabilidad que la corroía.

El peso que pensaba arrancarse de su corazón al contarle las cuatro verdes a Mary Margaret se quedó, sin embargo, anclado en ella. Entonces, comprendió que esa solución no era forzosamente la más adecuada. Emma suspiró entonces.

-Pero no tengo fuerzas para pelear con vosotros. Os perdono. Paso página y quiero concentrarme en mí, en mi vida y en mi hijo.

-Lo siento tanto, Emma...Si pudiera dar marcha atrás, nunca lo habría...

Por nuestra segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora