Tomar un respiro

2.2K 224 5
                                    


Los minutos desfilaron sin que nada viniera a perturbar el cuadro que se había dibujado en la habitación de Regina Mills. Ya era casi mediodía y sin embargo, nada parecía molestar a las dos mujeres que aún estaban abrazadas. Emma, finalmente, se había calmado en los brazos de la morena y ya no deseaba abandonarlos. También estaba esa mano que acariciaba sus cabellos y la otra que hacía lentas idas y venidas por su antebrazo, el mismo que rodeaba el cuerpo de la que la había salvado, una vez más.

La pequeña cabeza rubia reposaba sobre el pecho de la alcaldesa y los latidos regulares de su corazón habían sosegado sus profundas angustias. Nada hubiera podido estropear ese precioso momento que era de ellas. Estaban en su lugar en ese mundo pútrido y pérfido. En solo unas horas, las dos jóvenes habían logrado por un instante dejar atrás sus propios dolores. Se habían confiado sin vuelta de hoja y habían conseguido sobrepasar su sufrimiento. Existía como un equilibrio entre las dos que estaba bien lejos de ser precario. Las bases estaban bastante sólidas.

Las dos se habían abierto, habían llorado, habían dejado caer las vendas y se habían sostenido la una a la otra. Por primera vez en sus vidas, sus sufrimientos se habían suavizado un poco, durante ese instante.

-¿Regina?- dijo débilmente Emma, que aún parecía presa de sus dudas.

La entonación de la voz de la mujer que tenía en sus brazos asustó a la morena, que detuvo todos sus movimientos. Entonces se incorporó, rompiendo el momento de desahogo y la burbuja en la que se habían envuelto desde la noche pasada.

-¿Sí?- fue la sencilla respuesta

-No me culpes, por favor...

-¿Por qué dices que no te culpe, Emma?

La rubia bajó la mirada y abandonó los latidos regulares del corazón de la morena que, sin embargo, parecían resonar en su propio interior. Se sentó en el borde de la cama, dándole la espalda a su interlocutora, incapaz de afrontar su mirada. Por varios segundos, solo hubo un silencio que, esta vez, sí fue pesado. La morena temía espantosamente lo que Emma fuera a decirle.

-No quiero quedarme aquí...- soltó finalmente tras un suspiro

Y Regina sintió su corazón encogerse, romperse un poco más. En dos semanas, había vuelto a encontrar una razón para vivir, una razón para continuar y un hombro en el que podía llorar tras haberse abierto. ¿Por qué quería ella detener todo eso ahora? Había imaginado de todo, pero ciertamente no que Emma fuera a marcharse tan rápido.

-Necesito libertad, necesito...realmente no sé qué necesito, pero todo lo que ocurre ahora, aquí, me da miedo- había dicho moviendo los brazos para señalar todo lo que se encontraba a su alrededor.

-¿He hecho algo malo?- preguntó Regina con la voz rota, detestándose ya por haber hecho esa pregunta, pero no lo podía evitar. Emma se giró bruscamente y se encontró con la pena de la morena en su mirada.

-¡No! No, Regina...de verdad no es tu culpa, nada es tu culpa, al contrario...Soy yo...Solo yo- la rubia ni sabía por qué sentía la necesidad de huir. Todo estaba enredándose en su cerebro y parecía que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no salir corriendo en ese mismo instante. Lo único que la retenía de no hacerlo era la reacción de la morena, incluso no teniendo ella respuestas a sus propias preguntas. Tras todas sus confidencias, los instantes que habían compartido...no podía cerrar la puerta de la mansión sin mirar atrás y sin dar la menor explicación, aunque fueran tan banales.

-Te hice la promesa de quedarme a tu lado, Regina, la mantendré- retomó la palabra, sentándose de nuevo cerca de su anfitriona

-No te sientas obligada- respondió con amargura la morena. Estaba herida e incapaz de esconderlo. Se dio una bofetada mentalmente por haber sido tan idiota y poco comprensiva. En seguida retomó la palabra –Perdóname, es solo que...Me gustaría que te quedaras-

Por nuestra segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora