Regreso al pasado

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-Háblame de ellos, Regina...- había terminado por decir Emma con una voz dulce y alentadora. Quizás hablar de lo que había atravesado le haría bien.

«Daniel era alguien maravilloso. Era...atento, siempre a la escucha, dispuesto a todo por mí y por su familia. Siempre supo reconfortarme cuando yo dudaba, consolarme cuando lloraba y me hacía reír cuando yo ya no tenía ganas» suspiró. Era la primera vez que hablaba de él tras su muerte.

-Dentro de dos días hará tres años que él...- se detuvo, incapaz de pronunciar de nuevo la confesión que había hecho hacía un momento

-Volvíamos de hacerme la ecografía donde descubrimos que esperábamos a una niña. Daniel siempre me había dicho que quería una niña que se me pareciera, con rizos morenos y...- una lágrima silenciosa cayó en la almohada de la morena. Hablar de la felicidad que le había sido arrancada era un verdadero trance que nunca había afrontado. Pero con Emma a su lado todo parecía más fácil, más llevadero.

-Un conductor iba a toda velocidad, perdió el control de su vehículo y...yo...- poner palabras a su pasado era tan difícil...

Emma posó su mano entre ellas, señalándole que hiciera lo mismo. Tras haber dejado escapar un sollozo, Regina deslizó su mano en la de la rubia, enlazando sus dedos y aferrándose a ellos como si fueran el único lazo que la mantuviera viva. Largos segundos pasaron durante los cuales la rubia acarició delicadamente la palma de la mano de su amiga. Ella quería mostrarle con ese gesto que estaba ahí para escucharla y sostenerla.

-Cuando me desperté en el hospital seis días después del accidente, los médicos me anunciaron que él había muerto en el momento, que no había sufrido. Y cuando posé la mano sobre mi vientre, el doctor Whale me explicó que mi pequeño bebé no había sobrevivido

-Lo siento, Regina...- dijo Emma, incapaz de encontrar otras palabras más adecuadas para la situación

-Con dos frases...dos ridículas pequeñas frases, habían destruido toda mi felicidad...y toda mi vida.

La confirmación era indudable. Dolorosa, pérfida, desgarradora y triste. Regina lo había perdido todo.

-Realmente no vivo desde entonces...Sobrevivo. Al principio, incluso el simple hecho de respirar me dolía- hizo una pausa, como si eso le permitiera recobrar sus fuerzas –Ya no comía, no dormía, me quedé más de tres meses en el hospital...

Emma medía el peso de esas confesiones. Estar encerrada era algo que ella ya no podía soportar. Ella solo había pasado una semana entre las paredes blancas del hospital y había creído volverse loca. La rubia sospechaba que la situación habría sido insoportable y que solo el tiempo habría podido disminuir el dolor. Pero nunca la pena.

-No fui capaz de proteger a mi pequeña...- ante esa última confesión, Regina se echó a llorar desconsoladamente, incapaz de retener más el dolor que corría por cada una de sus venas. Las lágrimas quemaban sus ojos sin que pudiera detenerlas.

-No fue tu culpa, Regina- susurró Emma para tranquilizar a su amiga

-La vida me recordó cruelmente que yo no estaba hecha para ser madre.

-Sabes muy bien que eso no es verdad. Habrías sido una madre maravillosa, estoy segura- la rubia acariciaba aún la palma de su amiga, intentando encontrar las palabras justas para que el dolor menguara un poco, ya que no podía arrancárselo del todo.

-Lo único que me queda de ellos es esta cicatriz en mi labio- dijo ella delineándola rápidamente con su mano libre –La veo todas las mañanas en el espejo, me recuerda lo que he perdido y lo que nunca más tendré.

-Serás feliz de nuevo...- respondió Emma con convicción, deslizando su mirada por la mencionada cicatriz que no pudo evitar encontrar hermosa. Regina, por su parte, cerró los ojos y prefirió no comentar eso último. La verdad era que ella ya no creía en ello.

-Desde ese día, he estado sola. Incapaz de abrirme a los demás. Volví a mi puesto cuando salí del hospital y me hundí en el trabajo como si fuera mi tabla de salvación- Emma comprendía mejor la importancia de su puesto en el ayuntamiento, pero le guardaba rencor al mundo entero, porque nadie la había apoyado en el momento en que ella más lo necesitaba –Storybrooke es una ciudad pequeña, todos me ven como a una persona sin corazón, aunque saben muy bien lo que me sucedió. Para ellos no soy más que un robot que efectúa su trabajo.

-¿Está mal si los odio a todos?- respondió Emma con un punta de amargura en su voz. La morena pareció esbozar una débil sonrisa entre las lágrimas –Ya no estarás más sola, Regina, yo estoy aquí...- dijo ella aplicando un tono de confidencia.

-Todo el mundo se va algún día...

-Yo no.

-Las promesas están hechas para ser rotas, Emma.

-Esta no.

Regina cerró los ojos, increíblemente conmovida por las palabras de su amiga. No habría podido soñar cosa mejor en ese instante. Constató con tristeza que todo lo que le había faltado durante esos últimos tres años era un oído atento, un hombro sobre el que llorar y alguien a quien confiarle sus miedos.

-¿Qué puedo hacer para aplacar tu dolor?

-Ya haces mucho, Emma, no te preocupes.

-Me gustaría hacer más- dijo ella estrechándose su mano en la de ella

-Es la primera vez que consigo hablar de ello desde que sucedió. Es la primera vez que alguien está aquí para escucharme

-Puedo escucharte toda la noche si hace falta.

-Estoy tan cansada, Emma...- respondió ella en un susurro. Esa pesadilla la había agotado, y las confidencias que había hecho esa noche habían sido muy extenuantes emocionalmente. La falta de sueño y las lágrimas que escapaban de sus ojos desde hacía horas parecían ganar la batalla contra su mente. Tenía miedo de cerrar los ojos de nuevo y revivir ese accidente, una y otra vez.

-Entonces, duérmete, yo me quedo aquí...

Regina cerró los ojos entonces y murmuró un gracias casi inaudible a la rubia a quien pareció bastarle. La noche había sido larga y difícil. Esta vez una nueva etapa había sido franqueada, pero por la morena. Eran más de las cuatro de la mañana, era necesario que la alcaldesa recobrara sus fuerzas.

-Me has tuteado...- acabó por constatar una Regina casi dormida, con voz debilitada.

-También tú

-Es mucho mejor así

-También lo creo

Aún tenían sus manos unidas en mitad de la cama, habían sido incapaces de desligarlas. Y por nada del mundo lo habrían hecho. Si Emma rechazaba cualquier contacto físico, tenía que admitir que este le era indispensable. Había sido su primer modo de comunicación y era su manera de demostrarle su apoyo.

La respiración de Regina se hizo más regular, sinónimo de que finalmente se había quedado dormida. Emma siguió velando su sueño durante varios minutos. Y por primera vez desde hacía años, la rubia acabó también por quedarse dormida sin ninguna pesadilla que viniera a perturbarla...





Personalmente encuentro este capítulo hermosísimo.


Por nuestra segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora