Por la verdad

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Algunos rayos de sol atravesaron la ventana de la habitación del hospital número 414. Cansadas por semanas de sufrimiento, Emma y Regina se habían quedado finalmente dormidas en los brazos de la otra sin una palabra más. Poco importaba la estrechez de la cama, al contrario, ya que así podían estar pegadas una a la otra, ya que se sentían incapaces de separarse. Las enfermeras habían pasado dos veces para comprobar que todo fuera bien y para tapar a las dos mujeres con una manta, dejando de lado, por una vez, el estricto protocolo de las visitas. El doctor Whale conocía el lazo tan fuerte que las unía, y había pedido expresamente que miraran para otro lado ante esa situación.

Regina se despertó la primera. Ver y sentir a Emma pegada a su cuerpo la tranquilizaba y por nada del mundo habría cambiado de sitio. Daban igual los sentimientos contradictorios que pudiera experimentar, daba igual el hecho de que su cerebro le gritaba que no actuara así, los gestos y caricias que se habían intercambiado eran naturales. Y no lograba contenerlos.

La alcaldesa sabía bastante bien que numerosas serían las pruebas que les quedaba por atravesar, que David aún tenía verdades que decirle y que la sanación tanto física como mental sería larga para Emma...

-¿Aún estoy soñando?- preguntó la rubia que se había despertado desde hacía unos minutos, interrumpiendo los pensamientos de Regina

-No. Estás presente. Aquí. Conmigo.

-¿Cómo estás?- preguntó con una voz muy débil

-Bien- contestó con una mentira que no había podido contener –Y tú, ¿cómo te sientes tú?

-Me duele por todas partes. Pero tú estás aquí.

Regina suspiró dulcemente, aún incapaz de aceptar ese reconocimiento. Estaba mirando fijamente el techo, sin fuerzas para afrontar la mirada de su antigua compañera. Esta última mantuvo su rostro en el cuello de la alcaldesa, con esa irremediable necesidad de sentirla pegada a ella.

-Emma, yo...lo siento.

-No debes sentirlo.

-Debería haberte retenido. No debería haberte creído esa mañana. Habríamos encontrado otra solución, habría estado contigo y...

-Yo no te he olvidado- la interrumpió la rubia –Esta vez, elegí tener a alguien a quien aferrarme para aguantar en ese infierno...No hubo un solo segundo en que no estuvieras conmigo.

Era demasiado. La culpabilidad que roía el alma de la morena era muy pesada. Se había acostado con Robin. Había intentado olvidarla, costase lo que costase, en los brazos de otro. No había nada peor. Y el sentimiento de asco que sentía le impedía casi respirar correctamente. Tomando cuidado para no hacerle daño a Emma, Regina se separó finalmente para levantarse de la cama bajo un gruñido no disimulado de la rubia. Ella no tenía el derecho de escondérselo y de mentirle.

-Emma, yo...

Fue interrumpida por tres pequeños golpes en la puerta. David apareció entonces con una tímida sonrisa, y un ramo de flores inmenso en la mano.

-Hey...- dijo a las dos mujeres, para nada asombrado de ver a Regina ya presente en la habitación -¿Cómo te sientes?

-Mejor...Creo- respondió la susodicha suavemente, recolocándose como podía en la cama con la única ayuda de su mano sana.

-¡Qué placer es escucharte, Em!

-Será mejor que me vaya y os deje solos- propuso la morena que cogió sus cosas para salir de la habitación

-No, Regina, espere...- David había colocado su mano en su antebrazo, impidiéndole que diera un paso más –Tengo que decirle una cosa a Emma...Y creo que también le concierne a usted.

Por nuestra segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora