capítulo 40

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Editado: 08 / 08/ 2021

[Hima]

Al despertar puedo admirar su rostro que se mantiene de frente al mío, mi sonrisa crece ante su imagen tan adorable y hago avanzar mi mano para acomodar sus cabellos detrás de su oreja con mucho cuidado, suavemente desciendo por su rostro palpando con las yemas de mis dedos y luego me inclino sobre él para lograr besar su nariz.

Al levantarme me estiro un poco cerca de la cama y al segundo me adentro a la ducha. Al Salir me peino y apenas termino tomo mi liga para atarme una coleta alta, antes de volver a la habitación escucho el sonido de mi móvil y al contestar escucho atentamente las disculpas del señor Marcus y sus puntos para reafirma nuestro contrato asegurando que el único otro aparte de él que se haría cargo de nuestro contrato podría ser su hijo menor, quién de hecho, ya estaba recibiendo las clases necesarias, le asegure que todo estaba bien entre nosotros y que sería un verdadero gusto seguir trabajando a su lado. Al salir puedo verlo estirarse en la cama.

— ¿Dormiste bien? —cuestiono divertida entre mi avanzar.

—Si... —sonríe girándose de costado y recargando su rostro de la palma de su mano —claro que sí, —bosteza dejándose caer sobre la almohada —despiertas muy temprano.

Mi risa sale —Shikadai, son las diez de la mañana.

— ¿Enserio? —cuestiona sorprendido incorporándose — ¿De verdad? —suspira desanimado —y eso que yo quería estar acostado otro rato, pero... —baja los pies de la cama —esta bien, voy a cambiarme enseguida para que vayamos a buscar tu regalo por la ciudad.

Su sonrisa es grande y parece muy animado el día de hoy, yo no lo detengo de su emoción y simplemente comienzo a arreglarme por igual; me decido por un vestido blanco con estampado floreado en la falda junto con un chaleco de mezclilla y mis tenis rojos a la altura de los tobillos. Al verlo salir lo veo lucir su apariencia, da una vuelta mostrándome su apariencia... tiene un pantalón rojo y una camisa de mezclilla remangada sobre sus codos, además de una camiseta blanca debajo de la de mezclilla. Entre una risa animada tomo mi bolso colgándolo en mi hombro. Al bajar se encarga de llamar a un taxi y ambos subimos.

—Muy bien, tengamos un lindo día —entrelaza nuestras manos.

Todo el día la pasamos juntos, caminamos de la mano por la plaza central y miramos muchas cosas además de comprar recuerdos para los chicos, visitamos lugares históricos o muy nombrados, además de pasar a muchos lugares de comida probando de todo un poco; al final me ha comprado una pulsera de oro grabada con nuestros nombres, y compró dos tazas con corazones partidos que se complementan al estar al lado de la otra.

Los boletos llegan a su hora y nosotros pasamos la gran parte del tiempo en el avión dormidos, al despertar en medio del vuelo observo el cielo azul que surcamos y puedo sentir como aprieta la unión de nuestras manos mientras descansa su rostro contra mi cuello, sus ojos se abren y en su boca puedo ver pintarse una sonrisa, por un breve momento nos miramos y al siguiente nos quedamos observando las nubes.

—Prometamos estar juntos por siempre, —expresa con una voz queda —y cuando digo siempre quiero decir... siempre, aun si estamos enfadados con el otro quiero que... —bosteza agotado —pensemos y volvamos al lado del otro.

—Siempre voy a estar a tu lado.

Su sonrisa crece y de un momento al otro saca la cámara y nos toma una foto cuidando no ser visto por la sobrecargo, mi risa sale y simplemente me acurruco en su hombro.

—Sabes que no deberías hacer esas cosas con el avión en el aire.

—Es un recuerdo —defiende con calma —además nadie logro ver nada.

Un delincuenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora