Capítulo V

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No sabía cómo reaccionar ante lo que había sucedido, pero lo que si recuerdo es que me enoje bastante con ella.

— ¿Estás loca? ¿Cómo pudiste dejar pasar a alguien sin avisarme?

— Perdón, no tenía idea de que te molestaría tanto. — Agarró los platos y los llevó a la cocina, como queriendo evitar una discusión. — Aparte me pareció buena persona.

Entonces fue ahí cuando se escuchó un grito desde afuera. Ambos nos miramos, pero en ese momento no le dimos demasiada importancia.

— Lo siento, es que de verdad no confío para nada en esa mujer. — Le dije con mis codos sobre la mesa y mis manos en la cabeza.

— Entonces ya la conocías.

— Algo así. Hay que tener cuidado con ella, ya que todos por aquí dicen que es una bruja. — mentí, yo sabía bien que lo era.

— Pues a mí me pareció una persona normal. — Me dijo indiferente.

— Prométeme que no hablaras más con ella.

— Por supuesto, como si de verdad me importara.

Decidí en ese momento no contarle a Florencia lo que estaba sucediendo realmente. pensé que todo eso debía parar en algún momento, y así fue por lo que restaba del mes de julio y agosto aproximadamente.

No volvió a suceder nada extraño con respecto a las apariciones durante ese tiempo, pero yo me sentía de una manera extraña, como si estuviera enfermo.

Por las noches no pude dormir correctamente, eran los problemas de insomnio que venía acarreando desde hace ya largo rato, pero aun peor. Me dormía al anochecer, muerto del cansancio, pero de una manera extraña, siempre me despertaba por la madrugada, de repente y con la respiración agitada, mi corazón daba botes dentro de mi pecho y, pese a ser invierno, empapado en traspiración.

Tenía a veces la sensación de ser observado por la ventana de mi habitación, por lo que de inmediato encendía las luces y me fumaba uno que otro cigarrillo para poder tranquilizarme. Empecé a fumar desde los 18 años para ser preciso, pero nunca pasaba de los tres cigarrillos por día, y hasta había días en los que no lo hacía. Pero desde que empecé a tener estos problemas, era normal que fumara hasta paquetes enteros.

De día era otra historia, casi siempre estaba de mal humor. Me molestaba por cosas sumamente insignificantes, hubo días en los que reaccionaba mal apenas me dirigían la palabra.

Otra de las cosas que me sucedía era que no podía comer, era muy extraño, pero sentía que había algo en mí cuerpo que no me permitía digerir la comida. A veces con solo llevármela a la boca terminaba vomitando, y luego eran constantes. Habían comenzado una noche en la que me desperté de repente y comencé a devolver, no entendía por qué, siempre comía muy sano. Florencia se preocupó mucho por esta situación, por lo que una mañana decidió llevarme con un médico.

Gustavo nos acompañó, por lo que mi mal humor desapareció, supongo que fue porque desde que había llegado a la ciudad, él fue quien más me ayudó a adaptarme, a veces hasta me prestaba dinero cuando no llegaba a fin de mes.

Luego de que me hicieran los análisis, el doctor me dijo que no encontraba ninguna causa que pueda ser motivo de los problemas que tenía.

— Estoy seguro de que sólo debe ser el estrés. Es normal que te sientas estresado y nervioso cuando estas por dar un examen, a mí me pasaba todo el tiempo. Te aconsejo que dejes este examen para otra ocasión y te relajes.

La ReuniónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora