👑 Una aventura en que todos sus sueños pueden verse aplastados, porque...un sueño de libertad se puede transformar fácilmente en un sueño de amor. 👑
Atrévete a conocer la historia de Mia Southford.
Primer libro de la saga Royalty: Una familia, tr...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Solo dos meses más y esa tortura al fin habrá terminado, se dijo Mia mientras observaba a través del espejo como su doncella corría por la habitación, como siempre, ordenando todo para el baile de aquella noche.
La noche después de tres extenuantes días en los que había esperado en vano la visita amistosa de Charles, y la noche en que sería el baile en que su padre, el Rey, presentaría al nuevo duque de Blackmore. Y donde él podría comenzar con su búsqueda.
No quería pensar en Charles buscando una esposa, porque cada vez que aquello pasaba por su cabeza todo el mundo se volvía gris y aburrido. Aunque jamás lo aceptaría en voz alta, no quería que él se casara. Seguro ella, la futura novia, sería una perfecta dama, segura de sí misma y divertida...no como ella.
Lo único bueno de aquel baile era que vería a su única amiga, después de semanas.
Charlotte Aldrich, hermana pequeña de Chrystalle, quien ostentaba una despampanante cabellera castaña, junto a unos profundos ojos color miel y un cuerpo dotado de algunas curvas. La imagen de la perfección y todo lo opuesto a su hermana de cabello rubio y ojos azules. Ella se había casado hace algunos meses con Nicholas Rodhood, el guapo conde de Rodhood y habían estado unas cuantas semanas de luna de miel en París, la ciudad de l'amour.
Mia se alegraba por Lottie, como solía decirle, sabía que nadie la adoraba más que Nicholas. Era perfectos el uno para el otro.
Un suspiro escapó de su boca. Jamás había pensado en que ella pudiera querer lo mismo que tenían Lottie y Nicholas. Una persona con quien se complementará de tal manera que fueran perfectos el uno para el otro.
—Dios que patética — se reprendió en un susurro. Era patético no poder quitárselo de la cabeza cuando probablemente él ni siquiera le dirigía un pensamiento, con su ausencia aquellos días lo había dejado claro.
Correcto. Iría a la bendita fiesta. Bailaría con algún apuesto caballero, bebería ponche y quizás un sorbito de brandy, ayudaría a Charles y luego esperaría fervientemente que esos dos meses pasaran y pudiera huir a refugiarse en su isla adorada. En su paraíso.
Su vestido para aquella noche era un sencillo modelo de muselina color lavanda, las señoritas solteras solo tenía permitido usar colores claros. Colores virginales. Rodó los ojos ante aquella restricción. Era tan estúpida como tantas otras normas.
Siguiendo con su vestimenta; llevaría unos delicados zapatos a juego con el vestido, un peinado recogido casi descuidadamente sobre su cabeza, sencillo, y una cadena de oro con un precioso dije color diamante, en otras palabras el dije era precisamente un diamante que su padre le había obsequiado en su último cumpleaños.
—Listo, milady — murmuró Beth, dando los últimos retoques a su peinado. El pie de Mia se movió golpeando el piso repetidas veces, ya estaba harta de aquello. — esta lista y preciosa — la chica sonrió con orgullo, admirando su creación.