Capítulo 14

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Young saeng era así. Sencillo y conmovedor hasta extremos insospechados.

Era raro para Hyun joong. Raro, porque lo conocía toda su vida y, sin embargo..., estaba seguro que jamás había visto a aquel muchacho hasta haberse casado con el.

¿No era todo muy complejo?

¿Muy contradictorio?

Si lo conocía, y por supuesto que era así, ¿por qué de. repente... le parecía Saengie distinto?

-Hyunnie -descorrió las cortinas-. ¿Sabes la hora que es?

Lo tenía allí. Vestido ya. Fresco, fragante, monísimo dentro de su atuendo veraniego. Un pantalón blanco impecable, una casaca de fina tela azul.

-Por favor, Hyunnie -exclamó Saeng, riendo, enseñando las dos hileras de perfectos dientes-. Por favor. Estamos de viaje. Hemos quedado de verlo todo y tú, si no vengo yo a despertarte, sigues durmiendo hasta mañana.

Hyun joong pasó los dedos por el cabello.

-¿Qué hora es? -preguntó, aún aturdido.

Young saeng amplió su sonrisa.

Dio algunas vueltas por la estancia en torno a él.

Gracioso, con aquel aire , distinto, que Hyun percató en el.

¿Era Saengie distinto porque siempre lo fue, o lo era porque... cambiaba? Seguro que no. Lo era porque lo era, y Hyun seguramente que nunca lo vio así.

-Las once, Hyun. Ya he desayunado en mi cuarto. Ya salí por los alrededores, e incluso estuve cerca de la bifurcación. Es un parador precioso. Hay montones de veraneantes por aquí. -Y después, mirándolo sin dejar de sonreír-: ¿Vamos a quedarnos aquí o piensas continuar viaje?

Hyun joong se sentó del todo en el lecho.

-Lo que tú digas -indicó-. Hago lo que tú digas.

Y pensaba al mismo tiempo, con cierta íntima desilusión, que Young saeng, con su aspecto, sus palabras, su desenvoltura, no parecía estar enamorado de él, como le dijo. ¿Se sentía así el amor? ¿Era capaz una persona de ser amable, cortés y atento, pero indiferente, amando a un hombre?

-Yo prefiero quedarme -dijo, con naturalidad, ajeno a los pensamientos de su marido.
-Entonces, perdona. Me daré un baño, pondré ropa limpia y ligera y saldré en seguida.
-Te espero en la salita que parte las dos alcobas, Hyunnie.
-De acuerdo.

Estuvo listo en seguida.

El agua casi helada le despejó. Aún le dio tiempo para tomar aire antes de vestirse. Después puso unos pantalones azules muy claros, de tipo sport. Un polo blanco de algodón, de cuello cisne, y así salió al encuentro de su esposo. ¡Su esposo!

¿No conmovía y llenaba aquella palabra? ¡Su esposo!

Heo young saeng, el amiguito del alma, el maestrito hacendoso, el apostólico joven, que tenía un consuelo y un consejo para todos sus amigos, los del suburbio.

¿Y Kyu jong?

Aquel pensamiento, aun siendo Kyu tan amigo suyo, produjo como una sacudida. Fue una revelación odiosa. Kyunnie enamorado de Saengie.

Se lo hubiesen dicho en cualquier otro momento y se quedaría tan tranquilo. Pero no lo estaba. Ya... no.

-Saengie...
-Estoy aquí.

Apareció en la salita y vio a Saeng tomando una limonada.

Era interesante. Distinto, sí, y que nadie le preguntara en qué radica aquella diferencia.

En sus ropas, no.

Siempre vestía así o parecido.

A su pesar, lo evocó cuando años antes, no muchos, tal vez seis o menos, lo presentaron en sociedad. Gentil... ¿Cómo no se fijó él en Young saeng aquella noche?

Sacudió la cabeza.

-Te tengo preparada una limonada, -dijo el, con sencillez-. La acabo de pedir y la trajeron ya -se acercaba a él con el vaso en la mano-. Toma, Hyunnie.

Y sin que Joong tomara el vaso o dijera nada:

-¿Es que no has dormido bien?

Estuvo a punto de gritar como un histérico:

"¿Qué has hecho de mí? Di, di. ¿Qué pasa conmigo que estás borrando de mi mente todo mi tormentoso pasado? ¿Por qué siento y pienso así? Me da miedo sentir así. Mucho más miedo que me dio nunca Sarah Stark."

Pero se mordió los labios, tocó el vaso, lo llevó a los labios y apuró su contenido en tres sorbos.

Después, sin soltar el vaso, tomó la mano de Young saeng. Apretó aquellos dedos.

Se sentía como ahogado, como excitado, como terriblemente alterado.

-Hyunnie..., ¿qué te pasa? ¿Lo sabía él?

¿No estaba como borracho de saeng?

¿Qué pasaría si se lo dijera?

Por eso no dijo nada. Pero, casi sin darse cuenta, tiró de aquella mano y sintió en su cuerpo el cuerpo de Young saeng. Cálido, blando, distinto...

-Hyun...

El rió.

Una risa tonta.

Una risa casi infantil.

Una risa anormal.

No dijo nada. Nada en absoluto. Pero asió con la mano libre el mentón del mas joven y le buscó los labios con los suyos.

-Hyu...

Kim hyun joong se disculpó con la mirada. Pero lo besó largamente. Como aquella vez. Largamente, hasta que Saeng sintió como si las sienes le estallaran y los pulsos y todo.


-¿Por qué? -preguntó Saeng al rato, respirando muy fuerte, separándose de él y pegándose a la pared.

Hyun podía decir por qué: **Porque lo necesito. Porque tuve que hacerlo. Porque fue como si la sangre y el cuerpo me inclinarán hacia ti. Porque no pude evitarlo.**

Pero no.

Rió. Aquella risa suya, algo confusa. Tiró de el, empujándolo hacia la puerta.

-Vamos a dar un paseo, cariño.

Otra persona hubiera insistido en saber el porqué. Saeng, no.

Se dejó llevar. Pasearon por toda la ciudad sin recordar aparentemente el... ¿incidente? Lo que fuese. Incidente, no. Para Saengie, nunca podría ser incidente, lo que hacía, pensaba o sentía Hyun joong.

Pero se limitó a pasear con él. A escuchar su voz cuando le iba explicando todo lo que veían. Como dos turistas recorrieron la ciudad, y a la hora de comer, penetraron en un restaurante típico. Después siguieron paseando. Hablando de mil cosas. Como si aquel beso no tuviera ninguna importancia, y lo cierto es que estaba en la mente de los dos como una meta, un fin, un objetivo absoluto de sus vidas.

Tomaron café en la terraza. Fueron de tiendas.

Y a las siete, Hyun propuso de súbito:

-Oye, ¿y si fuéramos a bailar?

Saeng se estremeció.

En los brazos de Hyun joong. Estar en sus brazos aunque sólo fuera bailando, era... un cilicio, o... ¿un placer? Un placer, sí, pero...

-¿Ahora?
-¿Y por qué no? ¿Qué vamos a hacer? O seguir viaje, o entretenernos.

Tenía razón.

Por eso Young saeng asintió, dejándose llevar.

-Es que de pantalones...

Joong se complació en mirarla.

Lo llevaba tomado de la mano. No pensaba en Sarah. Se diría que la actriz se había borrado de su mente, como si le hicieran un lavado de cerebro, o como si jamás existiese en aquel cerebro.

-Estás guapísimo, Saengie cariño.

Lo decía con fervor.

Heo young saeng se agitó.

Miró al frente.

-No me halagues -dijo, y su voz tenía como una trémula ansiedad-. No lo toleraría.
-¿Eres tonto?
-Ya sabes que si de algo peco es de ser infinitamente real.
-A veces es necesaria la fantasía para vivir mejor.
-Prefiero las realidades bonitas.
-¿Y no lo es bailar los dos?

Entraron en una sala de fiestas.

Luces rojizas. Una orquesta, jóvenes modelos rarísimos llenos de flecos, de colores... Una pista pequeña. Gente bailando. Chicos melenudos. Muchachas contoneándose...

Una música dulzona, algo lánguida.

Young saeng sintió como si todo diera vueltas en torno.

Jamás estuvo en un sitio así, con un hombre como Hyun joong.

Aquella vez. Sí, aquella vez. ¿Lo recordaría Hyun? No, claro. Lo besó en la boca al despedirlo, pero Hyun seguro que besó a muchas personas.

A el mismo aquella mañana, y sin embargo..., no parecía recordarlo.

-¿Bailamos?

Le dio miedo.

Verse en aquella pequeña pista, bajo aquellas luces tenues que parpadeaban cambiando de color, en brazos de Kim hyun joong...

-Anda -le decía al oído, dé modo raro-. Anda, cariño.

Ya estaba bailando.

Lo llevaba apretado contra sí.

Sentía todo el peso cálido en sus músculos, toda su ternura viva insospechada. Toda su pasión. ¿Qué hizo el? Lo que haría cualquier persona real, que era esposo del hombre con el cual bailaba. Se apretó instintivamente contra Hyun joong. El se estremeció.

Quiso buscarle los ojos.

Buscárselos con afán, pero Saengie tenía los párpados entornados. Bailaba a su lado, casi sin mover el cuerpo, pegado a él, suavecito, cálido..., entregada al instante de goce íntimo.

Bailó con el.

No supo cuánto tiempo.

Como si todo le emborrachara sin beber.

Como si el suave perfume de Young saeng le embriagara sin poderlo remediar.

¿Qué le estaba pasando?

¿Qué ternura sentía dentro de sí? ¿Qué ternura, qué pasión, qué deseo?



Dime que no llegue tarde.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora