Era tardísimo.
Ni gente había apenas por la calle.
Las luces de los escaparates parecían parpadear bajo una apacible noche.
De vez en cuando, un transeúnte que se cruzaba con ellos, indiferente, sin mirarlos siquiera.
Heo young saeng y Kim hyun joong , después de una comida casi silenciosa, de una tarde bailando, de una tertulia pueril, si se quiere, pues nada de cuanto vivieron o sintieron se lo comunicaron uno a otro, caminaban por la calle hacia el hotel, tomados de la mano.
-Hace una bella noche.
La voz de Saeng tenía como un dejo suavísimo. Hyun apretó aquellos dedos que cerraba en su mano.
-Sí.
Eran simples los dos. ¿No tenían nada más que decirse? Precisamente por tener tanto, lo soslayaban, buscando una conversación pueril, casi infantil.
-La gente se retira temprano.
-El hogar produce ahora más aliciente.
-¿Ahora?
-Que antes. Cada día se van metiendo más las gentes en su casa.
-Es verdad.
El hotel estaba allí. Llegaban huéspedes.
Montones de maletas se alineaban cerca de recepción.
Gentes que hablaban toda clase de idiomas. Los botones multiplicándose.
-Este hotel -dijo Hyun, a lo simple- está lleno de gente diferente.
-Sí. Cómo está enclavado en un sitio así...
-Eso es. Pero si vas a otro cualquiera, pasa lo mismo. -Y sin soltar su mano, entrando en el ancho vestíbulo, amable y cortés-: ¿No quieres tomar nada antes de retirarte?
-No, no. Me siento algo mareado.
Se inclinó hacia Saeng.
Más obsequioso, más atento de lo que nunca pensó él mismo.
-La culpa la tuve yo.
-No digas tonterías.
-¿Son tonterías? Estás cansado de bailar.
Aturdido, sí. Turbado. Fue todo..., como siempre lo soñó y lo deseó.
Y todo aquello perturbaba y entontecía un poco.
-No. No soy tan niño.
-¿Cuántos años tienes?
Saengie rió.
Una risa cantarina.
Una risa suave a la vez.
Hyunnie sintió una cosa.
Como si todo diera vueltas en torno.
-Veinticuatro.
-Un niño.
-No tanto.
Se perdían en el ascensor, ajenos a cuanto ocurría en torno.
El ascensor, lleno de gente a aquella hora, les impidió seguir hablando. Pero se sentían, se tocaban. ¿Fue Hyun el que provocó el mayor acercamiento? ¿O él?
Fue como una necesidad.
Se tocaron sus cuerpos. Se apretaron.
Se, miraron a los ojos de forma rara.
Fue Young saeng quien primero los apartó. El ascensorista abrió el ascensor. Salieron muchos. Ellos también. Sin tomarse sus manos. Uno junto a otro, algo confusos.
Atravesaron el pasillo en silencio. Abrió Hyun la puerta.
-Buenas noches, Hyunnie.
Hyun joong respiró muy fuerte.
-Saengie..., digo yo... Digo...
-¿Dices?
-Si... si...
No quería que se lo dijera.
Por eso se deslizó dentro antes de que él terminara.
-Buenas noches, Hyunnie.
-Oye, Saengie.
-Hasta mañana. Y madruga más, ¿eh? Sólo nos quedan seis días de estar aquí. Descansa bien.
-Oye, Saengie.
Young saeng no quería oír. Tenía miedo de oír. Estaba seguro de que si oyese..., le mandaría entrar. Y eso, no. Le daba miedo que él entrase, más miedo que toda aquella confusión e incertidumbre.
-Buenas noches, Hyun.
No contestó.
Quedó allí, en la puerta. Envarado, confuso, dominando no sabía qué fuerza que sentía dentro como una llama.
¿Qué le ocurría?
¿Qué sentía?
Jamás sintió aquello. ¡Jamás!
Era todo sublime. Fuerte, ardiente, sí. Pero sublime.
Así pasaron cinco días. Cinco días que producían inquietudes constantes, besos aislados sin explicaciones..., apretones de mano, bailes... Cinco emocionales días para ambos...
Ya sabía cosas de Hyun joong.
Más que jamás imaginó saber.
Lo que sentía Hyunnie por el... no era... una necesidad del alma y del cuerpo.
Lo intuía. Su sexto sentido.
Por eso, casi avergonzado, evitaba verlo a solas, al menos por las mañanas.
Después seguía todo un día de ansiedad incontenible. De sonrisas veladas, de miradas confusas.
Por eso aquella mañana estaba allí. En la salita. Sin atreverse a entrar en la alcoba de su marido.
Y fue cuando oyó cómo se abría la puerta de aquella alcoba de Hyun joong , y algo, una mujer, entraba...
En seguida la voz alterada de Kim hyun joong.
-Tú...
-Tardé en encontrarte -dijo la voz alterada de... Sarah Stark.
Young saeng se fue levantando. Muy pálido.
Como si toda la fuerza interior de su ser se le recopilara en el brillo airado de sus ojos.
-Me costó -dijo la voz de Sarah-. ¿Oyes? ¿Qué es eso de tu tonta boda con una niño inexperto? Tú estás loco, Kim hyun joong.
Saeng contuvo el aliento.
Por un segundo, su tremendo temperamento apasionadisimo, del que Hyun no conocía apenas nada aún, estuvo a punto de saltar, incluso hundiendo la pared, y tirar a aquella mujer por la ventana.
Pero su cordura la mantuvo inmóvil, ni pegada a la puerta del apartamento. Firme, sí. En medio de la salita, oyendo todo lo que pasaba por la debilidad del tabique que la separaba de aquella alcoba.
Oyó el crujido del lecho y algo parecido a unos pies que buscaban las pantuflas.
Lo imaginó poniéndose la bata.
Lo que no pudo imaginar fue su mirada.
Hubiera querido derribar las paredes para ver los ojos de Hyun joong.
De súbito sonó su voz. Serena, correcta. Una voz que Hyun usaba para hablar con los conocidos, exponiendo su innata educación.
-Has cometido una tontería, Sarah. No debiste buscarme.
Hubo un silencio.
¿Qué vio Sarah en los ojos de Hyunnie? ¿Qué leyó en su voz?
-Joonie..., ¿qué dices? Tú no te alegras de verme.
Se oyó una risa.
Young saeng supo que no era fingida.
Era la risa que se provocaba en Hyunnie cuando le decían algo gracioso. Algo que, si bien le hacía gracia, le era totalmente indiferente.
-¿Y por qué había de alegrarme, Sarah? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que no estás en el teatro haciendo tu... comedia?
-Estoy de vacaciones. Anduve loca por todas las ciudades próximas. De repente vine a este hotel. Pregunté cómo en muchos otros. ¿Dónde tienes a tu esposo? ¿Qué matrimonio es el tuyo, que tú estás solo en tu lecho?
-Saengie no tardará en llegar. ¿Quieres irte, Sarah?
-Me quedo aquí -se oyó un crujido, como si un cuerpo se desplomara en un sillón-. ¿Oyes? Me quedo aquí. Al menos voy a provocar una buena escena. Tendrás un problema con tu esposo. -Y suavizando el tono-: Oye, Hyun. Yo te perdono la tontería de que te hayas casado, ¿eh? Sólo te pido, en desagravio a lo que me has hecho, que llenes de ropa un maletín y te vengas conmigo a terminar mis vacaciones.
Saeng apretó el pecho con las dos manos.
Sabía lo que sentía Hyun joong por Sarah.
Sabía que era un hombre.
Y que las pasiones le tentaban y le dominaban. ¿Qué iba a pasar?
-¿Me has oído, Hyun?
-Claro, Sarah. -La voz de Hyun joong era mesurada y suave a la vez. Ella, de repente, se dio cuenta de que, si fuese Sarah, no querría oír aquella voz de el-. Te oigo perfectamente. Pero me quedo, ¿sabes? Me quedo muy satisfecho.
Otro silencio.
Después, como un estallido.
-¿Cuándo?
-¿Cuándo qué, Sarah?
-Cuándo te enamoraste de el. Di, di, te conozco bien. ¿Cuándo dejaste de quererme?
-¿Cuándo? -Era la voz de Hyunnie como si se interrogará a sí mismo-. No sé. Un día. ¿Ayer? ¿Hace seis años? No sé.
-Eres un maldito, Joonie.
-No, Sarah. Soy un hombre normal. Paso por rachas tontas. Por raras pasiones dominables... e indominables. Pero todo se disipa. Casi siempre surge la verdad algún día, entre tanta mentira que se vive.
Y después...
-Quédate con el. Te conozco bien. Nunca pensé que te fuera tan fácil dejar de...
-No te ofendas a ti misma, Sarah. Y, por favor, no mezcles la palabra amor en esa basura.
Se oyó una puerta.
Un golpetazo.
Después, pasos que se alejaban. En seguida el zumbido del ascensor.
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Dime que no llegue tarde.
FanfictionLa traición de su prometida dejó a Kim hyun joong destrozado, pero a pesar de eso, aún se sentía subyugado por la pasión que él le inspiraba. Desesperado, buscó consuelo en Heo young saeng, su amigo de toda la vida. Solo él podía mantenerlo alejado...