Heo young saeng corrió a su alcoba.
Se situó ante el tocador y contempló absorta su imagen en el espejo.
Aún vestía la bata blanca y el pijama Los cabellos desordenados. ¿Qué hacer?¿Confesar haberlo oído todo? No. Nunca.
Aquello... estaba muerto. Era como una nube de verano, que después de derramar toda su tormenta, desaparece y resurge el sol.
¿Así?
Tenía que ir a la alcoba de Hyun joong.
Si iba todos los días..., no tenía por qué dejar de ir aquella mañana.
Sintió como si todo diera vueltas en torno.
Aún se sentó ante el tocador unos segundos.
Apretó las sienes y después, en uno de sus apasionados arranques, se levantó.
No supo cuándo empujó aquella puerta de comunicación. Ni de dónde sacó aquella voz suya, alegre y feliz, para decir:
—Pero... ¿sigues durmiendo?
Se calló.
Hyun joong estaba sentado en el borde de la cama, en pijama, con el batín medio atado, las pantuflas en sus pies.
—Saengie...
¿No era como si lo descubriera en aquel instante?
¿Acaso tuvo que entrar Sarah en aquella alcoba para que Hyunnie se diera cuenta de lo que sentía por su esposo?
—Levantaré las persianas.
—No.
—¿Qué dices?
—Me... me gusta esta semioscuridad. Ven, cariño.
¿Iba a decirle lo de Sarah? Que no se lo dijera.
Saeng prefería ignorarlo. Lo sabía ya. Lo sabía todo.
—Cariño, ven.
—¿Por... qué?...
—No sé. O sí lo sé. —Alargaba la mano—. Creo que lo sé. Debo saberlo.
¿Qué tenía la voz de Hyun joong?
Era ronca. Distinta.
No tanto como aquellos últimos días. Pero sí totalmente diferente a la del hombre que fue a confesar la infidelidad de su prometida.
—Hyunn...
—¿No quieres?
Young saeng sintió que todo palpitaba dentro. Como si una llama se reavivara. Una indescriptible timidez lo embargaba. Hyun joong emitió una risa tan nerviosa como la mirada de Saeng.
—Es raro todo, ¿verdad?
—¿Raro?
—No sé. Distinto. Es como si uno naciera en este instante. ¿Qué piensas tú?
—¿Pensar... de qué?
Y los labios le temblaban y los dedos sentían el suave contacto de los de Hyun. ¿Pensar...?
—No sé. Cosas. O no pensar nada. ¿No es mejor no pensar nada? — sentaba a Saeng junto a él en el borde del lecho—. La mente vacía. ¿O no está vacía, cariño? ¿Cómo la tienes tú?
¿Qué decía?
¿Merecía la pena lo que decía?
—Estás... temblando —dijo Hyunnie, de modo raro, echando a Saeng hacia atrás y cayendo sobre él—. Saengie cariño..., ¿qué nos pasa a los dos? ¿Cuando lo descubrí yo?Tenía que preguntarle qué había descubierto. Tenía que hacerlo.
Pero no podía.
Hyun joong estaba sobre el y le buscaba los labios.
—Saengie cariño....
—Hyunnie... Hyunn...
Lo besaba.
Largamente.
Como si durante una vida entera estuviera conteniéndose y de súbito... lo tuviera que hacer, porque una fuerza superior le empujara a ello. En la boca. Haciendo que Young saeng abriera sus labios y se pegara a él y suspirara.
—Saengie, Saengie...
No sabía ella decir nada.
¡Nada!
Pero sentía a Hyun joong.
Lo sentía con fuerza ardiente en su ser. Sus labios, sus caricias, sus frases entrecortadas... ¿Cuánto tiempo? Las persianas estaban bajas.
El ruido en la carretera se intensificaba a medida que avanzaba la mañana.
—Te gusta que te bese. ¿No lo sabías tú? Y a mí..., a mí.
—Me besaste en otra ocasión.
Era un murmullo. Hacía calor allí. O no.
Casi no se apreciaba nada.
Sólo que estaban juntos, que se necesitaban imperiosamente, que todo era verdad. Una verdad de dentro. No sólo una verdad superficial. La verdad de Heo young saeng . La verdad auténtica de Kim hyun joong.
—Claro. No hace mucho.
—Hace mucho.
—¿Cómo?
—¿No te acuerdas? A mí..., a mí...
—Dilo...
—No se me olvidó. ¿No te acuerdas de aquel día, teniendo yo dieciocho años, que me llevaste a bailar?
—He sido tonto —decía él, en su boca—. ¿Tonto? No es posible. Espera. No digas nada. Deja que recuerde yo. Ahora lo comprendo. ¡Ahora!
—Hyunnie...
—Veamos, te dije...
—Pero deja de besarme.
—¿Puedo?
Ya no sentía vergüenza, ni timidez; sólo pasión y ternura. Aquella ternura que lo purificaba todo, junto a un Hyun joong vehemente y voluptuoso.
Un Hyun que él presintió siempre.
Un Hyun que era extremadamente bello, extremadamente sexy y fascinante..
—Saeng, eres... eres deliciosamente apasionado.—Me gusta ser así. Tengo que ser así para ti. Lo tengo que ser.
Hyun joong reía.
Besaba y reía.
Era como un sueño.
Como una plenitud extraordinaria.
—Ya recuerdo —saltó Hyun en sus labios—. Ya recuerdo. Te dije... te dije...
—Cuando vuelva me caso contigo, Saengie. Cuando vuelva.
—Y volviste.
—Y tú me dejaste pasar.
—¿Podía retenerte?
—¿No sabes ahora?
Era tardísimo.
Ni desayuno, ni comida.
¿Se fijaría alguien en aquella puerta cerrada?
Claro, las camareras. Seguro que estaban esperando.
Se lo dijo al oído.
Kim hyun joong lo apretó contra sí.
Se perdió con el en aquella maravillosa inconsciencia pasional.
—Que esperen. Que esperen —decía, obstinado—. Como si yo pudiera dejarte ir ahora. No puedo, ¿sabes? Nunca pensé que... que...
—Que yo te conquistara.
—Nunca lo pensé. Mi nutria.
—Hyunnie.
—¿No te gusta que te llame así?
—Nutria —repitió el, bajísimo, bajo sus besos—. Nutria...
—Mi dulce y apasionada nutria.
Choi siwon decía a la familia Heo:
—Es raro. He recibido una llamada donde me dicen que se van durante quince días más. No lo entiendo. No lo entiendo.
Donghae reía.
Eunhyuk la miraba severamente.
Pero Hae seguía riendo. ampliamente feliz...
FIN
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Dime que no llegue tarde.
Hayran KurguLa traición de su prometida dejó a Kim hyun joong destrozado, pero a pesar de eso, aún se sentía subyugado por la pasión que él le inspiraba. Desesperado, buscó consuelo en Heo young saeng, su amigo de toda la vida. Solo él podía mantenerlo alejado...