Capítulo II. Llamadas pérdidas

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Llamadas pérdidas


Pia entró a su casa cargando a Jack. El Piccolino se había quedado dormido en el salón atestado de adultos y sin niños con quienes jugar. Nelly y Nicolás entraron después de ella.

—Pensé que tendríamos que quedarnos en casa de John —dijo Nicolás a Nelly mientras Pia subía las escaleras para acomodar a Jack en su habitación.

Nicolás había entrado a la cada apoyándose en cada objeto que tenía cerca, estaba ebrio.

—Esa era la idea, pero después del brindis tu madre consideró que no estarías cómodo. Quiere hablar contigo, ¡Ah!, y me advirtió que no me metiera. Mañana todos irán a casa de John —respondió con esfuerzos Nelly, que también había bebido una considerable cantidad de Limoncello—. Los Esposito están allá y no está bien que sólo los Baker los soporten —agregó con un bostezo.

—Ambas familias se merecen un mal rato. No los compadezcas —respondió Nicolás y como pudo se apresuró a subir a su habitación antes de que su madre bajara. No quería hablar con ella de nada relacionado a John Baker.

Llegó hasta su cama y se dejó caer sin desvestirse. No quería pensar en nada, sólo necesitaba dormir durante una semana. No contaba con que Pia llegaría minutos después llevando un álbum de fotografías con ella. Al escucharla entrar, Nicolás se sentó en la orilla de la cama e intentó parecer sobrio. No lo consiguió.

—¿Mucho Limoncello? —preguntó y se sentó al lado de su hijo. Tenía esa mirada de melancolía que daba a entender que se quedaría mucho tiempo ahí—. Sabes que no me gusta que te embriagues, Nico.

Nicolás no dijo nada y la observó abrir el álbum de fotografías de la familia.

—Una fotografía conserva recuerdos, pero no experiencias —dijo—. Recordar es volver a vivir, aunque hay momentos que no conservamos en un álbum. Por ejemplo, el día que más lloramos, cuando nos enojamos... Mira esta fotografía —dijo, señalando la foto de una boda, los novios eran Gino y Pia. Sin duda una boda mucho más sencilla que la de esa noche—. Es mi boda con tu padre. Tengo fotografías de nuestra boda pero no de nuestro divorcio. A eso me refiero. Es mejor no conservar los malos recuerdos, debemos superarlos.

—¡Y si no podemos olvidar fácilmente, gracias a Dios existen los Psicólogos!—se burló Nicolás delirante por el Limoncello, y Pia, a pesar de saberlo ebrio, se quejó del acostumbrado reproche.

—¿Me vas a recriminar eso otra vez?

—¡Me llevaste con tres psicólogos, mamá! ¡Tres psicólogos y quieres que lo olvide!

Nicolás pasó ambas manos sobre su rostro para tratar de quitarse el sueño. Tal vez no debió beber tanto Limoncello.

—La intención era hacerte sentir mejor.

—Te creo, pero mi diagnóstico era: "Quiere estar solo", no otra cosa. Yo te lo dije siempre, no necesitábamos un psico-loco.

Después del divorcio, Pia consideró conveniente llevar a su hijo con un terapeuta porque notó que Nicolás necesitaba superar el trauma. El niño, "Evadía la realidad creando un mundo imaginario", eso dijo el último psicólogo que visitaron. Y esto porque Nicolás repetía que Emma, su amiga de la infancia en Austen, hacia llover con tan sólo llorar y al tocar las plantas estás crecían. El primer experto en el estudio de la mente no consiguió ayudarlo, así que después fue transferido a otro y después a otro, hasta que un día simplemente dejó de decirlo y "concluyó" su terapia.

Pia y Nicolás se recostaron en la cama para mirar las demás fotografías. Algunas eran de cuando Pia vivió en Italia, sin duda ella siempre fue una mujer muy agraciada. Las últimas fotografías de ese álbum eran de cuando nació Nicolás. Ella le platicó lo feliz que fue ese día y él se sintió culpable por lo que hizo esa noche. Nelly se lo pidió pero él no cumplió. Arruinó la boda de su madre y, por el momento, lo menos que podía hacer era intentar convencerla de dejarlo ir a Deya en lugar de irse sin avisarle.

La Mariposa Enjaulada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora