Capítulo XVI. La muerte de Adam Cox y Harold Barclay

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La muerte de Adam Cox y Harold Barclay


Los densos bosques alrededor de Austen siempre alentaron a cazadores furtivos a buscar animales rumiantes para cazarles. Este era el caso de los afanosos Adam Cox y Harold Barclay. Los dos vivían en el pueblo perdido en el mapa. El primero era un miembro del ayuntamiento y el segundo un querido profesor. Eso es todo lo que sabremos de ellos.

—Creo que vi algo, Harold —susurró Adam sosteniendo su rifle contra su pecho.

Para no ahuyentar a los animales y entorpecer la caza, ambos apenas y respiraban.

—¿Dónde?

—Detrás de los pinos a mi derecha.

Harold agudizó los sentidos e intentó no pestañar al buscar algún movimiento extraño en el lugar que indicó Adam.

—¡Ya lo vi!—dijo ligeramente emocionado.

—¡Shhh! Te va a escuchar... No lo pierdas de vista. Es un ciervo.

De pronto se escuchó un disparo que inmediatamente alejó a Mariposas Monarca que volaban por el lugar; y para el comienzo de su mala suerte, la bala falló y el ciervo huyó..

—¡Lo teníamos Harold! ¡Bah! —exclamó molesto Adam—. ¡Le disparaste antes de mi señal!

—¡No sabía que teníamos una señal!

—Lo platicamos antes de bajar de la camioneta. Yo silbaría imitando el canto de un pajarito y entonces tú dispararías.

—Ya que importa —dijo Harold, desanimado—, el ciervo se fue. Regresemos al pueblo.

—¡Ya lo teníamos! —se volvió a quejar Adam.

Los dos hombres caminaron con desgano. Habían recorrido el boscaje en vano porque regresarían a sus casas con las manos vacías. Confiando en su buena suerte, colocaron algunas trampas sobre una pendiente. Mañana regresaría Harold, o eso creía, a verificar si lograron apresar algo. Decidiendo eso estaban cuando el lejano llanto de un bebe los inquietó.

—¿Escuchaste eso?

—Un bebe llorando...

Se miraron el uno al otro.

—¿En medio del bosque?

No podían creerlo.

El llanto del bebé se fue haciendo más sonoro. Lo que en un principio se escuchó como un susurro en medio de la arboleda, ahora era demasiado ruidoso:

—Quizá lo abandonaron, Harold —dijo Adam, preocupado.

—¡Eso nunca ha sucedido en Austen! —lo regañó Harold, receloso de la tranquilidad que siempre había gozado en aquel pueblo—. Aquí nadie abandonaría a un bebé

—Creo que el llanto viene de allá —señaló Adam hacia una pendiente.

Al mismo tiempo el cielo se nubló y sus voces se escuchaban con eco.

—¡Quizá la criatura este con su mamá! ¡Quizá se trate de familia disfrutando un día de campo o esté pescando, y aquí vamos nosotros a importunarlos! —continuó Harold en lo que caminaban hacia el lugar.

Adam negó:

—Hola ¿Hay alguien allí? ¿Es su hijo el que está llorando? —preguntó a la nada.

—Nos vas a meter en problemas, Adam.

A paso temeroso, los hombres caminaron hasta la parte más acuosa del bosque.

La Mariposa Enjaulada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora