Capítulo V. Ese pueblo perdido en el mapa

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Ese pueblo perdido en el mapa

—So, so you think you can tell Heaven from Hell,  Blue sky's from pain. Can you tell a green field .From a cold steel rail?  A smile from a veil? Do you think you can tell?.

Siempre fue parte de su rutina diaria salir a correr. Nicolás Rossi no era un deportista, pero le gustaba sentir sus pies saltar y ver caras conocidas a su paso. Así mataba el tiempo una o dos horas antes de volver a casa, pero esa mañana no quería volver. Ella no estaría ahí para recibirlo.

— ...Running over the same old ground.
And how we found
the same old fears.
Wish you were here —cantaba intentando imitar la voz de David Gilmour de Pink Floyd.

Nelly y Jack lo esperaban sentados en un parque. Era martes y había poca gente en el lugar. Ninguno de los tres quiso ir a despedirse de la familia Esposito cuando regresaron a Italia dos días después del funeral de Pía. Por su parte, Salvatore y Elena Esposito planeaban llevarse a Jack, pero Nelly les cerró la puerta en la cara cuando se lo propusieron.

—¡Hora de irnos, Nico! —indicó Nelly a su sobrino cuando se percató de que empezaba a llover.

Nicolás corrió unos minutos debajo de la lluvia. Disfrutaba que el agua se escurriera sobre su cuerpo. Aminoró el avance y, cabizbajo, caminó hacia el coche de Nelly, donde ya lo esperaban ella y su hermanito. Antes de subir, ella le entregó una toalla para que se secara.

Nicolás gastaba las horas escuchando música. En las noches observaba las fotografías que había visto junto a su madre la última vez que estuvieron juntos. "Las fotografías guardan nuestros recuerdos, sólo los bellos, no debemos conservar los momentos malos" pensó, intentando recordar las palabras de ella. Pia tenía razón, no quedaría ninguna fotografía de su muerte o funeral, únicamente la tristeza. Una lágrima muy pequeñita se deslizó sobre su mejilla y contempló con mucha nostalgia la fotografía de la última Navidad que pasó junto a su madre. Todos ahí lucían felices. Escuchó los pasos de alguien acercándose y se secó la lágrima.

—¿Puedo entrar? —preguntó Nelly.

—Está abierto.

Nelly entró a la habitación y se recostó junto a él. Días antes en esa misma posición habían estado él y su madre. Ahora todo le recordaba a ella.

—Jack arruinó esa fotografía —dijo con humor Nelly, mirando la fotografía de Navidad.

En la fotografía Jack sacaba la lengua mientras los demás sólo sonreían.

—No, la hizo más divertida—opinó con una sonrisa él y ella estuvo de acuerdo.

—Tienes razón. Lástima que yo no aparezca en ella. Igual le sacaré una copia y la colocaré en mi oficina.

—Tú la tomaste, Nelly —le recordó él.

—Sí... Pasamos buenas Navidades juntos ¿no? Tú mamá siempre trataba de empacar los regalos, escondiéndose en algún rincón de la casa para que Jack no la descubriera y...

—Él siempre la descubría —añadió Nicolás y cambio de página para continuar viendo las demás fotografías.

—Sólo él sabía que nos regalaría tu mamá en Navidad.

— Era buena madre —dijo él con nostalgia—. Pero yo no fui un buen hijo para ella...

—¡Claro que sí! —exclamó Nelly y lo abrazó—. ¿Qué madre no tiene al mejor hijo del mundo? Todas lo tienen. Pía nunca quiso cambiar nada de ti. Ella siempre te amo tal como eres. A pesar de tu cabello largo y sucio y tus fachas al vestirte —aseguró y le dio un beso en la mejilla.

La Mariposa Enjaulada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora