Capítulo XIII. Vita, la Vespa Amarilla 1985

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Vita, la Vespa Amarilla 1985    

Era una habitación color blanco que no tenía piso o techo. Un ataúd de madera estaba ubicado en el centro, abierto pero, aparentemente, estaba vacío. Nicolás caminó despacio hacía este. Al acercarse miró dentro y se dio cuenta de que un teléfono móvil estaba colocado sobre la seda blanca que revestía el interior. El teléfono empezó a sonar. Nicolás lo tomó y leyó que quien llamaba era Pia.

—¡ALÓ! ¿Mamá? —preguntó, desesperado.

El teléfono no dejaba de sonar, Nicolás lo miró angustiado y trató de responder una y otra vez... pero no pudo. El teléfono era cada vez más escandaloso, pero aunque él presionara send para responder este continuaba sonando. En eso, Nicolás empezó a escuchar murmullos a su alrededor: los Baker y los Esposito, todos vestidos de negro y deambulando por la habitación.

—¡Contéstale a tú mamá! —le exigió molesta Elena Esposito.

—¡Eso estoy intentando pero no puedo! —respondió Nicolás, afligido.

—¡Responde, Nicolás, no hagas esperar a tu mamá! —le gritó Patrizia.

—¡No sé cómo! —exclamó con lágrimas en los ojos.

—Es Pia quien te está llamando, Nicolás —le murmuró al oído John Baker.

Nicolás observó el teléfono y leyó otra vez que su mamá era quien lo llamaba. Persistió en la lucha de intentar contestar pero fue imposible y el teléfono no paraba de sonar.

—¡ALÓ! ¿Mamá? —gritaba inútilmente con el teléfono.

—¿Qué esperas para contestar, Ragazzo? —le preguntó altaneramente Salvatore..

—¡Responde, mamá! ¡MAMÁ!

El ruido del teléfono era cada vez más ensordecedor. Tanto que Nicolás ya no podía escuchar lo que le estaban gritando los demás. Finalmente, con ambas manos colocadas sobre sus oídos, se arrodilló y gritó:

—¡Para de sonar! ¡PARA! ¡PARA!

Se despertó sudoroso y de inmediato se sentó en su cama. Miró su reloj. 2:44 a.m. Se frotó los ojos. Había tenido otra pesadilla muy vivida. Nicolás sintió calor y se sacó la camiseta que traía puesta. Miró hacía la cama junto a la suya, comprobó que Jack siguiera durmiendo y le acomodó la frazada.

¿Cuándo terminarán las pesadillas?

Jack duerme en paz porque su conciencia si está tranquila, reflexionó.

...

Esa mañana Jack Rossi bajó las escaleras como si fuera caballo de carrera, tropezó e inmediatamente se levantó, el olor a panqueques lo estaba enloqueciendo. Dos cosas le gustaban a Jack más que todo lo demás: comer y disfrazarse.

Nicolás, después de un placentero baño con agua tibia, se vistió con una camisa que Pia le regaló un mes antes y pensó en la pesadilla que lo despertó. Era imposible no pensar en eso. Si tan sólo hubiera contestado el teléfono Pia estuviera viva, pensó y se enojó consigo mismo, como siempre. Era martes 14 de agosto, un día especial para Nicolás.

Bajó las escaleras tan despacio que nadie lo escuchó y entró de sorpresa al comedor:

—Buenos días, Nico —lo saludó Betty.

—Buenos días.

—¿Qué tal amaneciste? —le preguntó Gino, que ponía atención a un periódico.

La Mariposa Enjaulada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora