Capítulo 13: Minutos Antes.

17 1 0
                                    

Era un día soleado. El primero después de muchos años en Caronte. Fue como un regalo. ¡Espectacular! Aunque nuestra piel no soporte los rayos de nuestro Sol.
Iba a ser un gran día para mí...

— Anya... necesito decirte algo importante. Es algo que no he podido confesarte desde hace algunos años. ¡No me malinterpretes! Eres hermosa... Yo... yo... ¡Te amo!

Gritó Martí, confensando su amor al reflejo que tenía frente a él de sí mismo en un lago congelado color violeta.
Esperaba a que Anya saliera de su hogar para poder al fin confesarle sus sentimientos. Diez años ocultando su secreto lo estaban volviendo loco.

— ¡Excelente! —se premió a sí mismo con un helado aplauso— Sólo debo esperar a que salga —vigilaba a escondidas detrás de hielos que parecían piedras de colores exóticos oscuros.

Esperó una hora más, ensayando y reflexionando sobre si lo que haría sería algo bueno. Sentía un dolor intenso en el estómago, estaba nervioso, pero su valentía y cariño hacia Anya era aún más grande.
Ya era la hora, Anya salía de su hogar en compañía de su padre, el alcalde de la ciudad.  Era un reto para Martí, pero por ella estaba dispuesto a todo.

Corrió discretamente hacia ambos, haciéndolo parecer que era una coincidencia.

— ¡Martí! —saludó la chica de piel gris y ojos violetas con una delicada sonrisa. Sus ojos brillaban ante la oscura tarde y sus mejillas se convertían en un mar de tonos rosados.
— ¡Anya! —saludó, aparentando impresión— ¡Qué gusto encontrarte por aquí! —mira a su padre— Alcalde —saluda con una leve reverencia y estrechan sus manos—. Es un gusto verlo.
— Ya lo creo, muchacho —respondió serio—. Te veo en la alcaldía, cielo. No tardes.
— No, padre.

Los chicos se quedaron solos, callados y sin algo que decir. Era el momento perfecto para Martí.

— Anya, yo...
— ¿Caminamos? —pregunta Anya, con un tono de voz hipnotizante, y con una mirada que nadie podría evitar admirar. No podrías decirle no.

— Hoy es un día muy helado, ¿no crees? —pregunta Anya, rompiendo el hielo después de unos minutos de silencio al caminar hacia la alcaldía.
— Lo es —responde Martí, distraído.
— ¿Sucede algo?
— No. Nada. Es sólo que... —se detiene. Anya lo mira, curiosa — hay algo que debo decirte —dijo con un tono de voz seguro.
— ¿Sobre qué? —preguntó ansiosa, temerosa.
— ¡Yo...! —unos fuertes destellos cegaron su vista por unos minutos.

Calor. El calor del Sol que dejó verse por primera vez en muchos años, inundaba cada rincón de Caronte. Un calor intenso, pero a la vez cálido. Duraría poco, pero sería un memorable día. Nadie podía creerlo. Era algo desconocido e impresionante para todo el poblado.

— ¡Martí! —gritó asombrada. Él abría sus ojos lentamente— ¡Es increíble!

Al abrir por completo sus ojos, no pudo creerlo. Era como ver un mundo nuevo, tan desconocido.

— Esto es... —sonríe de lo impresionante que era el fenómeno— ¡Anya! —toma sus manos sin pensarlo, ella queda impresionada y nerviosa— Hay algo que debo decirte, y es muy importante que lo sepas.
— ¿De qué se trata? —pregunta curiosa.
— Has sido una gran amiga estos diez años. Hemos compartido muchas experiencias juntos, y el ser como eres... —tragó saliva. Su corazón palpitaba a mil por hora—  cariñosa, amigable con todos... Tengo que decirte algo —ambos se juntan.
— Dilo.
— Yo... —Anya se acercó más a él,  a sus labios. Cerró sus ojos. Él entiende, y no lo puede evitar. Quiere besarla para poder transmitirle sus sentimientos— yo...

Gritos interrumpieron su momento romántico. Bombas de fuego comenzaron a caer desde el cielo. La gente corría sin saber a dónde ir. El día se volvió oscuro, tenebroso.
Se podía ver la sombra de una nave enorme que descendía del cielo, y era la que estaba causando el disturbio.

— Corre —dijo Martí en voz baja. Anya lo miró confundida. De  la nave comenzaron a salir personas protegidas por un traje blanco. Éstas disparaban y comenzaban a secuestrar a la gente— ¡Corre!

Martí jaló a Anya. Ambos comenzaron a correr frenéticos. La cuidad se estaba volviendo un caos. Se oían gritos desesperados de todos lados. A la gente que secuestraban la metían en la nave y los que se resistían morían.
Un hombre alto y fuerte los perseguía. Nadie podía escapar. Corrieron lo más rápido que pudieron, intentaron perderlo de vista, pero era inútil. Llegaron al final del pueblo, donde sólo quedaba un límite de naturaleza alienígena, la cual quedó destrozada por otra nave que aterrizó ahí.

— Martí —suplicó Anya, tomando con fuerza su brazo izquierdo.
— Yo te protegeré —acaricia su mano—. Daré todo de mí.
— Ojalá tu promesa dure más de lo que dices —expresó el hombre enmascarado—. Entrégame a la chica.
— No.
Ríe por lo bajo — Estúpido...

— Peleamos. Él me noqueó, y se la llevó. Es todo lo que recuerdo.

La mayoría estaba escuchando la historia. No sabían cómo apoyar o darle ánimos al chico alienígena.

— Tengo un plan —rompo el silencio—. Podríamos morir en el intento, pero salvaríamos a tu pueblo y a tu chica.
— ¿En serio? —preguntó asombrado.
— Los secuaces de Coppola no se han ido. Por eso debemos actuar mañana a primera hora. Hoy prepararemos todo.
— ¡Gracias...! Usted es...
— Capitana.
— Gracias, capitana —asentí, en forma de reverencia.

Salí de la nave,  Eo me siguió.

— ¿Realmente tienes un plan?
— No lo diría si no tuviera uno —respondí cortante.
— ¿Hay algún problema? —preguntó desesperado.
— Sí... —volteo para verlo— de hecho sí. ¿Por qué Grace te conocía? ¿Por qué te mira como si la hubieras abandonado en plena noche sin decirle nada?
— Meredith... —no sabía qué decir.
— Voy a descubrir quién eres, y cuando lo descubra... Más te valdrá que sea algo bueno, porque yo no me trago ese cuento de la nave perdida, o robada.

Eo no dijo nada. Era obvio que estaba ocultando algo.

— Te estaré vigilando.

Un Espacio Entre NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora