Capítulo 10: Tiempo

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Quince días viajando sin parar, vamos a buen paso. Esta nave es asombrosa, contiene celdas solares, por eso no hemos hecho ninguna parada para cargar combustible. Nunca me había subido a una nave tan “a la vanguardia”.

La fusión del equipo sigue siendo problemática, tenemos muchas diferencias que resolver… pero dentro de la nave hay un problema todavía más grande que nuestras diferencias.

—Ha pasado un mes desde que vivo resguardado en una nave donde ahora hay oficiales y militares espaciales -explicaba Eo en un mensaje de voz por medio de un reloj inteligente, en la privacidad de su habitación-. Coppola está buscándome y para esto envió a su más fiel hombre: el Dictador...

“Él es el más temido hombre en esa nave después de Coppola. Su manera de juzgar a los hombres es terrible; con una mira dicta si vive o muere. No tiene piedad por nadie, no tiene sentimientos. Sólo él sabe lo que Coppola trae entre manos. Descubriré lo que ese hombre trama y lo enviaré al infierno aunque yo  tenga que irme con él. Seguiré en esta nave hasta que ya no necesite más de su ayuda. Sé que el Dictador nos encontrará pronto, y me estoy preparando para ello.”

Guardó la grabación, apagó el reloj y lo guardo donde sabría que nadie lo encontraría. Al salir de su habitación sonó una alarma y corrió a la cabina como todos lo hicimos.

—¿Qué tenemos? -le pregunté a Major.

—Tiene un mensaje, capitana -me avisa.

—Lo tengo -enciendo la tableta y en la bandeja un mensaje aparece, éste era ámbar-, ¿el color significa algo?

—La gravedad de la misión. Hay tres colores: azul, ámbar y rojo. Es casi como un semáforo. Ámbar es, importante, si quieres verlo así -respondió Grace a la pregunta. Abrí el mensaje y la cabina tornó del mismo color, yo me asombré al igual que mis amigas e Eo.

Ambas leímos el mensaje.

Una guerrilla. Iremos a calmar un gran disturbio en Caronte 53-B. Eso está en el límite de Andrómeda. Nos queda de paso.

—Suena a que es malo -dice Kate, sacándome de mis pensamientos.

—Sólo es nuevo para nosotros. Debemos prepararnos. Hay una guerrilla al final de Andrómeda… Caronte 53-B, Fuzzball -él asiente y redirecciona la nave.

—Si sienten que necesitan ejercitarse -dice Grace-, el gimnasio está al fondo hacia abajo. Así no tendrán algún desgarre.

—Suena bien, ¿quiénes irán al gimnasio?

—-Yo -se escuchan tres voces. Paula, Kate y Geraldine.

—Vayan. Y no pierdan tiempo.

—¿Tú no irás? -pregunta Grace. Kate me miró con una expresión de súplica, me pedía ser sutil. Debía mentir.

—En otro momento. Aún tengo reportes que enviar.

—Te vemos en un rato, Mer -se despide Kate y sale de la cabina junto a Paula y Geraldine.

Miro a Eo. Está inmerso en sus pensamientos.

—Tú irás con los demás a entrenar -le ordené.

—¿Yo? -asentí, era obvio.

Si no, ¿quién más, genio?

Las chicas entrenaban en el gimnasio; Kate y Paula hacían abdominales, lagartijas, y usaban una caminadora. Y Geraldine golpeaba profesionalmente un saco de boxeo.

—Eres ruda -añade Kate, limpiándose el sudor con una toalla.

—Para nada -sonríe Geraldine, para después golpear el saco-. Yo soy muy comprensiva.

—Nosotras somos buenas personas -se acerca a ella-. Lamento si vinimos a quitarte espacio y privacidad. No queremos llevarnos mal con nadie.

—Lo entiendo -dio un golpe final fuerte al saco, toma su toalla y limpia su sudor-. Llámenme Geral. Suena más amistoso…-se sienta en el suelo, Kate y Paula hacen lo mismo- Escuché de su nave hace algunos meses. Fueron una gran noticia. ¿Cómo se sienten después del ataque?

—Estamos bien -dice Paula-. Al principio fue difícil. Nadie quería trabajar con nosotras, la mayoría del equipo pidió su cambio a otras naves y sólo quedamos nosotras tres.

—¿Cómo sabes de nuestro incidente? -pregunta Kate.

—Soy toda una informática, necesito saber quiénes son los que entran a esta nave. Al investigar apareció el reporte hecho por la Co capitana, Meredith… en aquel entonces. ¿Fue duro?

—Bueno -Kate enreda pequeños mechones de cabello entre sus dedos, estaba nerviosa-, no todos los días una nave te ataca provocando la muerte de varios refugiados y la desaparición de tu capitán.

—Abraham Brooks… ¿no han encontrado alguna pista?

—No -responde Kate, cortante y desconcertada.

—Y, ¿qué hay de Bennet?

—No lo sabemos… se hizo más asocial desde ese suceso.

—Dicen que el tiempo sana heridas.

—Eso crees -responde Kate, mirando hacia una de tantas ventanas que daban vista al mar de estrellas. Deseando que fuera cierto.

Unos cuantos kilómetros atrás una nave seguía nuestros pasos minuciosamente

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Unos cuantos kilómetros atrás una nave seguía nuestros pasos minuciosamente. Sin que nosotros nos diéramos cuenta.

—Enviamos la falsa alarma tal y como lo ordenó, señor. Cualquier nave que esté cerca de Caronte irá.

—Excelente -dice complacido el Dictador-. Avisa a nuestros aliados. Cuando nuestros invitados lleguen debe parecer que hay un caos allá.

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