Capítulo 8: El Cometa Grace.

34 5 5
                                    

— ¿Lo encontraste? -preguntaba una voz ronca y aterradora que provenía de un holograma.

—Sí, señor. Está en una nave de brigada espacial.Calculamos que irá a Admes, otra vez

—Captúralo, y traelo ante mí…-el hombre asiente ligeramente- y esta vez no me falles, o me veré obligado a tener que ir en persona.

—No, señor. No será necesario.

—Eso espero.  

Unos días más tarde, por fin llegaríamos a Admes, sentía temor de sólo pensar que llegamos tarde y que no quedaron sobrevivientes y que por eso cambiaron el objetivo de la misión.
Habiendo arribado en Admes me di cuenta de que todo estaba tranquilo, y solo.

—Bien -leía el mensaje del Estado Mayor de nuevo para descifrar si había algo que pudiera orientarnos en este planeta-, parece ser que iremos a explorar.

—¿Y la misión? -pregunta Paula.

—No he recibido otro mensaje. Sólo sigamos el protocolo.

—Entonces, ¡vamos a explorar! -dijo Eo muy animado.

Salimos de la nave con toda la protección necesaria, los astronautas de este siglo ya no usamos ese enorme traje que para nuestra labor es estorboso, ahora usamos algo menos tosco: traje blanco y delgado que nos ahorca hasta el cuello, es térmico en caso de heladas, y el tanque de oxígeno ya no es lo mismo, ahora nos insertan unos muy delgados cables en los puntos del cuerpo donde la sangre tiene una circulación importante y con un micro motor cuando inhalamos algún compuesto diferente del oxígeno se dedica a convertir esa sustancia en oxígeno para que podamos respirar. Llevábamos armas por si los problemas se hacían ver y nos encaminamos a buscar cualquier cosa que nos diera un objetivo para estar ahí.

—Nosotras iremos por allá -señala una calle de nuestro lado izquierdo-, ustedes -Eo y yo-, vayan por otro lado -mandó Kate-. Avisémonos si encontramos algo.

—O a alguien -dijo Paula en tono preocupado. Nosotros asentimos y con eso nos dividimos.

Caminábamos por las calles de aquella ciudad que parecía haber sido abandonada. Era un desastre. ¿Qué habrá pasado con la gente de esta ciudad? No quería preguntármelo en voz alta dado que Eo estaba a lado de mí, no quería entablar una conversación con él.
Caminamos y caminamos. No encontrábamos nada que hiciera ver que esta misión fuera en vano. Comencé a irritarme.

—¿Crees que encontremos algo? -dice Eo para romper el hielo.

—No lo sé -respondí cortante. Él lo notó.

—Entiendo que no te agrado.

—No es eso -dije enseguida. Sin mirarlo.

—Lo es -dice con cierta certeza-. Y no te culpo. Soy un extraño en tu nave -revisaba las calles mientras platicaba-, y tal vez te agrade menos porque quise besarte -me ruboricé un poco, pero evité mirarlo-. ¿Qué piensas de eso? -pregunta curioso- Yo aún quiero besarte -esta vez él miró a otro lado. No quería responder. Él lo sabía- Ya sé. Fraternicemos un poco -esta vez lo miro-, si vamos a estar juntos un buen tiempo, será mejor que seamos una familia unida, ¿no? -preguntó animado. Yo asentí, parecía una buen idea con una muy buena lógica- Yo comienzo… veamos -pensaba una pregunta-. Algo sencillo, ¿tienes novio?

—No -respondí-. Sigo yo: ¿Tienes familia?

—¡Por supuesto! Mi madre y mi padre. Viven en la Tierra. Hablamos con frecuencia.

—Qué tierno -dije sin tanto esfuerzo.

—Ahora yo... -llegamos a un lado de la ciudad donde pareciera que hubo un incendio, pero aquí sí había cuerpos- Oh, esto es como las fotos del holocausto. Pobre gente. No merecían morir.

—Debemos saber por qué atacó este planeta. Tal vez buscaba algo.

—Sí -respondió cortante. Tal vez no le gusta hablar de ese tal Coppola.

Rodeamos el muro de muertos, eran demasiados. Revisé el área con la vista, sólo había casas calcinadas y sangre en todo el piso, una sangre que pareciera violeta. A lo lejos pude ver que había una nave, tal vez era una nave enemiga, no lo sabríamos hasta que estuviéramos cerca.

—Sigamos -le dije a Eo-, tal vez esa nave sea la razón de que estemos aquí -ambos comenzamos a caminar hacia la nave. Pasó un rato para que volviéramos a hablar.

—¿Cuánto mides? -preguntó Eo con curiosidad.

—Lo suficiente -me mira, insatisfecho, yo gruño, quiere otra respuesta- Uno con cincuenta… aproximadamente. ¿Y tú?

—Uno con ochenta y dos  -dice sonriente-. ¿Qué edad tienes?

—Diecisiete.

—¡Vaya! -expresa con asombro.

—¿Qué?

—Pensé que tenías catorce... tú sabes, por la estatura.

—Todos dicen lo mismo.

—Luego pensé que eras más grande que yo -lo miro, curiosa por saber la respuesta-. Una chica de catorce años no tendría ese cuerpo de mujer -sentí que mis mejillas se quemaban.

—¡Eo! -grité avergonzada.

—¡Lo siento! Sólo era un halago. No te lo tomes tan a pecho.

—¡No sigas con el tema! -guardamos silencio un momento mientras seguíamos caminando hacia la nave. Lo miro de reojo, pero él se da cuenta.

—¿Quieres saberlo? -pregunta emocionado.

—¿Qué cosa? -fingía.

—Tú sabes. Sólo debes preguntarlo. Para eso hacemos este juego. Para conocernos y ser buenos amigos.

—¿Qué edad tienes?

—Veinte. ¿Tienes alguna otra pregunta?

—De hecho… sí.

—Hazla -dijo serio.

—¡Alto ahí!

Una chica de cabello largo y desaliñado nos apuntaba con un arma, parecía cansada y frustrada. Eo se heló, con los ojos abiertos como plato.

—¡Déjalo ir! -gritó la chica.

—¿Hablas de él? -lo señalo con el dedo.

—Tira tu arma -ordenó.

—De acuerdo -posé con cuidado en el suelo mi arma.

—¿Te hizo daño? -le pregunta la chica a Eo.

—¿La conoces? -Eo seguía helado.

—Aléjate de él.

—Tranquila -dije-, no soy una mala persona. Él es mi compañero.

—No parece que sean amigos -ambas lo miramos. Eo apenas reaccionaba.

—Escúchame. Mi nombre es Meredith, soy capitana del Omega 416. El Estado Mayor me envió hace cuatro semanas a Admes. Soy de una nave de brigada. Mis compañeras y nosotros buscamos sobrevivientes.

—Meredith… -baja el arma, sintiéndose aliviada- siento el ataque. Han sido unas semanas duras para mi equipo y yo. Sé quién eres. Recibí un mensaje que tenía que ver contigo… Mi nombre es Grace Cooper -estrechamos nuestras manos-, capitana del Alpha 045 -sentí que algo no saldría bien de eso-. Un placer conocerte.

—El gusto es mío -dije con cierto sarcasmo para después llamar a mis amigas.

Un Espacio Entre NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora