Capítulo 17: La Batalla

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-Recibimos un mensaje de una nave Alpha...

-¿Coppola? -preguntó el líder de Caronte, consternado. Tenía días que no sabía nada sobre la mitad de su pueblo, ni sobre su hija.

-Una patrulla.

-¿Viene a ayudar? Ya es demasiado tarde, nosotros nos encargaremos -decretó el líder, caminando hacia delante.

-Es su hija...

El alienígena se detuvo, abrió los ojos como plato. No podía creerlo. Regresó sus pasos hacia donde estaba el otro alienígena.

-¿Estás jugando conmigo?

-No, señor -muestra el holograma, era el rostro de su hija, ella estaba bien-. La rescataron junto con los demás rehenes. Y quieren ayuda.

Una nave de emergencia decendía en Caronte, en ella se encontraban los que ahora parecían rebeldes: Eo, Geral, Kathe y Paula. Eo sabía que el dictador estaba esperándolo para llevarlo con Coppola, y quería escapar, pero no podía huir, sentía la necesidad de rescatar a la chica, quizás, sentía algo por ella.
Habiendo tocado tierra firme pusieron en marcha su plan, todo estabs friamente calculado y nada podía fallar.

-No se distraigan -dijo Eo-, ya están vigilándonos.

Rodearon la ciudad, revisando ricón tras rincón todos se dividieron, buscaban señales del enemigo.
Eo caminaba entre la ciudad, solo, esperando una señal que no tardó en aparecer: entre los escombros se encontraba el dictador, quien estuvo siguiendo cada paso que daba.

-Al fin -dijo el hombre enmascarado-. Me causaste muchos problemas -dijo de buen humor, Eo no respondió-. ¿No vas a preguntarme en dónde está?
-Lo sé -responde con frialdad mientras le apuntaba con un arma.
-Sé que no te interesa la chica, Meyer -responde mientras se acerca lentamente a él-. Admito que hiciste mi trabajo más divertido; esconderte en un Alpha, fingir tu identidad, la chica. ¡Eres brillante! -exclamó con sinceridad- Por eso Coppola confiaba en ti.
-Pero yo en él nunca -interrumpe su discurso-. Quieren mi cuerpo, no lo tendrán. ¡No soy un arma! Accedí por temor a compartir mis habilidades, pero fue porque no tenía otra opción.
-¡Por favor! Ya eras un criminal cuando te recogimos -añadió el dictador.
-¡Pero no un asesino! -el enmascarado se detiene, su mirada se vuelve fría.
-Vendrás conmigo.
-No.
-No me dejas otra opción -se pone en posición para pelear.
-Ni tú a mí -dispara.

El enmascarado se protege con su armadura, eso no era nada para él, pero lo que no esperaba era que sólo fuera una distracción para que él huyera y para que una nave de guerra decendiera en Caronte. Era la nave de combate del líder de Caronte.
Una batalla comenzó, eran los Blancos de Coppola contra el ejército de Caronte, el Dictador estaba furioso, no quería perder de vista a Eo, comenzó a buscarlo sin compasión del ser que se le pusiera en frente. Dio con él, estaba peleando con sus compañeras, Eo lo vio, sabía que pelearia tarde o temprano con él.

-No me iré de aquí sin ti.
-No iré contigo -respondió Eo.
-¿Lo conoces? -preguntó Paula, quien estaba a lado de Eo y escuchó el diálogo. Nadie le respondió, Eo y el Dictador comenzaron su pelea.

El hombre enmascarado era, por mucho, más alto que Eo, su armadura a simple vista se notaba de algún metal resistente, Eo sabía que no sería fácil derrotarlo.
La pelea comenzó; Eo dio el primer golpe, el cual sin problemas esquivó el enmascarado. Luego el dictador dio el siguiente golpe, que Eo también esquivó. Ambos fueron entrenados por la misma persona, eran muy hábiles para pelear, pero ese día habría muchas sorpresas.
En la nave enemiga estaba yo, escuchando disparos, gritos y golpes, venían de afuera, necesitaba salir de ahí, la mayoría de los secuaces salieron a pelear, el lugar estaba vulnerable y aunque yo estaba débil tenía las fuerzas suficientes para salir. Yo tenía un plan.

-¡Oye! -volteó el guardia a mi celda- Necesito agua.
El guardia suspiró de mala gana, era la tercera vez que pedía agua -Estoy harto de escucharte chillar -amenazó mientras se acercaba bastante a mi celda-, ¡no quiero escucharte otra vez...¡ -lo tomé del cuello para ahorcarlo, luego de un golpe bien recibido en la cabeza contra los barrotes de la celda quedó inconsciente, pude tomar las llaves que se encontraban en su bolsillo, abrir la celda y salir de ahí. Pero antes de eso, noté que en una mesita había una tableta con correos que no estaban abiertos. Seleccioné un mensaje y enseguida el holograma del escrito apareció. Era una carta muy amenzante, del jefe del dictador. Era Coppola. Y Mark, ¿quién es Mark? Escuché pasos acelerados hacia mí cuando entre mensaje y mensaje pude deducir quién era.

Pensando que sería fácil, no pasó ni un segundo y ya estaban tres secuaces detrás de mí, esta vez tenía que huir. Comencé a correr por todos los pasillos sin sentido alguno, podía sentir el calor de la bala cuando disparaban para frenarme. Puse en marcha mi siguiente plan;la última vez que intenté escapar encontré la salida, sabía a dónde ir, pero el problema era que necesitaba una huella dactilar para que la compuerta se abriera.
Habiendo perdido de vista a los hombres, pude ver la salida mientras corría, estaba dis puesta a hacer todo para abrir esa puerta; tomé velocidad, la iba a tumbar aunque me tomara más tiempo, y justo cuando estoy a punto de golpearla un vigilante se cruza en mi camino. Yo frené de golpe, y ese enmascarado sólo me miraba, yo estaba lista para pelear, nadie me iba a quitar mi libertad.
Me sorprendí cuando vi que se quitó el guante y puso su mano en el lector para que la puerta pudiera abrirse, entonces recordé quién era, nos vimos por instante, él me dijo "corre", y eso hice. Salí de la nave y detrás de mí se cerraba esa compuerta, dejando atrás a aquel muchacho que seguramente también quería su libertad.

-Volveré por ti -le prometí. Él asintió, y la puerta se cerró por completo.

Suspiré. Sentí una lágrima rodar por mi mejilla enrojecida, la limpié al instante. Aún tenía algo qué hacer.

-Mark.

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