Capítulo 2: Infancia.

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Los días y semanas pasaron y la pequeña niña seguía sin adaptarse, sin tener amigos y eso le ocasionaba problemas. Un día, mientras todos comían (porque había un comedor gigantesco donde comían los niños y adolescentes), tuvo problemas acompañados de muchos más años después.

La niña estaba sentada sola en la esquina de una larga mesa, nadie procuraba de ella. Un grupo de niñas, más grandes que ella, pasaron por ahí y se pararon frente a ella.


-¡Oye! -gritó pedante una ellas. Pelo largo, castaño claro, muy lacio, con una coleta apretada. La niña la mira- Estás en nuestra mesa -la niña no entiende, las tres chicas que están ahí se dan cuenta-. Largo de aquí -dice molesta. Pero la niña sólo sigue comiendo, sin decirle nada, la otra desespera de un golpe lanza la comida de la niña al suelo, un silencio profundo se hace presente, todos miran al grupo de niñas- ¡Largo!

-Andrómeda, creo que estás exagerando...-dice otra niña, pero ésta la calla con la mirada.

-Lárgate si no quieres que esto se ponga peor -la pequeña niña se agacha para recoger la comida que Andrómeda había tirado, sintió vergüenza por primera vez, quería llorar, nadie le ayudaba. Siente que le jalan el pelo que estaba amarrado por una larga trenza, grita y comienza a llorar-. Párate -la levanta a jalones-, y ¡lárgate! -dijo apretando los dientes y empujándola a la vez, todos comenzaron a reír, incluso ellas, a lo lejos, un niño de ojos azul oscuro miró hacia el lugar. No reía, ni hacía nada, sólo miraba.


Andrómeda aprovechó la burla para seguir lastimando a la niña, quien comenzó a sentir desesperación, dolor, cosas que jamás había sentido en sus cortos años de vida, y por primera vez, furia. No pudo soportarlo más, apretó los puños con fuerza y una voz en su interior decía "¡golpéala!", una y otra vez, estaba harta, y obedeció a su voz: en un momento desprevenido de Andrómeda, quien reía junto a todos los del comedor, con su pequeño puño derecho, con mucha furia y fuerza, la golpeó en la mejilla dejándola caer al suelo. Las risas pararon, el silencio se hizo presente, sus amigas agitaban asustadas a la niña que yacía noqueada en el suelo. El niño abrió los ojos asombrado, pero sólo expresando eso en su mirada, asombro. Los demás niños, especialmente adolescentes, enfadados comenzaron a gritarle cosas ofensivas mientras revisaban a la niña y llamaban a un adulto.


Todo pasó rápido, mientras una niña iba a la enfermería la otra iba a la dirección.

-¡Golpeó a una alumna! -dijo molesta una señora robusta, de uniforme verde militar.

-Cálmese por favor -dijo una mujer que a la niña se le hacía familiar-. Lo arreglaremos a solas, puede irse -la señora mira furiosa a la niña y sin pensarlo dos veces le dice algo hiriente.

-Monstruo -azota la puerta, la niña comienza a llorar desconsoladamente.

-Oye, tranquila -dice la oficial, se acerca a ella y le da un abrazo maternal-. No llores.

-¡Yo no le hice nada! ¡Lo juro! -la mira con miedo.

-Yo te creo. Sé que no lo hiciste con malas intenciones, y por eso no serás castigada drásticamente -toma su rostro, limpia sus lágrimas-. Pero no vuelvas a hacerlo, ¿sí?

-Sí, señora -le dice, y sonríe.

-Puedes venir en los almuerzos conmigo, hasta que te sientas mejor


Así los meses pasaron, la niña iba la mayoría de los días con la oficial, comían juntas, y al menos una vez a la semana se metía en problemas por Andrómeda. Siete, ocho, nueve años de vida cumplió, vivió sin hacer amigos, siendo ignorada y maltratada no sólo por niños, también los profesores y entrenadores quienes se refugiaban en que era una amenaza para todos y parte de ellos se negaban a enseñarle, teniendo que volverse autodidacta, y con ayuda de la oficial era más fácil, un promedio respetable tuvo durante tres años. Recibía cartas de sus padres semanas tras semana, pero después todo cambió.


-No puede ser -dijo devastada la oficial en su oficina, se encontraba leyendo un mensaje electrónico. Estaba pálida. En ese momento llega muy contenta la niña que ya se veía más grande, asustando a la oficial- ¡Meredith!

- ¿Le asusté por fin? -dice burlona, pero después se da cuenta que la oficial no sonríe- ¿Hice algo malo ahora? -pregunta preocupada.

-No -dice intentando olvidar la noticia, negando con la cabeza-, para nada. De veras me metiste un buen susto -esbozando una sonrisa que después le contagia a la niña-. ¿Qué te trae por aquí hoy? Tus clases son en diez minutos -dice curiosa.

-Pues -moviéndose de un lado a otro-, pasaba para saber... -la oficial la miraba fijamente- Si mis padres han enviado alguna carta.

-Oh -de eso trataba el mensaje. En la computadora finge buscar mensajes-, No, Mery. Y eso es raro, tus padres siempre te escriben -haciendo énfasis en "siempre"-. Pregunta en un mes, tal vez sea un problema con la señal de la Tierra -la niña asiente, muy seria-. ¿Irás a tus clases?

- ¡Sí! -se levanta de golpe- La veré más tarde... -estaba a punto de irse, escucha que la oficial le llama.

-Me iré -dice sin rodeos.

-¿Por qué? -dice confundida y triste.

-Soy oficial, querida -se acerca a ella, toma su gorra de plato que estaba colgada en la pared, sujeta por un clavo-, mi vida es procurar que la gente siga el bien, cosa que no hay en la Tierra. Me necesitan.

-Pero... -no sabe qué decir- No... No puede dejarme aquí, sola -dice asustada- Yo también la necesito.

-Nunca te dejaría sola si quisiera... -la niña no contesta, decide cambiar un poco el tema- ¿Vendrás a despedirte? Mañana me iré y no podría sentirme aliviada si me voy dejándote afligida -dice con dulzura.

-Ahí estaré -dice con voz forzada, pero sincera.


La mañana llegó, los cadetes, sargentos y oficiales que tenían que subir a la nave lo hicieron, pero la oficial no podía irse sin antes ver por última vez a su pequeña amiga. Justo cuando creyó que no vendría, apareció. Sonrió, se acercó a la niña y le dio un último abrazo.


-Cuídate mucho, Meredith -le dice al oído-. Y ya deja de pelearte con todos.

-Lo voy a intentar -dice triste, abrazándola con fuerza. Se sueltan, de su mochila la oficial saca su gorra de plato y se la pone en la cabeza a la niña, le quedaba grande, se la acomoda y le sonríe de una manera única, de oreja a oreja como si fuera un día común en el que se divirtieran en la oficina. Se mete a la nave y se cierran las compuertas, la nave despega unos minutos después- Adiós -dijo mientras veía irse a su única amiga, al único ejemplo maternal que había tenido. Mientras despegaban, la oficial sólo pensaba en lo mucho que sufriría estando sola, y sólo deseaba que tuviera una mejor vida sabiendo que vendrían malas noticias, dejó caer una lágrima por su pequeña amiga.

"Sé fuerte".

Meses después, todos asistieron a la ceremonia para conmemorar a los fallecidos que fueron a socorrer a la Tierra, "por su gran honor, valentía y corazón...", decía un cadete leyendo unas palabras en el atril, frente todos los alumnos de la academia que vestían de negro. La única que no se había presentado a la ceremonia era Meredith, quien desde su ventana que daba a las estrellas y nebulosas, con la gorra en mano, recordaba los momentos que con la oficial había compartido antes de fallecer.

 La única que no se había presentado a la ceremonia era Meredith, quien desde su ventana que daba a las estrellas y nebulosas, con la gorra en mano, recordaba los momentos que con la oficial había compartido antes de fallecer

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