Nuevos Comienzos

981 35 2
                                    

Entré a mi habitación con la sensación de ser un completo desconocido. Mis cosas estaban tal cual las había dejado: tiradas por cualquier lado. Ropa sucia, cuadernos y hasta libros de texto estaban todos desparramados por el piso creando la impresión de que alguien había entrado en mi reino sin invitación y había revuelto todo en busca de Dios-sabe-qué. Obviamente nada de eso había ocurrido pues mi pieza era un desastre porque yo quise que fuera un desastre. ¿Quién podía culparme? La última vez que estuve aquí anduve muy preocupado. Cuando estoy nervioso tengo tendencia de armar desorden. Si me siento caótico, debo vivir desordenado. Así de categórico era yo.

Fuera como fuera la cuestión, no iba a arreglar nada de eso ahora. Era muy tarde, recién habíamos llegado de Mar del Plata y estaba de muy mal humor. Me tiré sobre la cama e intenté con todas mis fuerzas no pensar en la discusión que tuvo lugar esa tarde.

Fracasé miserablemente en el intento:

– ¿A qué te referís con que no querés sentirte atado? No te entiendo.

Poco antes de irme de Mar del Plata me reuní con Dolores a pocas cuadras de su casa. Necesitaba conversar con ella a solas y en un lugar donde no hubiera tanto ruido. Durante el camino a nuestro encuentro, tuve tiempo de meditar sobre las distintas formas en que podía tratar el siguiente tema, de la manera más contemplativa posible. Sabía que algo iba a salir mal pues, lo haya querido o no, la había ilusionado con la idea de un futuro juntos (mis acciones impulsivas eran responsables de ellos). Durante varios días lo creí, creí de verdad que estar con Dolores era el deseo que tan ansiosamente anhelaba mi corazón...hasta que estuve con Mía y comprendí que mi rompimiento con ella necesitaba su tiempo de luto. No estaba bien que terminara una relación y saltara tan deprisa a otra. Necesitaba un tiempo para mí y, sobre todas las cosas, necesitaba ser honesto respecto a mis deseos.

Y eso traté de comunicárselo a Dolores, aunque no sé sin mucho éxito.

–Siento que no está bien llevar las cosas demasiado rápido, justo ahora que nos estamos separando de nuevo –empecé a decir pero pronto me vi interrumpido.

–Pero solo va a ser por un par de meses, cinco como mucho –la pena de Dolores me hizo sentir una basura, el ser más despreciable sobre la faz de la Tierra. De solo pensar lo mucho que la lastimaría si llegara a enterarse que Mía y yo mantuvimos relaciones sexuales...Dios, no quería ni pensarlo–. Pablo, ya sé que esto se está dando demasiado rápido, créeme que lo entiendo, pero...

–Dolores no estoy preparado para esto, ¿está bien? –solté sin poder aguantar más la hipocresía de mis actos. Necesitaba hacer esto de forma rápida y largarme de allí con la hombría oculta entre las patas, como un cobarde–. Perdóname, sé que no es lo que querés escuchar pero tampoco quiero hacerte perder el tiempo. No estoy con ganas de tener nada con nadie. Es demasiado pronto.

–Pensé que sentíamos lo mismo el uno por el otro –dijo ella con la voz casi quebrada.

–No estoy diciendo que no sea así –al menos eso que dije era verdad–. Solo estoy diciendo que no tiene sentido comenzar algo justo ahora y luego separarnos por meses...

–Lo decís como si se tratara de años –replicó ella con un toque de enfado.

–Sé que no es así y es por eso que lo digo, ¿no crees que podemos esperar unos meses? –Dolores me miró sin comprender lo que estaba diciendo y yo hice un esfuerzo por ser más claro–. Lo que quiero proponer es lo siguiente: disfrutemos estos últimos meses que nos quedan con nuestros amigos, sin ataduras de ningún tipo de compromiso. Cuando volvamos y oficialmente nos instalemos en esta ciudad, podemos probar y comenzar a salir. Ver que tal resultan las cosas entre nosotros no siendo más amigos sino...algo más. ¿Te parece?

Espíritus en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora