El Secreto Peor Guardado

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Comenzaba hacer frío y un viento lejano soplaba del oeste.

– ¿Nos vamos? –propuso Dolores, mientras se corría de la cara el pelo suelto.

– ¿Ya querés volver a casa? –pregunté, extrañado.

Ella me miró con expresión cáustica.

–No, tonto. Quiero irme a otro lado –me tomó de la mano y se inclinó para darme un rápido beso–. No me importa el lugar, siempre que estemos solos. Éste día quiero que sea nuestro.

–Me parece bien.

Le dimos la espalda al mar y nos dirigimos a una de las salidas empinadas de la playa. Los dedos de Dolores se entrelazaron con los míos y un bienestar que hacía mucho no sentía se apoderó de mí.

Me sentía feliz.

Estuvimos juntos toda la tarde y hasta bien entrada la noche.

Recorrimos calles vacías, concurridas, centros comerciales, plazas y parques. Siempre tomados de la mano y hablando de cualquier cosa. Por primera vez en mi vida me sentía una persona normal, hablando de cosas normales y haciendo cosas normales.

Estoy saliendo con una chica con la cual no tengo que limitarme a la hora de hablar.

Nunca me había sentido tan suelto. Con Mía siempre se trató de guardar secretos y ser cauteloso con lo que decía. Con Dolores todo lo contrario; ella era lo mismo que yo y podía hablar con libertad sobre eso sin miedo a ningún tipo de represalias. Y me encantaba.

Cuando se hizo de noche, decidimos ir a tomar un helado. Nuestros teléfonos habían sonado un par de veces durante el día pero solo habíamos contestado una sola vez para dar aviso de que estábamos bien y que estábamos juntos. No queríamos preocupar a nadie.

–No puedo creer que comas eso –le dije a Dolores mientras veía como se llevaba a la boca cucharadas de crema color azul.

Ella me miró extrañada.

– ¿Qué tiene de raro? Es helado. Crema del cielo.

–El color, eso tiene de raro. ¿Qué helado es azul?

Dolores tomó una cucharada de esa crema azul y me extendió para que probara. De mala gana, me incliné y probé.

– ¿Y?

–No está mal, pero aun así no me gusta.

–Puff, vos porque te contentas con lo normal: frutilla a la crema y dulce de leche.

–Lo normal es rico.

–Lo normal es aburrido.

–Tu crema del cielo es horrible.

–Pues acostúmbrate, porque es mi sabor favorito.

Como no dije nada, Dolores se me quedó viendo y no tardó más de un segundo en darse cuenta de lo que estaba pasando por mi mente.

–No te hagas la cabeza con eso ahora.

–No podés pedirme eso.

–Pablo...

–Dolores –dije y me odié por tener que arruinar un fantástico día–. Esto que estamos haciendo...no sé cómo llamarlo.

–Se llama salir con una chica.

–Entende lo que quiero decir, vos no sos una simple chica –y en cuanto dije eso vi como una sonrisa tímida amenazaba con formarse en su boca. Aun así se resistió, pues sabía tan bien como yo que aún había más por decir–. Me encanta pasar el rato con vos pero también hay una realidad: vivimos en provincias diferentes.

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