IV

3.2K 318 18
                                    

En los pasillos de la clínica de reposo, el aire olía demasiado a mentol. Sebastian se quitó las gafas de sol y colocó ambas manos en los bolsillos de sus pantalones mientras esperaba que la enfermera que aquella tarde cuidaba a su padre viniera a buscarlo. Absorto en la vista del enorme jardín trasero ni siquiera oyó cuando ella se le acercó.

—Señor Stan, no lo esperaba hasta la próxima semana. Su padre se encuentra en la sala de visitas —le indicó, con una expresión de cansancio en el rostro.

Había visto a aquella mujer llamada Eve cientos de veces y siempre llevaba esa misma expresión en su arrugado rostro. Supuso que no sería demasiado agradable trabajar en un lugar como aquel; seguramente, tratar con los pacientes a diario sin sentirse afectada debía de ser difícil.

Él visitaba a su padre una vez por semana y cada vez que lo hacía, salía de allí con mal sabor en la boca. La clínica era hermosa, una mansión de estilo colonial en las afueras de la ciudad, pero lo que se respiraba allí dentro distaba mucho de ser placentero.

Siguió a la enfermera a través de la enorme sala de visitas. Distinguió la figura encorvada de su padre sobre una mesita junto a la ventana. Estaba armando un puzle, aquella había sido su afición desde que había ingresado en la clínica tres años antes.

—Señor Stan. —La enfermera tocó el hombro del anciano—. Su hijo ha venido a visitarlo —le anunció y esbozó apenas una sonrisa.

Pero Owen Stan no apartó la vista de la mesa.

Sebastian le dijo a la enfermera que los dejara a solas y cuando ella se alejó para atender a otro paciente que demandaba su atención tomó una silla y se sentó frente a su padre.

Lo observó mientras insistía en colocar una pieza del rompecabezas en un lugar donde no parecía encajar. Lanzó un suspiro, aún le costaba ver a su padre de aquella manera. Owen Stan siempre había sido un hombre fuerte y bien plantado. Sebastian lo había admirado desde niño, no solo como padre sino como profesional. Siempre supo que también él se convertiría en policía, y esa decisión se la debía a él. Su padre era respetado y reconocido dentro de la fuerza policial, sin embargo, sus superiores no titubearon ni un segundo cuando decidieron darlo de baja, tres años atrás. Sebastian recordó el día en que su padre había llegado a casa después de haberle comunicado, oficialmente, que ya no podría seguir ejerciendo sus tareas como teniente de la policía de Fresno. Desde ese preciso momento, su vida cambió, y Owen Stan ya no volvió a ser el mismo nunca más. Se encerraba en casa y apenas comía. Sebastian se vio obligado a contratar a alguien para que cuidara de su padre mientras él trabajaba, pero nadie duraba más de un par de semanas a su lado. Se había vuelto irascible y, más tarde, cuando apenas hablaba y, el psicólogo le dijo que había caído en un gran pozo depresivo, no tuvo más remedio que seguir sus consejos e internarlo en aquel lugar. Le había dolido mucho hacerlo, siempre habían estado juntos desde la muerte de su madre cuando él tenía quince años, y separarse de su padre significó un dolor tan grande como la pérdida de su madre. Lo visitaba religiosamente cada semana y muchas veces, apenas hablaba con él. Vivía sumido en aquellos rompecabezas que él mismo le compraba ni bien terminaba de armar uno. Esperaba que ese día no estuviese demasiado medicado y lograra entablar una conversación con él.

—Papá. —Extendió el brazo sobre la mesa de madera y tocó su mano huesuda—. ¿Me oyes?

Tras una fracción de segundo, Owen Stan levantó la mirada y clavó sus pequeños ojos en el rostro de su hijo.

—Sebs... —balbuceó, y el marrón de sus ojos pareció recobrar su brillo habitual.

—Sí, papa, soy Sebastian —le respondió y apretó su mano—. ¿Cómo estás hoy?

Una Obsesión Mortal » Sebastian Stan - Adaptada (EDITANDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora