XXIV

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—¿Cuánto hace que te conozco Sebastian? —preguntó Phil Conway mientras observaba con atención cómo uno de sus mejores detectives daba vueltas como una fiera enjaulada en medio de su oficina.

—Tú lo sabes mejor que nadie, Phil —respondió él sin mirarlo a los ojos y sin dejar de moverse—. Prácticamente desde que tenía cinco años y corría detrás de papá y de ti y les pedía sus pistolas.

Phil esbozó una sonrisa.

—Así es. Y sabes que para mí, eres más que uno de mis mejores hombres: eres el hijo de mi mejor amigo y, por tal motivo, me veo en la obligación de mantener esta conversación contigo antes de que se vuelva oficial.

Sebastian se detuvo y se dejó caer en la silla.

—Te escucho. —Sabía lo que iba a decirle y temía que, después de salir de aquella oficina, su vida cambiara para siempre y le sucediera lo mismo que a su padre.

—Como tu jefe y, sobre todo como tu amigo, debo decirte que has cometido un gran error. Sabes mejor que nadie que no puedes involucrarte de manera personal con nadie que esté relacionado directamente con el caso en el que estás trabajando —comenzó a decir y adoptó una expresión seria—. Sobrepasaste los límites en el preciso instante en que llevaste a Elena Carmichael a vivir contigo. —Hizo una pausa—. ¡Maldición, Sebastian! ¿Cuándo pensabas decírmelo?

Sebastian agachó la cabeza. Odiaba estar envuelto en aquella situación pero no estaba arrepentido de nada de lo que había hecho, solo, tal vez, de haber involucrado a su compañera al pedirle que guardara silencio.

—Pensaba hacerlo, Phil. —Se rascó la cabeza—. Estaba esperando el momento adecuado.

—¿Y pretendes que crea eso? Si Trisha no hubiese llamado esta mañana a tu casa, dudo de que me hubiera enterado. —Levantó las cejas—. Tu compañera sí lo sabía, ¿verdad?

—Deja a Kara fuera de todo esto —se apresuró a responder—. Ella no tiene la culpa de nada, si alguien merece ser sancionado, ese soy yo, no ella.

—¿En qué pensabas, Sebastian? Sabías que si se descubría, quedarías fuera del caso. ¿Es eso lo que quieres?

—¡No! Estoy dispuesto a recibir cualquier sanción, pero no me quites del caso —le pidió.

—Se ha vuelto personal para ti ahora, Sebastian. No creo que sea lo más sensato que sigas en él.

—Por favor, Phil.

Phil Conway siempre se había caracterizado por ser un hombre justo que hacía respetar las reglas, por eso le dolía que, esa vez, el involucrado fuese el hijo de su mejor amigo.

—Se lo debo a Elena. —Apretó el puño sobre el escritorio—. Se lo debo a mi padre.

Phil se recostó en su silla y lo observó un momento antes de dar su veredicto.

—¿Qué sientes por la muchacha? —pregunto de repente.

Sebastian no se demoró ni siquiera un segundo en dar la respuesta.

—La amo —admitió —, y estoy dispuesto a hacer lo que sea para atrapar a ese sujeto y acabar con la pesadilla en la que se ha convertido su vida.

—Lo que sea pero dentro de la ley, supongo —dijo Phil y frunció el ceño.

—Sabes que nunca haría algo indebido. Me conoces, Phil, tú mismo lo has dicho. —Su jefe se cruzó de brazos.

—A veces debería detenerme a pensar antes de hablar. 

El teléfono móvil de Sebastian comenzó a sonar.

Una Obsesión Mortal » Sebastian Stan - Adaptada (EDITANDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora