XXXVIII

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En la comisaría se había organizado un importante grupo de hombres para comenzar la búsqueda. Todos sabían que sería como buscar una aguja en un pajar pero contaban con el recurso humano y la tecnología suficiente para lograrlo.

Sebastian, junto con Kara y su jefe, organizaba todo desde la oficina. Él habría preferido lanzarse a las calles y buscar a Elena hasta encontrarla, pero su compañera lo había convencido de que lo mejor era que se quedara allí. No era bueno que actuara bajo aquella presión emocional.

Estaban revisando el expediente de Peter Franklin Massey para encontrar un dato que pudiera guiarlos hasta el lugar al que se había llevado a Elena; sin embargo, Sebastian se sentía más impotente que nunca.

—Deberíamos haber sido más inteligentes que él —murmuró mientras revisaba unos papeles.

—No te lamentes, Sebastian —le dijo Phil—. Nadie lo pudo prever.

—¿Por qué diablos habrá salido con él? —despotricó Sebastian y cerró de un golpe la carpeta—. ¡Hacía las entrevistas en el loft, nunca se movían de allí!

Kara lanzó un suspiro. Conocía a Sebastian y sabía que la desesperación lo estaba aniquilando.

—Ha debido engañarla con alguna cosa.

Sebastian movió la cabeza de un lado a otro. ¡Maldito bastardo! Había sacado a Elena de un sitio seguro para llevarla a su territorio; un territorio que desconocían por completo.

Phil Conway se sentó en la esquina del escritorio del hijo de su mejor amigo.

—¿Qué has encontrado en su expediente?

Sebastian abrió una vez más la carpeta y comenzó a leer.

—Peter Franklin Massey, nació hace veintinueve años en Tulsa, Oklahoma. Su padre abandonó a su madre antes de que él naciera y cuando tenía seis años su madre, una alcohólica, lo envió a vivir con unos tíos en San Bernardino, a 450 kilómetros de Fresno. Al parecer, sus tíos eran un matrimonio extremadamente religioso y tuvo que adaptarse a vivir bajo sus reglas. —Frunció el ceño—. Aquí dice que lo castigaban y lo encerraban en el sótano de la casa cada vez que cometía alguna falta. Lo dejaban allí durante días hasta que se aseguraban de que había aprendido la lección.

—¡Por Dios! —exclamó Kara.

—Asistió a un colegio exclusivo para varones hasta terminar la secundaria. Cuando cumplió la mayoría de edad sus tíos lo echaron de casa.

—¡No puedo creer que exista gente así todavía! —comentó Kara, indignada.

—Sigue leyendo —pidió Phil.

—Consiguió un empleo en una gasolinera y luego se mudó a Fresno.

—¿Qué pasó con sus tíos? —preguntó Kara. Sebastian buscó en el expediente alguna información más sobre ellos.

—Su tío murió de cáncer hace seis años y su tía sigue viviendo en la misma casa. —Volvió al punto en donde había dejado de leer—. Al parecer, la universidad cambió su visión de las cosas. Fue arrestado un par de veces por disturbios y peleas; cuando ingresó en la fraternidad Delta Omega, su vida pareció dar un vuelco total. Fiestas, descontrol y su educación de pacato religioso se fue por la borda.

—Allí conoció a Elena Carmichael —acotó Phil. Sebastian asintió.

—Él estudiaba periodismo y, al parecer, tenían clases en común. En algún momento, la vida de ese miserable se cruzó con la de Elena y allí comenzó su pesadilla. —Volvió a clavar la mirada en la carpeta—. Todo comienza a encajar, de un modo patético, ahora. —Phil Conway frunció el ceño.

Una Obsesión Mortal » Sebastian Stan - Adaptada (EDITANDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora