Elena observaba a Sebastian, que hacía su rutina de ejercicios, desde la mampara que daba a la terraza. Él estaba de espaldas y no había notado su presencia. Sus ojos castaños se posaron en los músculos de sus brazos mientras elevaba una de las mancuernas por encima de su cabeza. Un temblor la recorrió de arriba abajo; esos mismos brazos que le habían hecho estremecerse cuando hicieron el amor, luego habían sabido reconfortarla cuando ella había necesitado de su consuelo.
Recorrió su espalda sudada con la mirada, parecía una armadura dorada que brillaba a la luz de la luna. Sus músculos se tensaban y se aflojaban al ritmo de las pesas que subían y bajaban. Elena se quedó hipnotizada por aquel movimiento y una ola de electricidad la sacudió y serpenteó a través de su cuerpo desde la cabeza hasta la punta de sus pies.
Con andar tembloroso se acercó hasta él y cuando las pesas se detuvieron en el aire supo que Sebastian, por fin, había notado su presencia. Él se dio la vuelta y la miró. Algo ardió en sus ojos cuando los posó en los de ella. Elena se aproximó aun más y se sentó en la banqueta, sus rodillas solo estaban separadas por un par de milímetros.
Él apoyó sus manos sobre sus piernas desnudas. El cuerpo de Elena temblaba y ardía de necesidad al sentir el tacto de su piel áspera contra la suya. Buscó su boca y sus lenguas se encontraron. Sebastian deslizó sus manos hacia arriba y comenzó a acariciarle la espalda por debajo de la ropa. Comprobó que no llevaba sujetador y de inmediato le rodeo un pecho con la mano. Elena se arqueó contra él mientras enredaba sus dedos en su cabello.
Ella se separó un poco y lo miró a los ojos. Sabía que aquella mirada, tan azul como el zafiromás precioso, reflejaba el mismo deseo que había en los suyos.
Se quitó la blusa con movimientos lentos y la arrojó por el aire. Cuando Sebastian apoyó las palmas abiertas sobre sus pechos, Elena creyó que algo había explotado en su interior. Arqueó su cuerpo hacia adelante, elevo la cabeza hacia el cielo y le ofreció a Sebastian lo que él más anhelaba. Luego llegaría su turno de tomar posesión. Cuando la boca de Sebastian se cerró sobre uno de sus pezones Elena se sacudió en pequeñas convulsiones. Sus manos bajaron hasta el cinturón de los vaqueros y, en un segundo, logró quitárselos. Él se movió un poco para que ella pudiera bajarle los pantalones y llegar a su objetivo. Sebastian dio un salto cuando la mano de Elena rodeó su miembro erecto. Él la besó con furia y ella respondió con el mismo fervor.
Su mano seguía atormentándolo sin piedad y entonces, Sebastian deslizó las suyas por sus costados para alcanzar la redondez de sus caderas hasta encontrar la fuente de su ardor. Elena dejó escapar un gemido y se movió hasta montarse encima de él. Sus piernas pronto se enredaron alrededor de la cintura de Sebastian. Lo sujetó del rostro y lo incitó a que la besara nuevamente. Comenzó a frotarse contra él, primero con movimientos lentos, hasta perder el control total de su cuerpo que se sacudía con violencia al ritmo del suyo.
Cuando por fin él la poseyó, Elena exhaló un leve grito. Sus dedos se clavaron en la espalda de Sebastian, sus cuerpos unidos eran una explosión de vibraciones.
Ella le besó el rostro hasta que se detuvo en su boca. Sabía que los labios entreabiertos de Sebastian anhelaban los suyos, pero debía esperar para tenerlos otra vez.
—Elena... —balbuceó, preso de la pasión. Ella le acarició la boca con la yema de su dedo pulgar.
—Dímelo. Repíteme lo que me has dicho esta mañana. Quiero volver a escucharlo. —Sebastian pasó su lengua por su labio inferior.
—Te amo.
—Dilo otra vez —le pidió mientras le daba besos ligeros en el cuello.
—Te amo, te amo Elena Carmichael.
Lo miró a los ojos. Aquellos ojos azules que le traspasaban el alma.
—Yo también te amo, Sebastian Stan.
Sus cuerpos aún seguían unidos, como si ya no pudieran separarse nunca más. Sebastian la besó con ternura y acarició la piel sedosa de su espalda y de sus hombros mientras Elena le susurraba al oído, una y otra vez, lo mucho que lo amaba.
+++
Sus manos huesudas apretaban con fuerza los binoculares. Podría haber cerrado los ojos y haberse evitado la escena que acababa de presenciar, pero sabía que su corazón habría sangrado de todos modos. Ella lo había traicionado y su corazón había sido pisoteado y humillado sin compasión.
Se crispaba de solo pensar que la había tenido tan cerca y que podría haberla tocado con solo estirar su mano, pero no había tenido el valor suficiente para hacerlo. Su reencuentro, después de cuatro años, se merecía una ceremonia especial; un momento que ambos recordasen aun más allá de la eternidad.
Sebastian Stan se había atrevido a profanar su cuerpo, aquel cuerpo angelical que estaba reservado solo para él. Le temblaba la mano cuando acarició el nudo celta que llevaba tatuado junto al corazón.
Él se ocuparía de borrar las huellas que aquel hombre había dejado en su piel, su amor puro lograría arrancarlo definitivamente de su vida. Elena debía entender que no había cabida para otro hombre en su vida y en su corazón.
Si aquel hombre no comprendía que Elena le pertenecía y que su destino era estar junto a él más allá del tiempo y de toda razón, entonces, terminaría pagando con su propia vida.
ESTÁS LEYENDO
Una Obsesión Mortal » Sebastian Stan - Adaptada (EDITANDO)
FanficFanfic adaptada. Gracias -summers por el cover, te la rifaste Jane ?❤️ Libro original: Nomeolvides //Sienna Anderson