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La enorme y espaciosa oficina que servía para aquel tipo de reuniones se había llenado aquella tarde. La larga mesa estaba ocupada casi por completo y Elena se había ubicado junto a Jennie, porque ella se lo había pedido. Estaba nerviosa y no era para menos. Se trataba del primer proyecto que su jefa le encargaba y ella sería la principal responsable de llevarlo adelante con éxito. Jennie le había dicho que pondría a su disposición el personal y el material que fuera necesario y que la dejaría trabajar con total libertad. Aquella reunión era para afinar los últimos detalles y poner en marcha, finalmente, el proyecto en el que cualquier persona amante del arte habría deseado trabajar.

Había elegido una falda azul y una blusa de color blanca para darse un toque más formal; debajo, llevaba un cinturón negro. Su larga melena castaña estaba prolijamente sujeta en lo alto de su cabeza en un moño. Había entrado a la oficina con unas cuantas carpetas en los brazos y se sintió un tanto incómoda cuando la atención de la decena de hombres asistentes a la reunión se centró en ella. Conocía a la mayoría; al resto, seguramente, se los presentaría Jennie en el pequeño cóctel que se daría una vez finalizada aquella reunión.

Demasiada gente, murmullos y miradas furtivas que iban dirigidas a ella. Elena Mitchell, la novata encargada de llevar adelante un proyecto tan importante como aquel. Jennie revisaba unos papeles; Elena se preguntó por qué no daba comienzo a la reunión de una buena vez, deseaba largarse de allí y dar por terminada esa sensación de sentirse un fenómeno en exhibición. ¡Dios! ¡Cómo quería estar en su taller en aquel mismo momento!

La puerta se abrió y todos se giraron para observar si el último asistente se había dignado, por fin, a aparecer. Elena notó que el rostro de su jefa se relajaba ante la aparición de aquel hombre que en ese momento cruzaba la oficina y se dirigía hacia ellas después de saludar con cortesía a los demás.

—Jennie, lamento llegar tarde, pero era imposible escaparme de aquella otra reunión —dijo, se agachó y le dio un beso en el dorso de la mano.

—No te preocupes, Brandon. Las personas importantes siempre se hacen esperar —Se giró y le sonrió a Elena—. Brandon, esta es Elena Mitchell. Ella dirigirá el proyecto de la colección. Brandon extendió la mano y se dispuso a besar la de Elena de la misma manera que había hecho con Jennie. —Elena, este es Brandon Tanner.

Elena le entregó la mano. Jennie no necesitaba decir nada más, ya sabía quién era él, no solo porque no se había hablado de otra cosa en la editorial en los últimos días, sino porque el nombre de Brandon Tanner era reconocido a nivel nacional. Uno de los mejores diseñadores del país y el creador de las mejores campañas publicitarias.

—Es un honor conocerlo, señor Tanner —dijo con timidez.

—El honor es mío, Elena. Llámame Brandon; después de todo, vamos a trabajar juntos.

Elena asintió mientras él se sentaba junto a Jennie que dio por comenzada la reunión. Había pensado que los nervios la traicionarían más de una vez, pero estuvo más tranquila de lo normal; sobre todo, cuando le tocó exponer a ella las ideas que sustentarían el proyecto que al término de aquella reunión ya tenía un nombre oficial: «Art & Pleasure». Había sido elegido entre todos a través de una votación, después de que ella misma lo sugiriera. Elena sintió que aquel había sido un gran voto de confianza hacia su trabajo.

Los ejecutivos se iban acercando, poco a poco, al par de mesas en donde los esperaba un pequeño refrigerio. Elena se quedó en su lugar un momento más, a solas Jennie y Brandon conversaban junto a la ventana y ella aprovechó para ordenar sus carpetas. Una de sus compañeras la incitó a que comiera algo pero desistió, tenía el estómago cerrado y solo aceptó un vaso de agua.

Una Obsesión Mortal » Sebastian Stan - Adaptada (EDITANDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora