XXIX

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La sala de espera del consultorio del doctor Foster estaba vacía cuando Sebastian y Elena llegaron aquella mañana, quince minutos antes de su cita. El psicólogo les había hablado por un intercomunicador y les había hecho pasar, no sin antes pedirles que aguardaran un instante. Elena se sentó en una silla y Sebastian prefirió quedarse de pie a su lado. Estaba nerviosa; sin embargo, saber que él estaba con ella había disipado los temores que siempre había tenido ante la idea de someterse a un tratamiento de hipnosis.

Un par de minutos después, el hombre los convocó a su consulta. Caminaron por un estrecho pasillo y se detuvieron frente a una puerta de madera en la que se podía leer en un letrero de bronce: «Larry Foster. Doctor en Psicología.»

—Pasen. —Elena entró primero, seguida de cerca por Sebastian. El doctor Foster se levantó de su silla al verlos entrar y se acercó a ellos. —Detective Stan, señorita Mitchell —saludó y extendió la mano—. Bienvenidos.

Elena notó que había mencionado el apellido que había adoptado después de su secuestro.

—Gracias, doctor Foster —respondió Elena y estrechó su mano.

—Doctor —saludó Sebastian y echó un vistazo al lugar. Había un gran ventanal que daba a la calle, pero las cortinas estaban corridas y dejaban el consultorio sumido en medio de la penumbra.

—Vengan por aquí. —Los condujo hacia un sector apartado donde había un cómodo diván y una poltrona ubicada justo enfrente.

—Siéntese, señorita Mitchell.

—Elena, por favor. —No se acostumbraba a que la llamaran así. El doctor Foster le sonrió mientras sus ojos, ocultos detrás de sus gafas, la observaban con atención. —¿Puede Sebastian quedarse conmigo durante la sesión de hipnosis? —quiso saber antes de aceptar definitivamente.

—No es lo habitual, pero dadas las circunstancias de su caso, creo que no hay ningún inconveniente. Solo deberá guardar absoluto silencio —subrayó y se dirigió a él.

—No se preocupe, le prometo que ni siquiera notará que estoy aquí —dijo mientras se sentaba en una de las esquinas del diván. Elena se sentó a su lado y el doctor Foster le pidió, entonces, que se recostara y cerrara los ojos. —Sé que prometí permanecer en silencio pero ¿puedo sostener su mano mientras usted la hipnotiza?

Larry Foster suspiró resignado.

—Supongo que tampoco será un inconveniente.

Elena le sonrió y buscó su mano antes de cerrar los ojos.

—¿Está nerviosa? —Elena asintió con un leve movimiento de cabeza. —Lo primero que debe hacer es tratar de relajarse. La hipnosis es solo una herramienta para que los pacientes recuerden incidentes por mucho tiempo olvidados. No encierra misterio alguno y no debe causarle ningún temor; solo se encontrará en un estado de concentración enfocada —comenzó a hablar más pausado—. Su cuerpo, lentamente, se irá relajando y su memoria se agudizará. Quiero que comience a respirar muy profundamente, con cada exhalación liberará la tensión y la ansiedad acumuladas. Sebastian observaba con atención sin soltar la mano de Elena. —Concéntrese en cada músculo de su cuerpo. —Su voz se había tornado más grave—. Relaje su rostro, afloje la mandíbula, descienda por los músculos del cuello, luego sus hombros y brazos. Pase por su espalda y su estómago y siga hasta sus piernas, como si su cuerpo se estuviese hundiendo en el diván. —El cuerpo de Elena estaba, en ese momento, completamente laxo. —Hay una luz blanca y resplandeciente en lo alto de su cabeza. Esa luz brillante comienza a extenderse, poco a poco, por todo su cuerpo, la relaja y la sume en una paz profunda —hizo una pausa para acomodarse en su asiento—. Contaré hacia atrás, de forma muy lenta, de diez a uno y con cada número entrará en un nivel mayor de relajación. Concéntrese solo en mi voz. —Después de terminar de contar, el doctor se quedó en silencio un momento. —Elena, quiero que retroceda en el tiempo y enfoque su mente en la noche del veintisiete de junio de hace cuatro años. Es jueves y es una noche de verano calurosa. —Sebastian se sorprendió; no recordaba haberle mencionado el día exacto del secuestro de Elena cuando había hablado con él. —¿Dónde se encuentra?

Una Obsesión Mortal » Sebastian Stan - Adaptada (EDITANDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora