Salí del baño y entré a mi habitación, definitivamente un baño de espuma siempre es relajante para despejarse de todo. Desenrrollé la toalla de mi cuerpo, me puse unas pantis mientras procedía a secarme el cabello para luego colocarme una camisa holgada que me parecía más un vestido de lo larga que me quedaba.
- He, ¿qué haces? - sentí la voz de Ruggero atrás mío asustándome, me voltee y lo vi sentando en el sillón que había en la esquina de la habitación.
- ¡¿Desde cuando estás ahí?!
- Desde que entraste ya yo estaba aquí. - se levantó caminando hacia mí. - Has estado haciendo ejercicio, porque tu trasero está más deseable. - me sonrió.
- ¡Sal de mi cuarto!
- ¿Por qué? Esto... - señaló todo con sus manos. - técnicamente es mío, así que no me vas a echar.
- Ah ok, entonces me voy yo. - caminé hacia la puerta pero él me tomó por el brazo deteniéndome.
- Espera ¿a donde vas? ¿Por qué estás molesta?
- ¡Me viste desnuda!
- Ay, por Dios, te conozco más que tú misma y te va a dar pena ahora. - mis mejillas se enrojecieron gracias a su comentario y a la estúpida sonrisa perfecta que tenía en su rostro. - Te has sonrojado
- Estúpido. - bufé y busqué en mi maleta unos short.
- Espera, la apuesta era que solo ibas a estar con bragas.
- No empieces ahora Ruggero.
- Es la apuesta. - dijo encogiéndose de hombros, lo miré mal y me quité la camisa quedando solo en pantis.
- ¿Contento?
- En realidad sí. - se sentó en mi cama mirándome con una sonrisa, suspiré cruzando mis brazos adelante mío.
- ¿Qué haces aquí?
- No te gusta verme.
- Ruggero... - lo reté de mal humor.
- Está bien ya, relájate. - palmeó la cama al lado suyo. - Ven, siéntate y hablemos. - lo miré entrecerrando mis ojos. - Te prometo que solo será hablar.
- Está bien.
- Además ni que te fuera a violar.
- A veces creo que eres capaz. - le dije riéndome sentándome tipo yoga a lado de él mirándolo.
- Y bien que te gustaría. - me dijo riendo
- Ruggero, ¿podrías dejar de pensar en sexo?
- No, eso te pasa por poner esta maldita apuesta.
- ¡Pero si solo has pasado tres días sin sexo, por Dios!
- Amor, pero tenerte así no me ayuda en nada.
- Entonces déjame cambiarme.
- ¡No te vas a cambiar!
- A veces eres imposible ¿sabes? - suspiré resignada mientras él me sonreía. - Entonces ¿de qué me querías hablar?
- Te tengo dos propuesta y para tu sorpresa no tienen nada que ver con sexo.
- Permíteme felicitarte. - le sonreí.
- Gracias, gracias, gracias. - dijo mientras reíamos.
- Entonces ¿cuales son?
- La primera es que te cases conmigo...
- Ya te dije que no.
- Déjame terminar. - lo miré alzando mis cejas para que prosiguiera. - Verás, tengo dos propuestas, una; esa, la de la casarte conmigo y la segunda y más importante es que me perdones. - lo miré.
- Yo te perdone Rugge.
- Pero mis errores siguen atormentando tu mente. - bajé mi mirada y luego la volví a subir hacia él. - Sé que esos errores nunca se irán de tu mente y es algo que odio pero no puedo hacer nada para evitarlo, pero puedo hacerte recodar cosas mejores, así que haré que tengamos momentos hermosos que puedas recordar.
- Tenemos ya momentos hermosos...
- Sí, pero siento que no son tan fuertes como para borrar los malos. - suspiró y se acomodó más frente a mí. - Necesito que me dejes crearlos, por favor...
- Rugge...
- Espera. - me interrumpió. - No respondas todavía, para eso necesito que te cases conmigo.
- ¿Por qué?
- Porque si te regresas a tu país no voy a poder hacerlo.
- No me voy a casar Ruggero.
- Por favor. - me tomó de la manos. - Por favor, enserio te prometo que valdrá la pena. - lo mie no muy convencida. - Hagamos algo, la ley establece que debemos estar casados tres meses continuos para que te den la ciudadanía estadunidense, si en esos tres meses no logro que me ames otra vez del todo prometo divorciarme de ti y hacemos como si nada pasó.
- No es tan fácil Ruggero...
- Sí lo es, solo tienes que confiar en mí. - puse mis manos en mi cabeza revolviendo un poco mi cabello.
¿Lo hago o no lo hago?
- Me prometes ir con calma.
- De a poquito en poquito. - me miró sonriendo. - Entonces ¿aceptas?
- Me puedes dejar pensarlo...
- Está bien. - se levantó. - Te dejaré sola para que lo pienses. - caminó hacia la puerta. - Pero espero que sea un sí.
Dijo y se fue.
Me tiré en la cama mirando el techo.
Suspiré.
¿Y si sale mal? ¿Y si es un error? ¡¿Y si se llega a enterar el gobierno y me meten a la cárcel?! O peor... ¡a Ruggero! Oh por Dios, ¡las Ruggeristas me van a matar!...
Ok, relájate, nada de eso va a pasar... Vamos a ver, ¿qué tendría de malo el trato? En realidad no tiene mala pinta y me va a ayudar, pero si mis sentimientos llegan a salir más dañados que antes... o quizás logre repararme por completo.Son muchos los pro y los contra, pero tengo que decidirme.
Mi celular comenzó a vibrar y era un mensaje de Ruggero junto a una foto de él.
"Sé que han pasado cinco minutos pero estoy impaciente, ¡acepta de una vez Karolcita! ♡ "
Reí al leerlo, suspiré y me levanté caminado hacia su habitación, entré y me miró sonriendo.
- Entonces...
- Acepto. - le dije sonriendo.