Alas veía como Jíni preparaba las tintas para comenzar el ritual de unción del soberano de las Tierras Malditas. Su mentora tenía un mal momento adaptándose a la corte, y tan solo estuvieron allí dos días. Encontraba un poco fuera de lugar que el ritual se realizara en alguien sin habilidades en las ciencias ocultas, pero por sangre a Owen le correspondía.
El rey Owen. Se corrigió mentalmente la niña. Era difícil para ella recordar que ahora no había más rey Sayer, sino rey Owen. Y que ahora su hermana era la esposa de Quinn, el hermano del rey. Y también la ponía nerviosa pensar que Ilumina era la única consorte de un Casey hasta el momento, eso implicaba que el hijo de su hermana, el día que tuviera uno -si Owen no llegaba engendrar un hijo varón- sería el heredero. Pero esa era su mente ya pensando a futuro, y cosas que no le incumbían: ella ya no era hermana de Ilumina, ya no era Serrano.
Aunque concentrarse en el presente implicaba tener que lidiar con toda la envidia y avaricia en el aire. ¡Cuanta vanidad y egocentrismo reinaba en un espacio tan pequeño! Las calles estaban infestadas de miseria, de ansiedad, de tristeza... Y ambición, la ambición estaba en todo, en cada espacio. Los Confines parecía un gran poso de serpientes dispuestas a morder en la primer oportunidad.
Había competitividad en el Valle, en especial entre su mentora y Troti. Pero las miradas que recibió de las cortesanas no tenían comparación. Apenas cruzó la puerta con Jíni solo pudo sentir el miedo, curiosidad, la sorpresa...y luego, todas las malas intenciones, el enojo, la desconfianza, la envidia de la corte.
—El aire aquí es pesado —se quejó Alas esa noche cuando volvía a sus aposentos.
Al verla tan inquieta, Jíni le encargó estudiar un poco los alrededores. Vieja excusa, ya conocía a su dulce mentora. Lo único que quiso es que se despejara un poco y, quizás con suerte, se encontrara con Ilumina para hablar.
Pero la energía negativa del lugar era lo único que ella sentía, la oscuridad. Estaban en territorio de magia negra, de hechiceros negros. En un castillo y ciudad con historias escritas en sufrimiento y muerte. La esencia de Sayer, de Bricio...
Solo podía contentarse en que al llegar a la habitación al regresar la esperaba un caliente baño. Ilumina le había dicho que ya había encargado agua caliente para sus aposentos, le recordó Jíni antes de que saliera. Pero que las criadas no tendrían todo listo hasta dentro de una hora y que era libre de pasear.
Aun estaba nerviosa por haber vuelto a ver a Luli, no había cambiado mucho, solo la notó más apagada. Allí, sentada con sus manos manchadas de tinta documentando la palabra del rey.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por unas risitas bobas que provenían de detrás de las puertas a los costados del pasillo. No sabía exactamente de cuál. Alas solo frunció el ceño confundida. Esas risitas se escuchaban traviesas y, por alguna razón, su instinto le decía que también eran "privadas". Le recordó a las risitas de las amigas de su hermana, allá en su vieja vida en el Páramo, cuando coqueteaban con algún chico.
Fuere lo que fuere, ella no tenía la más mínima intención de saber nada al respecto, y apresuró el paso con la intención de salir de ese pasillo lo más pronto posible. Cuando una de las grandes puertas al costado de ella se abrieron de par en par. Dejando salir a dos mujeres jóvenes despeinadas y sin aliento de tanta risotada.
La pequeña aprendiz no pudo más que detenerse y esperar que salieran de su camino para seguir avanzando, a la vez que ambas mujeres se percataron de su presencia, observándola confundidas, aun con absurdas sonrisas en sus caras.
— ¿Qué hace una niña aquí?—preguntó una de las mujeres a la otra.
Antes de que siquiera Alas tuviera chance de enojarse, la otra mujer gritó en dirección al interior de la habitación, como si fuera a revelar lo más gracioso del mundo.
— ¡Hay una niña perdida aquí! —. Y ambas se volvieron a echar a reír sosteniendo los breteles de sus vestidos, los cuales Alas recién observó con atención: estaban puestos a medias—. ¡Vamos, Quinn! ¡Ven! ¡Debe estar perdida!
Alas no tuvo tiempo de procesar que la persona a quien las mujeres estaban llamando era realmente el Quinn que ella conocía, porque en ese momento el Quinn que ella conocía cruzó la puerta.
Alas apretujó sus puños, inmediatamente volvió a ver a las mujeres, las cuales se apoyaban una sobre la otra. Claramente habían bebido mucho. Y luego a Quinn, con su cabello castaño despeinado, su ropa revuelta y sus característicos ojos castaños abiertos de par en par al reconocerla. Realmente no quería saber nada más. Pero a la vez no quería irse sin expresar lo que sentía, lo decepcionada que estaba... Lo horrible que Ilumina se sentiría si lo supiera.
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La sacerdotisa del Valle
AdventureContinuación de " La Bruja del Páramo". El mundo de los Doce Reinos se amplía con los sucesos que vienen desde otro continente. Alas inicia una nueva vida con Jíni, su mentora. Jíni, heredera del Valle Inmaculado. Quien nació solo para servir a las...