Alas era consciente de que Ilumina había cometido un terrible error, pero ella estaba dispuesta a perdonarla algún día. Y no merecía más sufrimiento. Una parte de su cerebro decía que éste era el castigo que el Creador le había enviado a su hermana, puesto que Ilumina había arruinado la posibilidad de un matrimonio feliz. Pero luego recordó que no, no. El Creador no hacía esas cosas y que esto era injusto, cruel e inmoral.
—Quinn —dijo Alas finalmente, y no fue una pregunta, su voz se oyó como de acero. Casi un gruñido.
Deseaba tanto que las cosas no fueran lo que parecían.
—No es lo que parece, Alas —exclamó Quinn con una sonrisa en su rostro. Una sonrisa diplomática, de negocios. Aquella sonrisa atractiva que le había hecho pensar que era un chico afable, como Sayer una vez lo fue de joven.
Mientes, pensó Alas. Y no necesitaba percibir su aura para eso.
—Lo que parece es que eres el esposo de Ilumina —habló con los ojos fijos en él, ignorando a las mujeres impresentables que aun se esforzaban en no reír como unas tontas.— Y no tuve la oportunidad de felicitarlos —Agregó, juntando sus manos al frente.
—Sí, tu hermana es muy inteligente y hermosa, es una maravillosa esposa —dijo rápidamente el otro ya relajado. Su sorpresa inicial al verla ya desaparecida, hasta su lenguaje corporal era casual. Como si toda la situación fuere casual.
¿Acaso Quinn creía que ella no notaría la escena que tenía en frente como algo insultante para Ilumina? Entonces Alas recordó, él seguramente se confiaba en el hecho de que era una chiquilla que no comprendía lo que ésas mujeres en ése estado a solas con él podían significar. Y eso era un punto valido. Alas ignoraba todo lo que aquello implicaba exactamente, pero sabía lo más importante de lo que todo aquello implicaba: que estaba mal.
—Pues, mi lord, le doy mis mejores deseos —exclamó con suavidad e inclinó levemente la cabeza.
Percibiendo que la atención de Quinn no estaba en ellas, las mujeres tuvieron la decencia de desaparecer de la escena ofendidas. Alas alcanzó a escuchar algo sobre "están hablando de su esposa" y quejándose de que se había acabado la diversión.
Las siguió con la mirada cuando tropezaron por el pasillo y bajaron las escaleras. Y no pudo evitar estirar su mano e indicarle a Quinn que se inclinara. El joven obedeció con naturalidad, como si estuviera consintiéndola al hacerlo. Pero la sonrisa de éste flaqueó un poco cuando Alas comenzó a acomodarle el cuello de la camisa, la cual estaba casi completamente abierta.
—En el Páramo —comenzó a hablar Alas después de tomar aire. Como si se estuviere conteniendo, cosa que realmente estaba haciendo —, el matrimonio es sagrado. Y si una de las partes se comporta indebidamente, la otra parte tiene todo el derecho de denunciarlo y anular la union. Vivir en pecado es inmoral.
Quinn solo la observó unos segundos en silencio, allí postrado en una rodilla frente a ella. Hasta que finalmente suspiró y posó una mano sobre el hombro de la niña. En ese momento Alas recordó que no debía tocarla nadie, y automáticamente quito la mano de Quinn sin ningún recaudo. Estaba visiblemente ofendida por toda lasituación.
—Soy una aprendiz de las sacerdotisas del Valle Inmaculado, ahora—le explicó con voz temblorosa—. Nadie puede tocarme.
Entonces, como si le hubiera dicho algo ingenuamente tonto, el muchacho resopló algo semejante a una risa y su aliento a alcohol golpeó contra sus mejillas. Quinn estaba completamente fuera de toda razón, insensible. No se conmovió en lo más mínimo por laslagrimas retenidas en sus ojos negros.
Aun era una niña pequeña y todo esto era mucho para ella. Por un instante pensó que Quinn le gritaría, o se enojaría, o se reiría en su cara, o peor, que la golpearía para enseñarle a no entrometerse en asuntos de grandes. Pero lo que hizo fue mucho peor.
—Eso es muy cierto, Alita —dijo Quinn. Como si intentara relajarla, observándola con cuidado, allí postrado a su altura. Sus ojos se concentraron en los bordados de la túnica rosada y en su broche, como si tuviera genuino interés —. Pero aquí no estamos en el Páramo. Estamos en los Confines. Y aquí las cosas son muy distintas, aún el matrimonio. En especial para la realeza. Soy libre de tener concubinas. Ilumina lo entenderá algún día, no te preocupes.
Alas recordó a su madre señalando que para Sayer era difícil tener una reina. Y ahora entendía porqué: los hombres de los confines tenían diferentes nociones respecto a las normas matrimoniales. Ilumina no merecía nada de esto.
El cruel joven parecía haber terminado de tratar con ella, satisfecho con hacerla sentir tan mal. Podía percibirlo, Quinn disfrutaba la situación. Era claro con aquella sonrisa blanca y perfecta de satisfacción que ahora Alas estaba comenzando a comprender mejor.
—Buenas noches, Alas—dijo y, en el acto, se inclinó.
La besó en lo labios. Apenas un toque, desafiándola. Pero un beso, su primer beso, con olor a alcohol y colmado de burla. Un insulto a su posición y a sus creencias, a todo lo que ella representaba.
Una herejía, un sacrilegio...
Esas fueron las ultimas palabras que escuchó antes de transportarse a su alcoba y gritar.

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La sacerdotisa del Valle
AdventureContinuación de " La Bruja del Páramo". El mundo de los Doce Reinos se amplía con los sucesos que vienen desde otro continente. Alas inicia una nueva vida con Jíni, su mentora. Jíni, heredera del Valle Inmaculado. Quien nació solo para servir a las...