Las Valquirias III

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Hablar con Alas siempre era algo sencillo, natural. Como si la conociere de toda la vida. Claro, era una niña de nueve años, pero la forma en que se expresaban libremente la una con la otra la sorprendía. No es que no tuviera una relación cercana con las otras aprendices, con las demás valquirias, de hecho tenía excelentes amistades. Pero no existía esa conexión que tenía con Alas.

Su madre le decía que era porque era su nueva hermana, su aprendiz, y era importante que entre ellas surgiera una conexión particular. De hecho, era lo esperado y normal. 

Jíni, por otra parte, creía que el vínculo se había forjado debido a que Alas venía de un ambiente donde había una familia "real" y eso era lo que ella siempre había querido. Siendo honesta, ser la nieta de la Sacerdotisa Superior e hija de la Guardiana del Valle, no la hacían miembro de una familia normal. Las familias comunes, hasta donde ella sabía, no meditaban y oraban seis horas al día, no entrenaban artes de combate otras cuatro horas y no vivían aislados del mundo en un Templo que ya nadie visitaba.

A veces, Jíni deseaba que su vida hubiera sido la de una niña común. En su camino al Pantano, observó con recelo a las jóvenes de su edad que la miraban desde el costado del camino, con sus rostros libres y en sus manos cargando agua y comida para sus familias. También, su corazón dio un vuelco incomodo cuando vio a una pequeña niña corriendo de la mano con su padre, a verla de cerca.

No...Ella, como la mayoría de las valquirias no conoció a su padre y no sabía quién era. Y sentía un hueco en su alma. Su identidad no se basaba en quienes eran sus padres, si no en quien ella misma hacía de su persona en base a sus acciones... Pero igual, no podía evitar en sentir curiosidad y vacío en pensar en aquello. ¿Quién fue el guerrero poderoso que la engendró?


  —Alas me acompañará a los Confines, madre—le anunció a Roni la mañana siguiente—. Está ansiosa por ver una vez más a Owen, ahora como rey. Ella dice que él es muy buena persona, que será un buen gobernante.

Estaban junto al arrollo, contemplando el agua avanzar por la montaña. La Guardiana del Valle siempre había sido un misterio para todos los habitantes de los cuatro Continentes, un misterio alimentado por mentiras de los ignorantes. Tratándolas de monstruos, de brujas, de asesinas. No podían tolerar la idea de una Orden únicamente compuesta por mujeres. 

  — ¿Cómo han avanzado sus estudios?—preguntó su madre a la vez, envolviéndose en su tapado de conejo—. La he visto entrenar las formas básicas y practicar algo de combate. No es muy equilibrada.

 La joven solo giró los ojos ante aquello. Su madre era una perfeccionista.

—Tan solo lleva aquí tres meses y nunca en su vida estudió ningún arte de combate—exclamó defendiendo a su hermanita—. Es cuestión de tiempo hasta que su técnica sea pulida. Pero en cuanto a habilidades con la magia: es excelente. No deja en mejorar cada día—se mordió el labio recordando que su madre no le dijo nada sobre el viaje—... Madre, ¿Qué dices?¿Puede venir conmigo? No quiero ir sola, y sé que tu no aceptarás ir hasta allá.

  —Aun es muy pronto para que vuelva a dar vueltas fuera del templo—respondió su madre pensativa—. Pero no hallará balance emocional hasta que no perdone a su antigua hermana y deje ir aquel resentimiento. Y ella se encuentra en los Confines, el segundo heredero la reclamó como esposa.

Jíni no estaba enterada de aquello, y le preocupó bastante... Ella estaba al tanto de lo que había ocurrido en el Páramo, el motivo por el cual Alas fue enviada a ellas.

  —...En ése caso no sé si es conveniente llevarla, madre—habló mirando a sus pies, jugando con las cintas de cuero de su cinturón. De repente insegura de que su aprendiz esté lista para afrontar aquellos remordimientos—. Capaz Alas esté mejor buscando la paz y el perdón en la distancia, como la mayoría de las aprendices.

Su madre la atisbó como si le hubiera dicho algo completamente insensato. Sentándose sobre una piedra, preparándose para meditar.

  —¡Ay, Jíni!—bufó la mujer inclinando la cabeza, un gesto de incredulidad ante lo que estaba atestiguando—. Alas tiene la chance de hablar con su antigua hermana, esas otras mujeres no. Por lo tanto, Alita debe enfrentar a sus fantasmas.

Dentro suyo también había enormes inseguridades. Si Alas volvía a ver a su autentica hermana, ella quedaría de lado. Olvidada. O simplemente presenciaría lo que es una autentica relación de amor fraternal. Algo lejos de lo que ella había atesorado esos meses, defraudando a su propia mente de qué eso era tener una hermana.

  —No entiendo por qué debemos ir a presentar respetos al nuevo rey—intentó con otro argumento, uno lleno de rebeldía institucional—. Supuestamente no tomamos bandos. Al contrario, el rey Owen debería venir y presentar él sus respetos a nosotras y lo que representamos. Cosa que su padre no hizo.

Era verdad, ellas solo eran unas mujeres de una orden olvidada y casi extinta. Una vez firmada la tregua, Sayer nunca siquiera envió candidatas para estudios, no ayudó en la búsqueda y rescate de niñas habilidosas en la magia... Y bien ellas sentían cuando la luz de sus vidas desaparecía en los tejidos del universo. Muertas, abandonadas, sacrificadas...Por ser Brujas. 

Sus miembros eran niñas huérfanas que nadie quería, mujeres de todas las edades y origines sin lugar a donde ir, mujeres con pasados oscuros y criminales buscando el perdón. Y sólo de las pocas treinta que eran, solo siete de ellas tenían habilidades con las ciencias ocultas. Las demás eran exclusivas valquirias de combate.

  —Su padre—le explicó Roni con suma paciencia y enojo retenido—fue un Hechicero Negro, lo mismo el hombre que él derrocó. No se podía esperar nada de él. Pero su hijo—agregó con dulzura y esperanza—, no es un Hechicero Negro, es solo un joven con espíritu y sangre de guerrero, que con la persuasión debida será más amable que su padre. 

El labio inferior de Jíni tembló en ese instante. La forma en que su madre enfatizó las palabras que describían al joven fue casi inconfundible. Desde su abuela Manishie, nunca se volvieron a hacer combates para ver quien sería el padre de la siguiente heredera del Valle Inmaculado. Por lo que se decía, ahora, se valían del Oráculo que era su abuela para seleccionar al siguiente padre.

  —Sí, hija—musitó su madre estirando su brazo para acariciarle la mejilla con ternura—. Tu abuela tuvo una premonición. El padre de la futura heredera del Valle es "el primer heredero de Sayer".

La sacerdotisa del ValleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora