Como Sayer y Owen no se encontraban en el castillo, Quinn debía encargarse de administrar los Confines. Al parecer los consejeros del rey hacía tiempo esperaban que llegase para poder poner en marcha todos los asuntos que fueron congelados por requerir del juicio de cualquiera de los hijos mayores o del rey mismo.
El salón donde estaban desayunando era muy distinto al de su hogar, los muebles eran exquisitos y la mesa mucho más larga. Contó seis sillas de cada lado y una silla más grande en la punta de la mesa. Supuestamente para el rey Sayer, quien no se encontraba, mientras un retrato de él joven y poderoso los observaba colgado en la pared detrás.
—Quiero que asistas conmigo a la junta con el concejo—le dijo esa mañana mientras desayunaban "en familia" con Ben—. Es necesario que aprendas a tratar estas reuniones y conocer a los concejales, las habilidades de cada uno y en quienes confiar.
Ilumina simplemente asintió sin sacar los ojos del plato, aun estaba deprimida, no había tenido tiempo de hacer luto por Aldren, lady Rita ni por su vida anterior.
— ¡Levanta los ojos del plato! —le ordenó Quinn golpeando la mesa—. Vuelve a tu maneras refinadas o me arrepentiré de haberte traído. Así como te traje al castillo con sacarte puedo deshacer toda responsabilidad sobre ti.
No le gustaron esas palabras, no le gustó el tono de esas palabras, no le gustó lo que implicaban en ningún sentido. La hacían sentir débil, recordandole que no tenia a dónde ir, que estaba sola, que dependía de él. Lo miró fijo a través de la amplia mesa, sentado frente a ella en su lugar respectivo como segundo heredero. Como esposa, y ante la ausencia del tercer heredero, ella estaba libremente sentada en el lugar que alguna vez le perteneció a Lior.
En las paredes había un retrato de cada uno de los bastardos legitimados en el año en que el apellido se les fue designado. En el caso de Ben, el retrato era bastante reciente, él le explicó que nació dentro del periodo de tiempo en que su padre ya estaba legitimando a todos los demás. El retrato de Owen es el de un adolescente alto y fornido con una mirada gentil, mientras que el de Quinn demostraba a un jovencito con un porte de realeza. El retrato de Bricio era de él cuando niño, no más de once años. El artista no pudo hacer nada para sacarle a ese chico el ceño fruncido.
—No deberías hablarle de esa forma a tu esposa, hermano—intervino Ben desafiando al mayor—. No es así como nos han enseñado.
Ilumina sonrió ante aquello, al menos la bestialidad familiar tenía ciertos límites en las manos de la educación adecuada. Quinn dirigió una mirada fugaz a su hermano menor y luego a su desayuno, inspirando.
—Por supuesto, Ben—exclamó y continuó dirigiéndose a Ilumina—. Lo lamento, Ilumina. En mis siguientes instrucciones intentaré esforzarme en ser amable.
Un silencio incomodo siguió después de aquello. La joven se resignó a comer algo de la carne y huevos que tenía en frente. En los Confines, como en el Páramo, se alimentaban con un desayuno muy completo considerando los trabajos pesados a desarrollarse durante el día. Quinn inmediatamente se distrajo leyendo unas cartas que uno de los sirvientes dejó junto a él mientras que Ben terminaba su comida, el chico lamió hasta el plato.
Después del desayuno, Ilumina caminó directamente hasta su habitación y se sentó en la alfombra a ojear libros varios que Quinn le había dado para entretenerse. La mayoría eran de historia y leyes de los Confines, su esposo quería que se educara en los modos de la política local.
Rosa la encontró allí; sentada con el cabello cubriéndole la cara, rodeada de papeles y notas. Tomando aire, la criada le dijo que lo ideal sería caminar por el jardín y conocer el lugar mejor. Cuando Ilumina levantó la mirada, sus ojos rojos fueron señal suficiente para que Rosa no aceptara un no por respuesta. La anciana en cierta forma le recordaba a Tamar, solo que su antigua nodriza nunca le hubiera hablado de temas tan profundos del matrimonio como esta mujer lo hacía.
—Las mujeres de mi edad debemos aconsejar lo más posible a las jovencitas sobre los temas de alcoba—le dijo mientras caminaban solas por el jardín, rodeando las piedras que cercaban el lugar—. Aun eres joven, pero ya eres una señorita y estás casada. Es mejor que sepas sobre estos temas para no cometer descuidos. ¡Y el Creador bien sabe cuantos descuidos las niñas impetuosas cometen por simple osadía!—exclamó lo ultimo señalando al cielo con la palma, indignada con Dios y su creación.
—La verdad, señora—dijo Ilumina mordiéndose los labios, no sabía si era elocuente confesar la verdad, pero necesitaba de consejos—. Quinn dice que soy muy joven y que no está interesado en mi. Solo le interesa mi intelecto y que lo acreciente, por eso me llena de libros y documentos—pestañeó recordando los vestidos y telas que eran para presumir, no eran un obsequio de buena voluntad o del corazón. Ahora viendo las túnicas finas que él vestía le era claro, ella solo quedaría bien junto a él vistiendo aquello—. No me gusta la forma en que me habla o me trata... Cuando lo conocí parecía tan amable y caballeroso, ahora ya no sé qué sentir.
A eso la anciana criada solo liberó un "ja" de ironía. Su espalda casi encorvada y su bastón temblando al detenerse. Ilumina esperó a que hablara, estaba pensando cuidadosamente las palabras que enunciaría.
— ¿Estás diciendo que te trata como un objeto?—rió la anciana—. No es la primera vez que escucho una joven esposa sintiendose abatida por el hecho de ser un adorno para su esposo, pero es la primera vez que escucho que el único interés de un esposo es la inteligencia de la mujer y nada más.
Diciéndolo de esa forma no sonaba terrible que su esposo la quisiese solo por su inteligencia y formación, pero el problema era otro.
—Él no me ama, ni siquiera me encuentra atractiva—musitó viendo su reflejo en la fuente de los pájaros a un costado del camino—. Soy solo una niña con buena educación y con los papeles suficientes como para servirle bien en política.
Una niña tonta que creyó en sus mentiras, pensó con amargura.
— ¿Quieres que él te encuentre atractiva?—preguntó la anciana sentándose sobre una de las piedras del camino con ambas manos descansando en su viejo bastón de roble—. Ya en unos años tu cuerpo madurará y ya no podrá decir que eres una niña.
Intentó imaginar escenarios en los que Quinn y ella compartieran una relación amorosa como la de sus padres en el Páramo, imaginó las caminatas, niños, festivales. Pero no, todo era borroso aun en la remota imaginación. Su deseo de ser querida por Quinn era simplemente una necesidad atada al hecho de que era su esposa y no tenía otra opción. Tan lejos de casa, destituida y sin nade en el mundo, era lógico que buscara afecto en su esposo.
En ese instante, desde la cima de la colina donde estaba el castillo de los Confines, vio bajar corriendo a toda velocidad a Ben. Preocupada a que ante la inclinación cayera en picada y rodara por los escalones de piedra corrió a hasta él, encontrándose con el chico a medio camino.
— ¡Ilumina! —gritó el príncipe chocándose contra ella y abrazándola, como todo Casey era alto, su cabeza se acurrucándose en su cuello. Sus palabras siguientes fueron algo ahogadas—. Owen ha vuelto pero trajo terribles noticias.
Ilumina solo podía balbucear preguntas y abrazar al chico mientras se lamentaba. Los Casey no lloraban, los hombres de las montañas no lloraban. Pero sí podían sentir rencor, ira, tristeza, desesperación y desolación, una mezcla de emociones que parecían dominar a Ben en todas sus formas a la vez que maldecía y se preguntaba que sería de ellos.
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La sacerdotisa del Valle
AvventuraContinuación de " La Bruja del Páramo". El mundo de los Doce Reinos se amplía con los sucesos que vienen desde otro continente. Alas inicia una nueva vida con Jíni, su mentora. Jíni, heredera del Valle Inmaculado. Quien nació solo para servir a las...