Problemas.

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De vuelta, a los límites de París, conduje el Mustang a través de la capital y manejé desde el lago hasta Suffrend. La lluvia seguía cayendo en una llovizna sombría. El camino era estrecho y sinuoso, y había árboles de hoja perenne amontonados a la izquierda en el borde del pavimento. Cerca de la siguiente curva, Scott señalo un complejo de apartamentos estilo siglo XIIX con pequeños balcones y tejas grises. Había una destartalada cancha de tenis en el pequeño jardín de en frente. Todo el lugar parecía como si necesitará litros de pintura fresca. Aparqué el Mustang dentro de una plaza de estacionamiento.

—Gracias por traerme, y el paseo.—dijo Scott, cubriendo con su brazo la parte trasera de mi asiento. Sus ojos estaban vidriosos, su sonrisa levantada perezosamente en un lado.

—¿Puedes entrar por ti mismo?—pregunté.

—No quiero entrar.—él arrastró las palabras—La alfombra huele como a orina de perro y el techo del baño tiene moho. Quiero estar aquí afuera, contigo.

Por que estás borracho. —Tengo que llegar a casa. Es tarde, y todavía no he llamado a mis padres el día de hoy. Ellos van a enloquecer sino llegó pronto.—extendí la mano hacía él y abrí la puerta del pasajero.

Mientras lo hacía, él enrosco un mechón de mi cabello alrededor de su dedo.—Hermoso.

Desenrolle el mechón. —Esto no va a suceder. Estás borracho.

Él sonrió. —Sólo un poco.

—No te vas a acordar de esto mañana.

—Pensé que habíamos conectado, por un momento, en el lago.

—Lo hicimos. Lo digo enserio. Te estoy echando. Ve adentró.

—¿Qué pasa con mi coche?

—Me lo llevó a casa esta noche,  luego te lo devuelvo mañana por la tarde.

Scott exhaló felizmente y se relajó, profundamente, en su asiento.—Quiero entrar y relajarme sólo como *Hunter Parrish. ¿Podrías decirles a todos que la fiesta se acabó?

Puse mis ojos en blanco.—Invitaste a más de noventa personas. No voy a entrar y decirles que se acabó.

Scott se inclinó hacia un lado fuera de la puerta y vómito.

Ugh.

Agarré la parte posterior de su camisa, tiré de él hacía dentro del coche, y aceleré el Mustang lo suficiente como para rodarlo hacia delante unos metros. Entonces pisé el freno de pie y desmonte. Lo rodeé, para ir al lado de Scott y lo arrastré fuera del coche por sus brazos, teniendo cuidado, para evitar plantar mis pies sobre el contenido de su estómago vacío. Él arrojó su brazo sobre mi hombro, y eso fue todo lo que pude hacer para evitar caer bajo su peso.

—¿Cuál es el apartamento? —pregunté.

—Treinta y dos. Arriba a la izquierda.

El piso de arriba. Por supuesto. ¿Por qué debería suponer que tendría un descanso ahora?

Arrastre a Scott hasta los tramos de las escaleras, resoplando fuertemente, y nos tambaleamos a través de la puerta abierta de su apartamento, el cual estaba animado por el caos de cuerpos vibrando y moviéndose por el rap que se oía tan fuerte que podía sentir como las partes de mi cerebro se movían y se soltaban.

—Mi habitación esta al fondo.—murmuró Scott en mi oído.

Lo empujé hacía delante a través de la multitud, abrí la puerta que estaba al final del pasillo, y tumbé a Scott en el colchón de abajo de la litera, de la esquina. Había un pequeño escritorio en la esquina adyacente, un cesto de ropa plegable, un soporte de guitarra, y unas pocas pesas. Las paredes eran color blanco viejo y estaban escasamente decoradas con un cartel de la película *The Godfather part III y un banderín de *New England Patriots.

Juego de niños [AU- Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora