stay alive, for me; muke

8.

Ese viernes dormía solo, Aaron no estaba, así que estaba solo en la habitación, y era horrible. Me quedé mirando al techo fijamente pensando en miles de cosas. Lo primero de todo, era mi familia. Mamá. Pobre mujer, ella siempre intentó darme todo para que yo sea feliz, pero no fue suficiente. No entendía que, pero mamá siempre se atormentaba por algo, jamás me habló de ello, por más que le haya preguntado miles de veces en el día, siempre cambia de tema.

Desperté en la mañana porque la doctora Davis me despertó moviéndome de a poco.

- Hola, Luke. - Dijo ella. - Lamento interrumpir tus sueños, pero se te hace tarde para tu turno con el doctor Morgan.

- ¿Quién es? - Dije adormilado.

- Tu psiquiátra. Vamos, tienes 15 minutos, volveré por ti para entonces. -Diciendo eso, cerró la puerta yéndose de mi habitación.

Me levanté de mala gana y me cambié, me lavé los dientes y un poco la cara. Nadie me había hablado de que tendría un psiquiátra, no tengo ganas de seguir lidiando con esta mierda.

Me fui junto con la doctora Davis cuando vino a buscarme y caminamos hasta uno de los pisos de más arriba del edificio, que es donde estaban todos los consultorios. Creo que me sorprende el gran nivel que tiene este hospital, cualquiera que lo viera de afuera diría que es gigante pero si lo recorres por dentro es muchísimo más grande con pasillos interminables.

La doctora Davis me llevó hasta el final del pasillo, la puerta tenía una placa de color oro que decía "Dr. Jason A. Morgan", tocó ésta y una voz masculina decía que ya iba.

Un tipo de estatura mediana con cabellera blanca, unos anteojos negros y una barba negra con alguna que otra cana.

- Hola Julie. - Dijo este saludando a la doctora Davis, ésta correspondiendo al saludo, luego dirigió su mirada hacia mi. - Tu debes ser Luke, adelante.

Dicho eso, me adentré a su consultorio, me senté en el sillón de ahí. El estuvo un rato hablando con la doctora y luego ésta se fue y el cerró la puerta, se sentó en el sillón que quedaba frente a mi, tomó su libreta para anotar.

- Asi que, Luke...La doctora Davis me contó un poco tu situación. Al parecer padeces de depresión, tienes antecedentes de que intentaste suicidarte dos veces, las mismas hace un año. - Dijo leyendo mis papeles que al parecer fueron enviados desde el consultorio de la doctora Smithson.

- No. - Lo interrumpí.- No fue intento de suicidio, jamás intenté hacerlo, sólo lo hacía.

- ¿Sólo lo hacías? ¿Que significa eso para ti? - Dijo el.

- Me refiero a que yo jamás busqué matarme, solo creí, sigo creyendo mejor dicho, que si algún día me termino muriendo no me va a importar. - Aclaré.

- ¿No tienes a personas en quien pensar cuando dices eso?

- Solo una, mi mejor amiga.

- Es suficiente creo yo. Hieres a las personas hasta con las palabras haciendo referencia a tu muerte, Luke. ¿Nunca pensaste en eso? - Dijo el doctor. - Desde aquí puedo ver todas tus cicatrices en tus muñecas, y una en especial que es un corte vertical que parece estar bastante fresco.

Cuando dijo eso, puse mis brazos boca abajo y cerré los ojos para no llorar y no recordar el acontecimiento de ese día.

- Háblame de ese corte.

Valí mierda.

Creo que tardé apróximadamente varios minutos para decir algo al respecto, tomé aire y pude hablar.

- Era miércoles, fue hace cinco meses. - Dije. - Ese día en la escuela me habían golpeado, todo por cinco dólares. - Aclaré un poco mi voz porque ya sentía anticipadamente la calentura en mis ojos cuando estaba por largarme en llanto. - Eran tres chicos, yo no pude defenderme porque bueno, eran tres, obviamente no podría. Entonces saliendo de ahí, corrí a los baños como pude, me habían quitado mi mochila y despedazaron las tapas de mis libros de literatura, rompieron mi teléfono...

Tuve que parar un rato porque empecé a derramar lágrimas, sabía que en cualquier momento no podría hablar más. El doctor Morgan solamente se quedó en silencio y me alcanzó una caja de pañuelos, tomé uno y sequé mis lágrimas, me tomó dos minutos tranquilizarme para poder seguir hablando.

- ¿Que ocurrió en el baño, Luke? - Preguntó el doctor Morgan.

- Lo hice. - Dije. - Tomé el filo de mi sacapuntas, lo quité como pude y presioné el filo con todas mis fuerzas y fue paseando a lo largo de mi muñeca. No sentí el dolor porque el dolor solamente se enfocaba en los golpes. - Cuando dije eso bajé la mirada. - Solo recuerdo que lloraba mucho. Lo peor de todo es que cuando volví a mi casa mi padre me regañó diciendo que era un marica que no me sabía defender. Volví hecho trizas a mi casa, mi ropa rota y mi cuerpo y mi cara golpeada. No hizo nada como gesto de preocupación, solo mi madre me atendió. Tengo ese horrible recuerdo y fue el peor a decir verdad.

- Es algo desgarrador lo que me acabas de contar. Entonces ahí fue donde caíste otra vez.

- Se podría decir. - Dije

- Pude notar que no es la única cosa que te guardas.

Negué con la cabeza.

- No creo poder hablar de otra cosa tan fácilmente.

- Tengo una idea. - Dijo. - Te daré un diario, en el quiero que escribas todo lo que quieras, tus miedos, tus inseguridades, los problemas que tienes o tuviste, lo que quieras. Y cuando te sientas listo, me lo darás y lo leeré.

Se levantó de su sofá y fue hasta su armario donde alcancé a ver, había un estante donde en caja pequeño cajón habían diferentes tipos de medicinas.

- ¿Usted cree que sea necesario la medicación? - Pregunté sobre eso.

- Luke, estás en un hospital psiquiátrico, es obvio que los necesitarás.

Suspiré ante su respuesta. Me dio un cuaderno todo negro y con apróximadamente 100 hojas, me entregó seguido unos lapices.

- Que tengas suerte y nos vemos la semana que viene. - Dijo el y sonrió.

Me levanté y me despedí, caminé hasta el ascensor y bajé a mi cuarto, entré y dejé las cosas sobre la cama.

Me acosté y empecé a llorar, simplemente recordar ese horrible día me daban ganas de morirme. No sé si por lo de la escuela o por el hecho de que mi padre me haya llamado marica por no saber defenderme. ¿Que clase de moral estás dando a tu hijo diciendole de esa forma? ¿Lo peor de todo? Mamá no dijo nada, solo curaba mis heridas.

Ahí les va una razón para no amar a mi familia.