Sólo tú

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Siempre que terminamos así, yo sobre su cuerpo mientras mi rostro descansa sobre su pecho, es una forma de recordarme por qué seguía con él. Su sola respiración me hacía sentir una increíble paz. Los segundos pasaban y aquellas manos no dejaban de pasear por mi espalda de forma calmada. Sus párpados permanecían cerrados y había una tranquilidad notable en ese rostro.

Me estiré tan sólo un poco hasta lograr besar esos labios entreabiertos. Era tan simple como que me abrazara de nuevo para ahogarme en ese calor; en aquellos ojos color miel que consumían los míos.

—Kouyou...

Nos habíamos conocido cuando él recién entraba a la Universidad. Yo ya llevaba dos años en ella y estábamos en facultades diferentes. Desde el principio creí era un hippie amante de las letras. Aunque era cierto que su vestimenta era más bien como de un chico Heavy metal. Era, y es, amigo de Akira y por ello nos hablábamos cada que yo iba con él. Su carácter era serio, tranquilo y hasta inexpresivo. Yo me preguntaba cómo alguien como él podría escribir libros; poco después me enteré que él no tenía esa intención.

Nadie los leería.

Cautivador no sería la palabra adecuada. En realidad, en ese entonces no llamaba mi atención ni como amigo. Para mí era el amigo de mi amigo, pero con el tiempo me di cuenta que teníamos cosas en común y Reita empezó a invitarlo a salir con nosotros. Se podría decir que la hizo de cupido.

¿Quién es Reita?

Me costó un montón lograr que tuviera conversaciones comunes conmigo como las que tenía con Akira. Al principio yo le veía como eso, pero supongo que más que hacer hablara conmigo, me gané su confianza.

Aún ahora pienso que esa cara que tenía antes era una mala máscara para no dejarme ver más allá.

— ¿Ya te dije que tu sonrisa es muy boba? —Di un golpecito sobre uno de sus labios y casi al instante intentó morderme.

— ¿Prefieres al ogro que era antes?—Sus brazos eran tan fuertes aun cuando no existiera ni un músculo en ellos. Sus abrazos me lo comprobaban.

—Me gustas tal y como eres.

Volví a refugiarme entre esa piel, escondiéndome en esas extremidades que eran mi lugar. Desde que me abrazaba no pensaba en que hubiera un lugar más cálido, no solo para mi cuerpo, sino también para mi corazón. Pude escucharlo decir unas cuantas palabras, pero no puse demasiada atención. Me entretuve besando cuanto me fuera posible.

Salir con él, ser su pareja, eran cosas muy lindas de escuchar y saber. Sentía que aquel joven dos años menor que yo era quien había necesitado toda la vida y por eso estaba feliz. Pero a aquel aún le faltaba madurar, y quizá pensar.

En su casa, en la mía y en lugares apartados, o donde nadie nos conocía, yo era el novio de Takashima Kouyou. En la Universidad y las calles, no era más que su amigo. Los padres de Kouyou cuidaban de él y de sus dos hermanas mayores. Ambos eran personas con prejuicios del siglo pasado. El padre de Kou hacía lo posible porque su hijo no se encontrara desviado al convivir en casa con tres mujeres y solo un hombre.

Acompañado del machismo y de que ambos eran los que cuidaban de ellas, era como se le había educado. Al principio creí que, después de todo, las palabras estúpidas de su padre no le habían importado. Lo creí hasta después de que me pidiera salir con él.

No pueden vernos. Si van y abren la boca con mi padre le haré pasar muchas vergüenzas. No soy tan desconsiderado con él.

¿Y yo qué, Kouyou?... ¿Y yo qué?

No me importó en un inicio pues él sólo me gustaba. Era atractivo pero desde un principio no era mi tipo.

No creí llegaríamos a tanto. Luego eso se volvió un problema. Pues no era sólo la preocupación de que su padre lo supiera; Takashima era un cobarde que temía todos supieran que era homosexual. Y ser parte de eso dolía.

Pero aun cuando lo escondiera tanto, no faltaban personas que lo sospecharan o insinuaran. Era atractivo hasta por su altura. Había tantas chicas detrás suyo y una a una les fue rompiendo el corazón. Para los adolescentes que somos, era normal sospechar eso si no salías ni te enrollabas con ninguna chica.

Por mi parte, me gustaban ambos sexos por lo que tuve novias que todos conocían. Y Kouyou era mi primera pareja hombre. Las miradas hacia mí no iban, pero si hubiera podido, no me hubiera disgustado contárselo a todo el mundo.

Kouyou no pensaba lo mismo, por desgracia.

Me vestí con cualquier cosa. No era necesario ir muy bien a una fiesta donde todos estaban perdidos en su amante: el alcohol.

Aquel mensaje que había recibido sin duda no me daba confianza. No tenía ni idea de quién era, pero estaba claro que sabía lo que tanto habíamos escondido Kouyou y yo.

Ha dicho que nos demostrará que no es una marica como creemos.

Recordaba esas últimas líneas mientras iba a bordo del taxi, rezando porque Kou se acordara de mí al menos por un segundo.

Bajé, con las manos empuñadas para evitar que temblaran. El dueño de la casa me recibió con una sonrisa de ebrio y me dejó pasar sin problema. Yo no había querido ir por los exámenes que tenía al otro día y ahora me encontraba ahí, siendo aplastado mientras intentaba caminar entre las personas. Un extraño dolor se alojaba sobre mi pecho.

Le busqué, esperando estuviera bailando o en una de las mesas, bebiendo. Fue tan horrible tener que subir las escaleras. Subir uno a uno los escalones. Podía escuchar el impacto de mis zapatos contra cada uno de ellos; o tal vez solo lo soñaba, era imposible con ese ruido.

Y ese extraño dolor se volvió de repente en un sonido de un cristal rompiéndose. Como si un vaso cayera contra el suelo.

Frente a mí, mi novio salía de una de las habitaciones con la camisa desabotonada y mostrando a un grupo de idiotas su gran obra: una chica sobre la cama, aún desnuda y notándose su gran agitación. Era obvio que los tipos esos estaban hablando, quizá halagando. Pero para mí todo estaba en silencio. Silencio interrumpido por mis pasos en dirección a él.

Pude notar su mirada, sus labios abrirse y ese nerviosismo en sus facciones. Y en ese momento yo era el inexpresivo aun cuando todo dolía un demonio. Golpeé con mi puño su mejilla, con tanta fuerza que le hizo ladear el rostro. En ese momento no me importó que alguien nos viera.

No quiso que nos vieran besándonos y tuvieron que hacerlo mientras yo lo golpeaba.

Me volví en mis pasos sin preocuparme en preguntar quién de aquellos me había enviado ese mensaje. Caminé en silencio como llegué, sin ser observado por nadie pero sintiendo que todos lo hacían. Que todos notaban mi estúpido comportamiento y las lágrimas que se acumulaban en mis ojos.

Sentí rabia. Sentí tristeza y muchas cosas que no sabía explicar. Todo por su asqueroso miedo.

***

¿Estás seguro que mi vida es tan patética como dices?

Y en realidad, yo no quería ni tu respuesta. 

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