Permitido

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—¿Sabes qué es lo que pienso?

Si estaba escondido era porque creía que de esa forma podría comprobar cuánto le odiaba Akira. La posición no era la más cómoda estando entre uno de los estantes y la pared. Tampoco estaba seguro de que Reita no supiera de su presencia.

Luego de que le moreno le dijera que quería saberlo, continuó:

—Creo que se comportó como un niño —Hizo una pausa para notar la expresión de su rostro—. Sí, uno al que le dices que quieres algo y él de inmediato quiere lo mismo. O dime, ¿antes mostró interés de volver contigo?

***


Los días que pensaron en pasar ahí culminaron más rápido de lo esperado, pero todos estaban de acuerdo con que volver a casa sería muy relajante. El viaje había estado bien, sin contar las molestias por mosquitos o estar desconectados de todo, y pretendían volver algún día.

En el camino no hubo muchos motivos para detenerse, por lo que, el tiempo del trayecto no se vio alterado. Volvieron a la ciudad y primero se deshicieron de Yutaka. Aquel tipo le había caído bien a Kouyou, y al parecer, a todos. Tenían la intención de dejar al castaño en su casa, y pronto les aclaró que ya no iba a vivir ahí. Yuu ya lo sabía, pero creyó que sería buena idea el que viera a Akira. Sin tener un destino para el castaño, fueron directo al hotel donde se hospedaban los dos. Aún así, pasaron frente al lugar donde antes Kouyou vivía, y éste se preguntó si debía pagarle ese mes que casi concluía. Aunque estaba seguro que Reita prefería hacerlo él que tener que verlo.

Pasó la tarde que quedaba de ese día en el departamento de Franco y Yuu. Prefería la convivencia de ambos a tener que empezar a buscar un nuevo lugar dónde vivir. Y, aunque aún no lo consideraba del todo, se le ocurrió que quizá no tendría que hacerlo si pensaba seguir a Yuu. Tuvo la curiosidad de preguntarle sobre qué sucedería cuando sus vacaciones acabaran, pero decidió no cuestionarlo aún. Estaba bastante cómodo en ese instante. La convivencia en esas largas semanas, apartados de todo, sólo ellos dos, le hizo darse cuenta que todavía habían tantas cosas que amaba de él y otras que no tardó en descubrir. Se sentía completo, sin duda.

Consideró pasar la noche allí, sabía que nadie se lo negaría. Pero Yuu tuvo la idea de ir y visitar a Akira para cenar, convenciéndole de que sería bueno se vieran. Kouyou no estuvo ni por asomo de acuerdo. Sin embargo, seguía con la idea de qué pasaría si le contaba que ya le había dicho todo. Él mismo sabía que nada cambiaría, tan sólo soñaba un poco.

En menos de media hora ya se encontraban frente a la puerta que tanto conocía el castaño. Observaba el número grabado en la madera, como si algo nuevo tuviera. Yuu, al darse cuenta que no iba a hacerlo él, tocó el timbre y esperó paciente. Paciencia que fue recompensada con una atención casi inmediata.

Oyó a ambos pelinegros saludarle de forma efusiva, incluso les vio abrazarle. Mientras tanto él apretaba sus manos formando puños y sentía que cuando les hiciera pasar le cerraría la puerta en la cara. Por una extraña razón eso no sucedió, y pronto se encontró sobre uno de los sillones, acompañado por con quienes había llegado. Reita ni siquiera le miró.

Hablaron de algunas cosas o en realidad ellos lo hicieron. Kouyou tan sólo les escuchaba y sonreía ante los comentarios graciosos que hacían, pero no estaba nada cómodo.

Entendía que estaba más que molesto, que en ese momento no quería ni verle. Pero consideraba que, si no le dirigía la palabra, no podría disculparse de nuevo ni resolver su duda. Akira tenía una apariencia despreocupada, y por ello se reía en su cara. No mostraba la incomodidad que él sí, y aun así sabía que por dentro se sentía dolido de ver su mano junto a la de Yuu sobre ese sofá. Le conocía, y en dos semanas no podía haber cambiado.

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