La complicada mecánica del corazón

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Por fin tengo vacacioneeeeeeeeeeeees!!! xDDDDD Me voy a hinchar a escribir y lo sabéis e.e



Al volver a Hogwarts pareció que todo había cambiado, incluso la luz de las antorchas que alumbraban el camino era triste y los pasillos más fríos, como si el castillo fuera un reflejo del corazón de Severus y se esforzara por mostrar lo que él con tanto esfuerzo escondía debajo de esa férrea faz que mantenía para ocultar la desazón que lo estaba consumiendo. Su único consuelo era que confiaba en que Potter cumpliría su parte del trato y regresaría, pero cuando llegó el momento y el muchacho entró en el aula acompañado por Granger y sus compañeros, ni siquiera su presencia fue suficiente, pues Severus no sólo quería tenerlo presente, saber que caminaba por donde él lo hacía o que no estaría solo, ahora anhelaba el placer de su compañía, de poder mantener conversaciones con él y por fin atreverse a abrir su corazón y confesarle, tal como Potter hizo con él, lo que desde hace tiempo llevaba sintiendo.

Creyó que tenerlo de vuelta lo aliviaría, pero se veía obligado por orgullo, por la promesa que había hecho, a mantenerse apartado de Potter, a evitar la costumbre de salir a los pasillos por la noche para intentar encontrarlo y, en caso de salir para cumplir con sus obligaciones cuando le tocaba noche de guardia, pasar de largo si por casualidad se cruzaban. Y aunque ninguno lo pidió, ambos desviaban la mirada para no verse, como si no existieran el uno para el otro y, las pocas veces que sus ojos coincidían, era Severus el que se encargaba de desviar la mirada para que el contacto visual no durara más de lo estrictamente necesario, pero había ocasiones en las que Potter no lo imitaba, parecía querer torturarlo haciéndolo sentir sus ojos fijos en él, incluso se tomaba su tiempo para recoger una vez finalizada la clase, como si Severus no tuviera ya bastante con el suplicio de tener que ignorarlo contra su voluntad o bajar la vista para no encontrarse con sus ojos; era como si lo estuviese probando para estar seguro de que cumpliría su palabra, de que no intentaría hablarle o acercarse a él.

A veces le daba la impresión de que Potter tenía un propósito al demorarse para marcharse, que quizá pretendía decirle algo y buscaba el valor necesario o las palabras adecuadas, pero eran ínfimos momentos, incomprensibles e insustanciales, un mero placebo, quizás un veneno, ambos, ninguno... Fuera lo que fuese, para él era un martirio, pues se moría de ganas por poder mirarlo a placer, por hablarle aunque sólo fuera por educación y nada más, pero Potter lo malinterpretaría, así que optaba por callar y evitar levantar la vista hasta que el muchacho se marchaba.

Tampoco es que él pudiera hacer realidad las ideas que cruzaban su cabeza, no había sido valiente para hablar cuando pudo hacerlo y ahora lo era mucho menos. Esa era la historia de su vida; Para el mundo puede que fuera un hombre digno de admiración y aclamado por el heroísmo y el temple que había demostrado en los largos años de servició que prestó a Dumbledore, pero en realidad, para los asuntos balanes de la vida de cualquier persona él era un cobarde; expresar sentimientos y emociones era algo que había aprendido a ocultar y ahora, por mucho que se esforzara, era incapaz de mostrarlos y diferenciarlos. Cualquiera que lo viera juraría estar viendo al Severus Snape de siempre; serio, inmutable, frío, meticuloso, gallardo, impasible... Pero la realidad era muy distinta, pues en su interior escondía un dolor como jamás había sentido. Era algo tan intenso que no sabía qué hacer para no pensar en ello; un ansia imposible, intensa, sofocante; a veces era una inapetencia descomunal, ocasión en la que se pasaba el día suspirando acompañado de su fiel y único amigo, el whiskey, pero no el Whiskey de Fuego, él prefería el muggle. Si algo bueno le enseñó el soberano cabrón y déspota de su padre fue, que las bebidas muggles no podían compararse al agua sucia inventada por los magos.

Últimamente pensaba mucho en su madre, más de lo que había pensado nunca a decir verdad. Se preguntaba si fueron esos mismos sentimientos que él sentía por Potter los que a ella la impulsaron a seguir con Tobias Snape, su padre, a pesar de los insultos y las palizas que vinieron en consecuencia al enterarse que era una bruja y él, el hijo que había nacido fruto de su unión, también era un "engendro". Si era así, el amor era algo muy cruel que era mejor no llegar a conocer, pero qué sabía él del amor cuando sin siquiera darse tiempo de saborearlo lo había dejado marchar, qué sabía él del amor si no era capaz de expresarlo y aceptarlo, qué sabía él... siempre temeroso de la agonía que acompañaba a los sentimientos.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora