Sangre coagulándose

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EL LOVEEEEEEEEEEEE!! Ya paro con la emoción...



Quedaban dos horas como mucho hasta que todos despertasen y una más para que las clases dieran comienzo. Si quería aparecer ante sus alumnos de una manera algo más digna, debía darse prisa y cumplir la orden de Dumbledore para ir corriendo a su despacho en busca de una poción contra los efectos del alcohol y la posterior resaca que la sigue de cerca.

Dumbledore no había especificado a qué ala del tercer piso se refería, pero Severus dedujo que sería la del pasillo que seguía a la derecha una vez en el rellano, pues desde que escondieron la piedra y utilizaron ese ala precisamente, el pasillo seguía inutilizado y clausurado, de hecho, durante la guerra ni siquiera los alumnos lo utilizaron para esconderse por miedo a que los atacase la supuesta bestia de tres cabezas que aún aguardaba en su guarida a los pobres desventurados. Era curioso como las historias seguían pasando de boca en boca, tomando cada vez formas diferentes; como un perro había pasado a ser un monstruo descomunal, despiadado y sediento de sangre... ¿Quién iba a creer eso? Pero, por supuesto, quién iba a creer que en las entrañas de Hogwarts dormitaba pacientemente un basilisco a la llamada de su amo. Ese fue el inicio, el aliento, la chispa que incitó el miedo, pues quién iba a dudar después del basilisco, que Fluffy (un animal que en realidad era gentil y cariñoso) era una fiera que seguía esperando, aunque hubiesen pasado seis años.

Según tenía entendido, la piedra filosofal, que fue lo que escondieron allí, fue destruida tiempo atrás, así que no era eso lo que le había mandado buscar y que supuestamente lo ayudaría a dilucidar lo que su corazón anhelaba. Quizá esa cosa, fuera lo que fuese, estaba en una de las habitaciones que cada uno de ellos utilizó para poner las pruebas de acceso a la última cámara y no necesariamente en ésta.

Al pensarlo se puso nostálgico pues recordó a Potter allí tirado, tan pequeño en esa enorme sala, con la piedra en la mano... Dumbledore no llegó al colegio a tiempo a pesar del aviso, y para cuando él se dio cuanta de lo que Potter y sus temerarios amigos pretendían, ellos ya habían resuelto los enigmas e impedido que Voldemort se hiciera con la piedra. Ahora, al pensar en ello, no tenía tan claro lo que le dijo a Dumbledore al pie de las escaleras después de llevar al niño a la enfermería: "Dígale que usted lo sacó de allí" esas fueron sus palabras, y así lo hizo Dumbledore, Potter nunca supo que quien lo encontró, lo cargó y lo llevó a la enfermería fue él y no Dumbledore. Tampoco tenía claro qué habría cambiado si Potter hubiera sabido la verdad desde el principio, pues aunque así hubiera sido, por aquel entonces Severus seguía viendo a James Potter en el rostro y la actitud del muchacho.

Bajó por la trampilla que Fluffy protegió, aunque claro, ahora el guardián no estaba, ni tampoco el Lazo del diablo; por supuesto, ahora tampoco había llaves voladoras a las cuales atrapar en el siguiente pasadizo para abrir la puerta que daba paso al colosal ajedrez, y éste, a su vez, al Troll de montaña, y mucho menos estaban las pociones y la adivinanza que él mismo elaboró para la tarea de proteger la piedra. Ya sólo le quedaba por traspasar una puerta, esa en la que Dumbledore escondió la última prueba y que él nunca supo en qué consistió pues al entrar allí se distrajo más en la preocupación por ver a Potter herido e inconsciente que en mirar a su alrededor por la intriga de conocer de qué se trataba.

Por un instante pretendió encontrar dentro a Potter, pero sólo halló una habitación en penumbra, y al extremo de esta, justo al final bajando las escaleras, un espejo. Ese espejo, magnífico y alto hasta el techo, de marco dorado y detalles cincelados pomposamente... Ese espejo donde él casi perdió la cordura al encontrarlo, donde él se miró sin verse pues en realidad encontró persona que ya no estaban, pero en el espejo seguían existiendo, seguían vivos; Ese espejo que mostraba lo que su corazón desgarrado más deseaba; A Lily, feliz, viva, sonriendo, siempre con sus mejillas sonrojadas adorablemente, como esa niña que fue su amiga, la niña que él recordaba... Y a Paul, por el contrario, lo mostraba ya mayor, con algunas canas, más maduro y con dos críos, uno pequeño de a penas dos años como mucho y un muchacho que podría haber sido compañero de Potter en su mismo curso.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora