Volver a vivir

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Yo pensaba que no me daría tiempo de terminar éste capítulo hasta el fin de semana, pero me he metido el turbo por las noches e.e He sudado la gota gorda, pero aquí está (sin corregir... Pero eso lo arreglo mañana XD)!!


Esa noche estuvo plagada de besos apasionados que en más de una ocasión los incitó a acariciar sus cuerpos, cada roce era una llama que nacía desde mismo centro de sus pelvis, cada movimiento una invitación a frotar pudorosamente sus excitaciones y enredar sus piernas para hallar más contacto, ese que el segundo exacto compartían sus húmedas bocas y vislumbraban en la pasión que reflejaban sus miradas. Era emocionante catar de lejos lo prohibido, saborear escuetamente el fruto clandestino y condenar a muerte las ganas de proseguir, con la promesa de que en el futuro todo estaría permitido y podrían fundir la piel con el sudor y el gemido.

Pero no esa noche, por eso, al punto del infarto, con un dolor testicular equiparable a la mismísima extirpación de los mismos, Severus se acabó separando de Harry (porque sí, ahora era Harry, su Harry travieso, tempestuoso y problemático) y lo obligó a estarse quieto. Les costó mucho conciliar el sueño, más que nada, porque aunque el muchacho se relajó un rato y como tregua dejó las gafas sobre la mesita de noche, en realidad su intención no era otra que seguir molestándolo; cada pocos minutos – en intervalos de media hora – se alzaba con sus brazos por encima de él para llegar a sus labios, al principio lo rechazaba con facilidad, pero adormilado era su cuerpo el que tomaba pleno control y se rendía a las demandas de esa lengua que lamía sus débiles labios ante la tentación; se abrían solícitos para acoger la lengua del muchacho, incluso su lengua se removía inquieta para satisfacer las exigencias de ese juego que habían iniciado.

Como siempre, despertó temprano, pero al contrario que esas otras muchísimas veces, se levantó de la cama maldiciendo el momento en que decidió probar con Harry los besos franceses pues gracias a eso sus escasas horas de sueño habían mermado considerablemente esa noche, y ahora estaba desorientado y aturdido. Claro que, al ver al muchacho a su lado, con su ropa puesta, acurrucado y abrazado a una almohada, durmiendo tan ajeno y plácidamente, cualquier queja o molestia que pudiera tener al respecto desapareció.

Le habría encantado volver a la cama y fastidiar a Harry por el acoso que había sufrido por su parte durante la noche, pero mejor no tentar a la suerte, quién sabe si el muchacho no se tomaría la revancha en un momento de descuido... Era mejor no jugar con Potter. También iba siendo hora de cubrir las cicatrices de su torso, había descubierto que Harry sentía una extraña fascinación por esa parte de su anatomía gracias a las caricias que le había dedicado mientras él intentaba contenerlo y que centrara la atención en sus bocas. El muchacho tuvo momentos de tierna y dulce vergüenza cuando descendía con sus manos hasta las caderas de Severus, éste creyó en varias ocasiones que llegaría a palpar su miembro por encima de la tela, pero Harry siempre las desviaba antes de que eso sucediera, le temblaban tanto las manos que lo ponía nervioso. Era normal que quisiera explorar su cuerpo, después de todo, se suponía que estaban juntos... como una pareja. Hasta pensarlo era extraño. El muchacho no era capaz de llevar las manos al miembro ajeno y se había atrevido a proponer tener sexo, Severus aún no podía creerlo; al rememorar el momento (los nervios de ambos, y la cara de Potter toda roja), el profesor se mordía un labio y negaba con la cabeza sintiendo su cara arder.

Le había encantado esa noche plagada de inofensivos intentos y juegos inocentes, nunca había vivido una experiencia así de cándida, su larga trayectoria en el sexo se había limitado a complacer el deseo ajeno, creyó que Paul había sido la única excepción, la única persona inocente con la que había tenido el honor de yacer, pero al parecer se equivocaba.

Simplemente se puso la camisa sin molestarse a abrochar los botones, no sería la primera vez que un elfo doméstico (que amablemente se habían hecho con su horario y le llevaban un café caliente y tostadas todas las mañanas bien temprano) lo veía parcialmente desnudo, aunque esperaba no encontrarse con ninguno al salir de la habitación. Por suerte no fue el caso; el café y las tostadas estaban sobre el escritorio, pero no había rastro de ningún elfo doméstico.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora