Epilogo.

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Al final de todo, quizás fue un final feliz. "Nunca busques llegar a la felicidad, Vanessa, a esa no se puede llegar nunca por que es un modo de viajar". Me dijo mi madre antes de sentarnos en aquella mesa, con lo que finalizaba esa conversación que me pareció tan rara. Sin dudar, al parecer tenía razón.
Los años pasaron tan rápido en casa. Hoy nuestros hijos cumplían 10 años.

—¿Puedo jugar con mis primos, mami?— preguntó tiernamente la voz de Phoenix, la hija de Madeleine.

—Si pero no se vayan a ensuciar. — La niña salió alegre por la puerta trasera.

—Ya tan rápido han pasado 10 años.

—Lo se Vanessa, yo aun no asimilo que tú hijo se le declarara a mi pequeña. Es dos años menor.

—Es un poco coqueto como su padre.

Ambas soltamos una carcajada, en eso llego Ángel con él pastel que habíamos preparado un día anterior en el restaurante. Jesse venía detrás de él con todo lo demás.

—Pobre Jesse — dije y me levante para ayudarlo con las cosas.

—El pastel es muy importante siempre, mujer— se acerco hasta mi y me dejo un beso tierno en la frente y luego uno en los labios—¿Ya le dijiste? — preguntó.

Trate de hablar pero las palabras no fluyeron. — ¿Decirme que?— dijo Madeleine precipitadamente.

—Que la ensalada te quedó buenísima

—No prepare ensalada, ya dime que ocultas.

—Ya dilo amor— insistió Ángel.

—Okey pero trae a los niños.

Ángel fue prácticamente corriendo por los niños, no la había visto tan ansioso como ahora.

—¿Cual es la sorpresa mama? — pregunto Alba.

—Estoy embarazada — solté sin más. Madeleine me abrazo fuertemente, primero que todos.

—¿Escuchamos bien?— preguntaron Jay y Marco desde la puerta. —¿Seremos tíos otra vez?— yo solo asentí.

Detrás de ellos venía Mónica con los niños de ambos. Pobre, pensé. Marco tenía un precioso niño de 4 años y Mónica ya estaba en su séptimo mes de embarazo el pequeño Matías estaba feliz con la llegada de su hermano.
Jay se divorcio hace seis meses pero se quedo con la custodia de sus hijos, dos niños, una niña y hace poco también a las gemelas, le ayudaban con él arduo trabajo de cuidar a niños de 6, 4 y 2 años. Pero como ellas decidieron irse a su propio departamento, al pobre le toca lidiar con eso.

—Pasemos todos al comedor, mi famosa lasaña con patatas ya esta lista.

Todos amaban mi lasaña. Nuestro comedor paso de ser para 6 personas, a ser mesa para 14 personas. Una mesa muy grande, que solo sacábamos al patio trasero en ocasiones especiales como esta.

—La lasaña esta muy deliciosa— me repetían todos, una y otra vez.

—Y aun falta el pastel.— sonreí y me adentre de nuevo en la casa para traer el pastel. —Ángel, amor, ¿puedes traer los regalos?— la familia de Ángel y las gemelas no había podido llegar a tiempo para la comida, pero mandaron sus regalos por adelantado.

Por Amor || COMPLETA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora