XI. When Guren know what he feels

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Guren observaba perdido la puerta de su oficina, tenía casi tres días sin ver a Shinya, siquiera había visto a Yuu y los últimos mensajes que intercambio con el chico de cabellos blancos platinados fueron del trabajo, no más, porque aunque siempre maldiciera su presencia, aunque se quejará de su irritante cara y bromas pesadas en doble sentido lo extrañaba demasiado y eso le preocupaba, era preocupante estar tan paranoico, pensar en miles de escenarios uno cada vez más horripilante que el anterior, ¿y si algo le sucedía a Shinya? A su Shinya, el azabache dejo salir otra pizca de su vida a través de un suspiro cansino.

—¿Dónde estarás Shin...?

Sus párpados pesaban, había pasado la noche en vela tratando de no pensar en el carismático chico que era su amigo, claro que fue un fracaso épico y los nervios mantuvieron sus párpados bien abiertos, por lo que no le sorprendía que ahora su cuerpo le cobrará la factura, así que con una simple ojeada al papeleo sobre su escritorio —que no era mucho en verdad—, se decidió a sucumbir ante el cansancio y se recostó sobre la firme superficie de su escritorio, dejando el manto de carne descender para cubrir por completo sus irises y así mostrar la amplia y vasta oscuridad que pronto arrastro la luz de un mundo de ensueño.

Cinco minutos no le hacían mal a nadie.

Solo que pasaron a ser quince.

Hora y media y podría seguir perdido.

No fue hasta la tercera hora y el quinto sueño que Guren logró desperezarse lo suficiente como para levantarse de su lugar, pero no estaba en el escritorio, ni siquiera estaba en su maldita oficina, ahora los únicos cuestionamiento era ¿cuándo llego a su departamento? ¿había ido el solo? ¿qué....?

(...)

Shinya sonrió cansado, llevaba algunos días sin dormir debido al nuevo experimento que trataban de sacar adelante, bostezos escapaban constantemente de su boca haciendo inevitable tener que frotarse los ojos de manera constante para desvanecer a las pequeñas gotas saladas salidas del bostezo, pero el Hīragi estaba atento a algo, tenía que ver a Guren y disculparse no sólo por no visitarle sino porque siquiera había ido a ver a su pequeño Yūichirō, claro que no espero encontrarse la escena de un muy adorable Guren babeando sobre su escritorio, sonrió, seguramente estaba cansado también, así que pensando en el bien de su mejor amigo, tomo a Guren por los brazos y piernas y lo alzó como si fuera una princesa, asegurándose que el Ichinose pasará sus brazos por su cuello y así ocultar el rostro durmiente del del contrario en su hombro, agradecía que el azabache durmiera porque muy seguramente le recriminaría sus acciones, con su amigo entre brazos lo dejo en el sofá, lo cubrió con una frazada ligera y el Hīragi terminó el papeleo del coronel.

Textos『Gureshin』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora